/ viernes 25 de enero de 2019

La importancia de conservación y manejo de los recursos bióticos del Desierto Chihuahuense

Por: Joel David Flores Rivas (IPICYT)

De acuerdo con el Inegi, 49.1 por ciento del territorio mexicano es semiárido o árido. Los climas semiáridos, caracterizados por una precipitación de 300 a 600 mm, afectan a 28.3 por ciento del país, mientras que el restante 20.8 por ciento tiene climas áridos (menos 100-300mm de precipitación).

Foto: Cortesía


La mayor parte de estas áreas corresponde a las dos grandes regiones desérticas de México, los desiertos Chihuahuense y Sonorense, que ocupan una enorme extensión en el norte y centro del país. Además de éstos, en el sur del país existe una región semiárida relativamente pequeña pero muy importante por su gran riqueza biológica: el complejo de Valles de Tehuacán Cuicatlán, ubicado entre los estados de Puebla y Oaxaca. También existen otras pequeñas áreas con climas semiáridos, como la región de Río Grande, en Oaxaca; la región del Infiernillo, en la Cuenca del Balsas, entre Michoacán y Guerrero, así como una angosta franja en el extremo norte de la Península de Yucatán.

De todos estos ecosistemas, el Desierto Chihuahuense se considera entre las 37 regiones del mundo que cuentan aún con extensiones considerables de áreas silvestres poco perturbadas. Con una superficie estimada de 507,000 km2 (equivalente al tamaño de España), es el desierto más extenso de Norteamérica, pero también del que menos sabemos sobre su biodiversidad y relaciones ecológicas.

Las fronteras de esta gran región ecológica varían según los criterios con que se delimite; sin embargo, suele considerarse que se extiende desde los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, hasta el suroeste de los Estados Unidos de América, en particular, Arizona, Nuevo México y Texas.

La mayor parte de la superficie de este desierto está cubierta por matorrales, sobre todo por matorral de gobernadora. Sin embargo, existen otros tipos de vegetación que ocupan extensiones considerables, como los matorrales de agave, los izotales, los mezquitales, pastizales y chaparrales.

Foto: Cortesía


El Desierto Chihuahuense es una de las áreas silvestres con climas áridos de más alta diversidad biológica en el mundo. De hecho, por su rica biodiversidad y alto número de especies vegetales y animales endémicas, se le considera una de las tres ecorregiones desérticas más importantes del mundo, sólo comparable con el desierto de Namibia (en África) y el del centro de Australia.

Como consecuencia de la heterogeneidad de ambientes en este desierto, la flora del Desierto Chihuahuense abarca 3,500 especies, aproximadamente. Entre las familias de plantas más sobresalientes por su diversidad se encuentran las Asteraceae (familia a la que pertenecen los girasoles), Poaceae (familia a la que pertenecen los pastos), Fabaceae (familia a la que pertenecen los mezquites) y Cactaceae (familia a la que pertenecen los cactos).

En lo que se refiere a fauna, se ha reportado la existencia de 176 especies de mamíferos, 325 de aves (con especies residentes y migratorias), 156 de reptiles y 46 de anfibios. Además, varias especies endémicas que viven en los ambientes acuáticos del Desierto Chihuahuense, en especial peces y reptiles, son sobrevivientes de organismos que en el pasado, cuando reinaba un clima más húmedo, ocupaban una distribución geográfica más alta.

Merece atención especial la riqueza de cactos (318 especies), lo cual hace al Desierto Chihuahuense el más importante centro de diversidad en una escala global para este grupo de especies. La mayor riqueza de cactáceas se concentra hacia la porción sur del Desierto Chihuahuense, siendo cuatro estados los que albergan más miembros de esta familia, y San Luis Potosí es el más importante con 141 especies.

Foto: Cortesía


Sin embargo; debido a la colecta desmedida con fines comerciales y a la destrucción de su hábitat, la familia Cactaceae es quizá el grupo de plantas más amenazado del país, por lo cual es por demás importante la tomar medidas necesarias para la conservación de esta familia.

La rica biodiversidad del Desierto Chihuahuense contradice la idea de que los desiertos son tierras estériles y desprovistas de manifestaciones de vida. Este desierto debe conservarse por los innumerables recursos naturales que posee, los cuales deben manejarse de manera sustentable, además de minimizar en lo posible los impactos negativos sobre el ecosistema.

Además de los recursos naturales probados o potenciales, el Desierto Chihuahuense posee una gran riqueza de valores biológicos, culturales, estéticos y espirituales, lo cual es razón suficiente para respetarlo y conservarlo.

Autor

El doctor Joel David Flores Rivas es coordinador Académico del Consorcio de Investigación e Innovación en Zonas Áridas (CIIDZA), miembro del SNI, Nivel 3, así como investigador titular C en la División de Ciencias Ambientales del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (IPICYT). Contacto: joel@ipicyt.edu.mx

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Por: Joel David Flores Rivas (IPICYT)

De acuerdo con el Inegi, 49.1 por ciento del territorio mexicano es semiárido o árido. Los climas semiáridos, caracterizados por una precipitación de 300 a 600 mm, afectan a 28.3 por ciento del país, mientras que el restante 20.8 por ciento tiene climas áridos (menos 100-300mm de precipitación).

Foto: Cortesía


La mayor parte de estas áreas corresponde a las dos grandes regiones desérticas de México, los desiertos Chihuahuense y Sonorense, que ocupan una enorme extensión en el norte y centro del país. Además de éstos, en el sur del país existe una región semiárida relativamente pequeña pero muy importante por su gran riqueza biológica: el complejo de Valles de Tehuacán Cuicatlán, ubicado entre los estados de Puebla y Oaxaca. También existen otras pequeñas áreas con climas semiáridos, como la región de Río Grande, en Oaxaca; la región del Infiernillo, en la Cuenca del Balsas, entre Michoacán y Guerrero, así como una angosta franja en el extremo norte de la Península de Yucatán.

De todos estos ecosistemas, el Desierto Chihuahuense se considera entre las 37 regiones del mundo que cuentan aún con extensiones considerables de áreas silvestres poco perturbadas. Con una superficie estimada de 507,000 km2 (equivalente al tamaño de España), es el desierto más extenso de Norteamérica, pero también del que menos sabemos sobre su biodiversidad y relaciones ecológicas.

Las fronteras de esta gran región ecológica varían según los criterios con que se delimite; sin embargo, suele considerarse que se extiende desde los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, hasta el suroeste de los Estados Unidos de América, en particular, Arizona, Nuevo México y Texas.

La mayor parte de la superficie de este desierto está cubierta por matorrales, sobre todo por matorral de gobernadora. Sin embargo, existen otros tipos de vegetación que ocupan extensiones considerables, como los matorrales de agave, los izotales, los mezquitales, pastizales y chaparrales.

Foto: Cortesía


El Desierto Chihuahuense es una de las áreas silvestres con climas áridos de más alta diversidad biológica en el mundo. De hecho, por su rica biodiversidad y alto número de especies vegetales y animales endémicas, se le considera una de las tres ecorregiones desérticas más importantes del mundo, sólo comparable con el desierto de Namibia (en África) y el del centro de Australia.

Como consecuencia de la heterogeneidad de ambientes en este desierto, la flora del Desierto Chihuahuense abarca 3,500 especies, aproximadamente. Entre las familias de plantas más sobresalientes por su diversidad se encuentran las Asteraceae (familia a la que pertenecen los girasoles), Poaceae (familia a la que pertenecen los pastos), Fabaceae (familia a la que pertenecen los mezquites) y Cactaceae (familia a la que pertenecen los cactos).

En lo que se refiere a fauna, se ha reportado la existencia de 176 especies de mamíferos, 325 de aves (con especies residentes y migratorias), 156 de reptiles y 46 de anfibios. Además, varias especies endémicas que viven en los ambientes acuáticos del Desierto Chihuahuense, en especial peces y reptiles, son sobrevivientes de organismos que en el pasado, cuando reinaba un clima más húmedo, ocupaban una distribución geográfica más alta.

Merece atención especial la riqueza de cactos (318 especies), lo cual hace al Desierto Chihuahuense el más importante centro de diversidad en una escala global para este grupo de especies. La mayor riqueza de cactáceas se concentra hacia la porción sur del Desierto Chihuahuense, siendo cuatro estados los que albergan más miembros de esta familia, y San Luis Potosí es el más importante con 141 especies.

Foto: Cortesía


Sin embargo; debido a la colecta desmedida con fines comerciales y a la destrucción de su hábitat, la familia Cactaceae es quizá el grupo de plantas más amenazado del país, por lo cual es por demás importante la tomar medidas necesarias para la conservación de esta familia.

La rica biodiversidad del Desierto Chihuahuense contradice la idea de que los desiertos son tierras estériles y desprovistas de manifestaciones de vida. Este desierto debe conservarse por los innumerables recursos naturales que posee, los cuales deben manejarse de manera sustentable, además de minimizar en lo posible los impactos negativos sobre el ecosistema.

Además de los recursos naturales probados o potenciales, el Desierto Chihuahuense posee una gran riqueza de valores biológicos, culturales, estéticos y espirituales, lo cual es razón suficiente para respetarlo y conservarlo.

Autor

El doctor Joel David Flores Rivas es coordinador Académico del Consorcio de Investigación e Innovación en Zonas Áridas (CIIDZA), miembro del SNI, Nivel 3, así como investigador titular C en la División de Ciencias Ambientales del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (IPICYT). Contacto: joel@ipicyt.edu.mx

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