/ viernes 20 de septiembre de 2019

La independencia regulatoria en el sector energético

Por: Alejandro Amerena Carswell *

En el cine, y ahora en el formato de series, hemos visto excelentes obras de suspenso que logran jugar con nuestras emociones y miedos con uno de los recursos más antiguos en este género: al desenlazarse la verdad, resulta ser más aterradora que la premisa. Quienes hayan visto la exitosa serie de HBO “Chernobyl”, sobre el accidente en la planta nuclear en la extinta Unión Soviética, creo que podemos compartir este sentimiento, y es desconcertante que un centralismo ideológico y político haya sido el verdadero causante de esta tragedia. Los muertos y daños han sido incuantificables hasta la fecha.

Por esto la serie me transmitió un temor latente y silencioso de riesgo, relacionado con el sector energético mexicano actual y el papel que juegan sus órganos reguladores.

La industria energética tiene un amplio impacto en la vida de las personas, y requiere de grandes obras de infraestructura e inversión, así como de estrictas medidas regulatorias para que a lo largo de una amplísima cadena de valor, llegue la energía en diferentes formas y dimensiones de forma confiable y segura a quienes la consumimos diariamente. Para que el petróleo y gas que se extraen del subsuelo, puedan ser transportados y procesados industrialmente para finalmente ser vendidos y entregados al público, intervienen un complejo universo de autoridades y agentes económicos (tanto públicos como privados), donde la independencia de los reguladores es clave para su seguridad y funcionamiento.

También es importante destacar que, en más de un siglo, los países han creado diversos organismos especializados en temas energéticos, donde gobiernos, empresas, científicos y expertos han compartido sus experiencias y desarrollado mejores prácticas. La independencia de los reguladores ha sido un ejemplo claro de una herramienta valiosa para el mejor funcionamiento de los sistemas energéticos de cualquier país.

Quizás uno de los puntos que más ha hecho énfasis la comunidad energética internacional para el diseño de reguladores independientes es, precisamente para que se puedan adoptar por una parte estándares de seguridad confiables, evitar también comportamientos económicos indebidos de las empresas que brindan un servicio indispensable para millones de personas. Esta combinación de seguridad en servicio junto con competitividad económica, al final del día incentiva las inversiones necesarias para una industria de este gran impacto.

En México, contamos con tres reguladores en materia energética que cumplen con estas funciones (la CNH para actividades de exploración y explotación petrolera; la CRE para transporte y comercialización de hidrocarburos y petrolíferos, así como para diversas etapas que componen el mercado eléctrico; la ASEA para la seguridad y protección del medio ambiente en la industria petrolera), tenemos materia nuclear (CNSNS), al igual que dos operadores independientes para los sistemas de electricidad (CENACE) y de ductos de gas natural (CENAGAS), entre muchas otras que cumplen con este tipo de funciones.

El marco regulatorio que hemos desarrollado permite, además, tanto la inversión del sector privado como pública con nuestras empresas energéticas del Estado, PEMEX y CFE. En este proceso de interacción de capital público y privado, México ha fortalecido la independencia de los órganos reguladores mencionados, tomando como referencia y aprovechando la experiencia y mejores prácticas en muchos organismos internacionales donde México participa, como la OCDE, la Agencia Internacional de Energía (AIE), el Foro Internacional de Energía (FIE), entre otros.

Sin embargo, creo que es muy interesante analizar con esta óptica el caso de Chernóbil con el referente de independencia regulatoria nuclear que hemos tenido en México desde hace muchos años, incluso previo a la apertura reciente a la inversión privada. Como país suscribimos en los años 90 un tratado sobre Seguridad Nuclear en el marco del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) quien es la máxima instancia internacional del sistema de la ONU para los usos pacíficos de este tipo de energía.

De acuerdo a su artículo 8,tenemosla obligación como país de diseñar un órgano regulador en seguridad nuclear que: I) Aplique el marco legal en esta materia; II) esté dotado de autoridad y recursos financieros y humanos adecuados para cumplir sus funciones; y III) México debe velar por una separación efectiva entre las funciones de este regulador y las de cualquier otra entidad que también tenga entre sus funciones promover los usos pacíficos de la energía nuclear.

Esto es por demás interesante, porque si bien los reguladores energéticos actuales tuvieron en su diseño un fuerte componente económico para la interacción entre empresas públicas y privadas del sector, al igual que nuestro regulador nuclear, también tienen en su espíritu la seguridad de la población y el medio ambiente. Esto considero que representa una de las principales razones por pena garantizar una separación efectiva entre un regulador y quienes diseñan la política pública energética, generalmente desde el gobierno central.

Además, también es natural que al generar condiciones de certeza y seguridad en la aplicación de la regulación energética por un órgano eficazmente autónomo, sea un factor clave para que fluyan las inversiones que se requieren en un sector de tanto impacto económico y social.

¿Qué pasa ahora con los reguladores energéticos en México? Con el reciente cambio de gobiernos su integración y papel han sido cuestionados en un contexto político que quizás se ha apartado las causas reales que motivaron su diseño independiente original. Sus presupuestos se han visto afectados, y también sus actividades retrasadas funcionamiento.

La buena noticia es que afortunadamente esto todavía no es definitivo ya que no se ha modificado su marco legal. Con ello el gobierno mexicano tiene a su alcance la posibilidad de mejorar el funcionamiento de estos reguladores al confiar en su autonomía, lo que permitirá agilizar sus procesos de emitir permisos, normas y estándares que incentiven la inversión, y permitan al gobierno contar con la información más confiable que requiere.

Aunque afortunadamente no hemos sufrido incidentes de gravedad recientes en México, tampoco hemos sido exentos de situaciones o accidentes como ha sido algunos derrames de plataformas petroleras en el Golfo de México. Ningún país puede desvincularse de las experiencias y fenómenos internacionales, y no tiene porqué ocurrir un accidente para ver que una sana e independiente regulación es por demás indispensable en función de la seguridad de todos. Y si además contribuye a facilitar a las inversiones del sector, pues más que bienvenido seguirlo cultivando.

* Abogado experto en materia energética e internacional y asociado COMEXI

@AAmerena

Por: Alejandro Amerena Carswell *

En el cine, y ahora en el formato de series, hemos visto excelentes obras de suspenso que logran jugar con nuestras emociones y miedos con uno de los recursos más antiguos en este género: al desenlazarse la verdad, resulta ser más aterradora que la premisa. Quienes hayan visto la exitosa serie de HBO “Chernobyl”, sobre el accidente en la planta nuclear en la extinta Unión Soviética, creo que podemos compartir este sentimiento, y es desconcertante que un centralismo ideológico y político haya sido el verdadero causante de esta tragedia. Los muertos y daños han sido incuantificables hasta la fecha.

Por esto la serie me transmitió un temor latente y silencioso de riesgo, relacionado con el sector energético mexicano actual y el papel que juegan sus órganos reguladores.

La industria energética tiene un amplio impacto en la vida de las personas, y requiere de grandes obras de infraestructura e inversión, así como de estrictas medidas regulatorias para que a lo largo de una amplísima cadena de valor, llegue la energía en diferentes formas y dimensiones de forma confiable y segura a quienes la consumimos diariamente. Para que el petróleo y gas que se extraen del subsuelo, puedan ser transportados y procesados industrialmente para finalmente ser vendidos y entregados al público, intervienen un complejo universo de autoridades y agentes económicos (tanto públicos como privados), donde la independencia de los reguladores es clave para su seguridad y funcionamiento.

También es importante destacar que, en más de un siglo, los países han creado diversos organismos especializados en temas energéticos, donde gobiernos, empresas, científicos y expertos han compartido sus experiencias y desarrollado mejores prácticas. La independencia de los reguladores ha sido un ejemplo claro de una herramienta valiosa para el mejor funcionamiento de los sistemas energéticos de cualquier país.

Quizás uno de los puntos que más ha hecho énfasis la comunidad energética internacional para el diseño de reguladores independientes es, precisamente para que se puedan adoptar por una parte estándares de seguridad confiables, evitar también comportamientos económicos indebidos de las empresas que brindan un servicio indispensable para millones de personas. Esta combinación de seguridad en servicio junto con competitividad económica, al final del día incentiva las inversiones necesarias para una industria de este gran impacto.

En México, contamos con tres reguladores en materia energética que cumplen con estas funciones (la CNH para actividades de exploración y explotación petrolera; la CRE para transporte y comercialización de hidrocarburos y petrolíferos, así como para diversas etapas que componen el mercado eléctrico; la ASEA para la seguridad y protección del medio ambiente en la industria petrolera), tenemos materia nuclear (CNSNS), al igual que dos operadores independientes para los sistemas de electricidad (CENACE) y de ductos de gas natural (CENAGAS), entre muchas otras que cumplen con este tipo de funciones.

El marco regulatorio que hemos desarrollado permite, además, tanto la inversión del sector privado como pública con nuestras empresas energéticas del Estado, PEMEX y CFE. En este proceso de interacción de capital público y privado, México ha fortalecido la independencia de los órganos reguladores mencionados, tomando como referencia y aprovechando la experiencia y mejores prácticas en muchos organismos internacionales donde México participa, como la OCDE, la Agencia Internacional de Energía (AIE), el Foro Internacional de Energía (FIE), entre otros.

Sin embargo, creo que es muy interesante analizar con esta óptica el caso de Chernóbil con el referente de independencia regulatoria nuclear que hemos tenido en México desde hace muchos años, incluso previo a la apertura reciente a la inversión privada. Como país suscribimos en los años 90 un tratado sobre Seguridad Nuclear en el marco del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) quien es la máxima instancia internacional del sistema de la ONU para los usos pacíficos de este tipo de energía.

De acuerdo a su artículo 8,tenemosla obligación como país de diseñar un órgano regulador en seguridad nuclear que: I) Aplique el marco legal en esta materia; II) esté dotado de autoridad y recursos financieros y humanos adecuados para cumplir sus funciones; y III) México debe velar por una separación efectiva entre las funciones de este regulador y las de cualquier otra entidad que también tenga entre sus funciones promover los usos pacíficos de la energía nuclear.

Esto es por demás interesante, porque si bien los reguladores energéticos actuales tuvieron en su diseño un fuerte componente económico para la interacción entre empresas públicas y privadas del sector, al igual que nuestro regulador nuclear, también tienen en su espíritu la seguridad de la población y el medio ambiente. Esto considero que representa una de las principales razones por pena garantizar una separación efectiva entre un regulador y quienes diseñan la política pública energética, generalmente desde el gobierno central.

Además, también es natural que al generar condiciones de certeza y seguridad en la aplicación de la regulación energética por un órgano eficazmente autónomo, sea un factor clave para que fluyan las inversiones que se requieren en un sector de tanto impacto económico y social.

¿Qué pasa ahora con los reguladores energéticos en México? Con el reciente cambio de gobiernos su integración y papel han sido cuestionados en un contexto político que quizás se ha apartado las causas reales que motivaron su diseño independiente original. Sus presupuestos se han visto afectados, y también sus actividades retrasadas funcionamiento.

La buena noticia es que afortunadamente esto todavía no es definitivo ya que no se ha modificado su marco legal. Con ello el gobierno mexicano tiene a su alcance la posibilidad de mejorar el funcionamiento de estos reguladores al confiar en su autonomía, lo que permitirá agilizar sus procesos de emitir permisos, normas y estándares que incentiven la inversión, y permitan al gobierno contar con la información más confiable que requiere.

Aunque afortunadamente no hemos sufrido incidentes de gravedad recientes en México, tampoco hemos sido exentos de situaciones o accidentes como ha sido algunos derrames de plataformas petroleras en el Golfo de México. Ningún país puede desvincularse de las experiencias y fenómenos internacionales, y no tiene porqué ocurrir un accidente para ver que una sana e independiente regulación es por demás indispensable en función de la seguridad de todos. Y si además contribuye a facilitar a las inversiones del sector, pues más que bienvenido seguirlo cultivando.

* Abogado experto en materia energética e internacional y asociado COMEXI

@AAmerena

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