/ martes 21 de junio de 2022

La instauración del narcogobierno panista

La constancia jurídica como evidencia de una noticia criminal que trasciende nuestras fronteras y que nos avergüenza como país, y que suscitó el desprestigio institucional de una corporación con más de 100 años de presencia nacional como lo fue la Policía Federal, es tan solo un botón de muestra del daño que causó el panismo y los fatídicos gobiernos del peor presidente de la historia de México Vicente Fox, y el genocida y cómplice criminal Felipe Calderón Hinojosa.

El primero de ellos, además de traicionar la esperanza nacional del cambio de un régimen, enuncia el prototipo cínico de la frivolidad, la corrupción, la torpeza y la omisión gubernamental; y el segundo, la suma de todo lo anterior aunado a la planificación estratégica y coparticipación delincuencial con el crimen, donde la tipología de las normas penales especializadas en delincuencia organizada y delitos contra la salud se suman en todo su contenido para escenificar y sintetizar las andanzas del primer responsable de la seguridad pública en México, Genaro García Luna. Con independencia del juicio llevado ante la Corte Federal del Distrito Este en Brooklyn, Nueva York, relacionado con hechos que lo involucran en el delito de conspiración para traficar drogas hacia Estados Unidos, entre otros; en México se tendrá que incoar robustas investigaciones para que, una vez que concluyan dichos procesos en el país vecino, sea extraditado a nuestro país y se le siga un proceso similar al mismo imputado y al penoso expresidente Felipe Calderón.

Las consecuencias de la guerra contra el narcotráfico iniciada por Felipe Calderón, han sido motivo de una muy pobre y triste bibliografía de corte morboso y sensacionalista muy lejano a un estudio sociológico, donde el daño irreparable a las víctimas vivas y millones de ofendidos sigue impune. Los brutales actos de corrupción son mierda en el ventilador, de esa imputación no se salva nadie.

Solo por enunciar un ejemplo: la torpeza del michoacanazo produjo como nunca antes levantamientos armados principalmente en la región de la Tierra Caliente de esa entidad, entre guardias comunitarias y autodefensas se creó un estado de ingobernabilidad con una mezcla de lucha social de pueblos originarios y la defensa de su vida y patrimonio ante la ausencia absoluta del Estado mexicano.

Crearon una condición social jamás vista en la historia de México, poblaciones, municipios y regiones estigmatizadas, abandonadas y marginadas por la estupidez e insensibilidad política panista, poblaciones de miles de huérfanos, mutilados físicamente, mancos o cojos, pero principalmente mancillados del corazón y del alma.

No olvidemos tampoco que esos narcogobiernos llevaron a la cárcel a luchadores sociales entrañables como mi amigo el doctor José Manuel Mireles, quien incluso fue objeto de atentados para intentar quitarle la vida. Su movimiento logró tener el control de prácticamente todos los municipios de Tierra Caliente como Apatzingán, Tepalcatepec, La Huacana, entre otros.

El contubernio del narcogobierno federal para combatir a cárteles de la droga contrarios a sus asociados criminales, incluyó utilizar como carne de cañón a algunos grupos legítimos que realmente combatían a grupos de la delincuencia como los Caballeros Templarios y la Familia Michoacana. Las autodefensas también se estigmatizaron al extremo de que sus liderazgos fueron perseguidos y encarcelados para favorecer a quienes encabezaban grupos de sicarios y temibles delincuentes.

Yo he sido testigo de la tragedia que causaron los narcogobiernos panistas, sus vestigios están presentes no solamente en esta entrañable entidad federativa, sino que dejaron sus consecuencias y políticas en Tamaulipas, donde los últimos 3 gobernadores están en prisión por los mismos delitos que García Luna, y el narcogobernador Francisco García Cabeza de Vaca pronto les hará compañía por ilícitos similares. También en ese lugar han querido aprisionar y desaparecer a luchadores sociales acusándolos de manera ligera y discriminatoria de delincuentes, deben de tener el hocico sangrando de tanto morderse la lengua. Nunca antes se había visto a gobiernos que odiaran tanto a su propia sociedad como lo fueron los panistas.

La estrategia para intentar lavarse la cara es el diseño de campañas negras mediáticas, contratando a merolicos de poco prestigio y medios de información muy identificados con la oposición, por no decirles voceros. Tratan de acuñar conductas características que han acompañado a sus socios donde señalan sin pruebas, calumnian con la ligereza de saber plenamente que no tienen cómo respaldar sus dichos, sin profesionalismo, sin rigor periodístico, en conclusión, como siempre han actuado: sin ética.

La constancia jurídica como evidencia de una noticia criminal que trasciende nuestras fronteras y que nos avergüenza como país, y que suscitó el desprestigio institucional de una corporación con más de 100 años de presencia nacional como lo fue la Policía Federal, es tan solo un botón de muestra del daño que causó el panismo y los fatídicos gobiernos del peor presidente de la historia de México Vicente Fox, y el genocida y cómplice criminal Felipe Calderón Hinojosa.

El primero de ellos, además de traicionar la esperanza nacional del cambio de un régimen, enuncia el prototipo cínico de la frivolidad, la corrupción, la torpeza y la omisión gubernamental; y el segundo, la suma de todo lo anterior aunado a la planificación estratégica y coparticipación delincuencial con el crimen, donde la tipología de las normas penales especializadas en delincuencia organizada y delitos contra la salud se suman en todo su contenido para escenificar y sintetizar las andanzas del primer responsable de la seguridad pública en México, Genaro García Luna. Con independencia del juicio llevado ante la Corte Federal del Distrito Este en Brooklyn, Nueva York, relacionado con hechos que lo involucran en el delito de conspiración para traficar drogas hacia Estados Unidos, entre otros; en México se tendrá que incoar robustas investigaciones para que, una vez que concluyan dichos procesos en el país vecino, sea extraditado a nuestro país y se le siga un proceso similar al mismo imputado y al penoso expresidente Felipe Calderón.

Las consecuencias de la guerra contra el narcotráfico iniciada por Felipe Calderón, han sido motivo de una muy pobre y triste bibliografía de corte morboso y sensacionalista muy lejano a un estudio sociológico, donde el daño irreparable a las víctimas vivas y millones de ofendidos sigue impune. Los brutales actos de corrupción son mierda en el ventilador, de esa imputación no se salva nadie.

Solo por enunciar un ejemplo: la torpeza del michoacanazo produjo como nunca antes levantamientos armados principalmente en la región de la Tierra Caliente de esa entidad, entre guardias comunitarias y autodefensas se creó un estado de ingobernabilidad con una mezcla de lucha social de pueblos originarios y la defensa de su vida y patrimonio ante la ausencia absoluta del Estado mexicano.

Crearon una condición social jamás vista en la historia de México, poblaciones, municipios y regiones estigmatizadas, abandonadas y marginadas por la estupidez e insensibilidad política panista, poblaciones de miles de huérfanos, mutilados físicamente, mancos o cojos, pero principalmente mancillados del corazón y del alma.

No olvidemos tampoco que esos narcogobiernos llevaron a la cárcel a luchadores sociales entrañables como mi amigo el doctor José Manuel Mireles, quien incluso fue objeto de atentados para intentar quitarle la vida. Su movimiento logró tener el control de prácticamente todos los municipios de Tierra Caliente como Apatzingán, Tepalcatepec, La Huacana, entre otros.

El contubernio del narcogobierno federal para combatir a cárteles de la droga contrarios a sus asociados criminales, incluyó utilizar como carne de cañón a algunos grupos legítimos que realmente combatían a grupos de la delincuencia como los Caballeros Templarios y la Familia Michoacana. Las autodefensas también se estigmatizaron al extremo de que sus liderazgos fueron perseguidos y encarcelados para favorecer a quienes encabezaban grupos de sicarios y temibles delincuentes.

Yo he sido testigo de la tragedia que causaron los narcogobiernos panistas, sus vestigios están presentes no solamente en esta entrañable entidad federativa, sino que dejaron sus consecuencias y políticas en Tamaulipas, donde los últimos 3 gobernadores están en prisión por los mismos delitos que García Luna, y el narcogobernador Francisco García Cabeza de Vaca pronto les hará compañía por ilícitos similares. También en ese lugar han querido aprisionar y desaparecer a luchadores sociales acusándolos de manera ligera y discriminatoria de delincuentes, deben de tener el hocico sangrando de tanto morderse la lengua. Nunca antes se había visto a gobiernos que odiaran tanto a su propia sociedad como lo fueron los panistas.

La estrategia para intentar lavarse la cara es el diseño de campañas negras mediáticas, contratando a merolicos de poco prestigio y medios de información muy identificados con la oposición, por no decirles voceros. Tratan de acuñar conductas características que han acompañado a sus socios donde señalan sin pruebas, calumnian con la ligereza de saber plenamente que no tienen cómo respaldar sus dichos, sin profesionalismo, sin rigor periodístico, en conclusión, como siempre han actuado: sin ética.