/ domingo 18 de febrero de 2018

La justicia social a debate

El día internacional de la justicia socialde este año, seha dedicado a las y los trabajadores migrantes en todo el mundo, y a su búsqueda de una mejor calidad de vida que en el camino ha transformado tanto a los países de origen, como a los de destino. México y Estados Unidos, sin duda sonejemplo de ello. El año pasado más de 450 mil millones de dólares fluyeron como remesas a todo el mundo, y con ello las economías de decenas de países se mantuvieron a flote, demostrando cuán grande son los sueños de quienes se aventuran a buscar una mejor vida fuera de sus fronteras.

Las causas de la desigualdad social, son en muchas ocasiones, las mismas que originan las migraciones, y éstas al no ser asimiladas por los países receptores se convierten también en olas de pobreza y miseria, que tarde o temprano reflejan las paradojas del capitalismo. Hasta hace no mucho, la evolución de la desigualdad social se explicaba con la llamada curva de Kuznets, y se decía que, en un país en desarrollo a medida que aumenta su PIB, el ingreso tiende a concentrarse, sin embargo, cuando se alcanza cierto nivel, la desigualdad disminuye.

A pesar de esto, variables tan complejas como la migración generan efectos a los que los gobiernos deben responder con políticas sociales, enfocadas a través de un principio de justicia que ponga de frente a quienes se encuentran en mayor vulnerabilidad, siendo este el caso de migrantes refugiados o asilados, entre otros grupos más.

En México, es posible atestiguar dinámicas en ambos sentidos. Por un lado vemos políticas virtuosas como las que implementa la CDMX, en las que la población migrante ha sido asimilada de manera integral, y en donde además de ser incorporados a la vida laboral, cuenta con apoyos como el seguro de desempleo.

Por otro lado vemos programas como el del voto en el extranjero con el que no se ha logrado que las y los paisanos ejerzan sus derechos políticos en plenitud, o incluso temas tan delicados como la protección consular, que evidencian un enfoque en el que fuera de las fronteras, las y los mexicanos se vuelven ajenos a las políticas públicas.

El economista serbio, Branko Milanovic, decía hace poco en su visita a nuestro país, que uno de los problemas más graves del modelo económico mexicano, reside en los bajísimos salarios que percibe el grueso de la población, lo que genera que las personas con mayores ingresos obtengan anualmente rentas que superan por mucho a las de estos mismos sectores en otros países.

En México el aumento al salario mínimo debe ser una discusión presente no sólo en espacios como las rondas de negociación del NAFTA, sino también en el legislativo, y principalmente en el Ejecutivo. No podremos aspirar a una justicia social plena, mientras no existan los mecanismos y herramientas para garantizar una redistribución del ingreso más equitativa, que permita revertir el índice de GINI que ronda los 0.5 puntos, y transformar la vida de los casi 60 millones de personas que viven en algún tipo de pobreza en el país.

Es necesario que la inversión pública tenga un carácter inminentemente social, que el acceso a una educación universitaria y profesional, sean la vía para la movilidad social, pero también que los esquemas laborales, y de acceso a la salud universal, tengan como prioridad no sólo mejorar las cifras, sino la calidad de vida de la ciudadanía.

Debemos consolidar un sistema de regulaciones laborales y fiscales que dignifiquen los ingresos, no sólo se trata de un tema de progresividad, sino de hacer que el trabajo bien remunerado sea el medio para que la gente vea futuro y calidad de vida en México, y no fuera de sus fronteras como ha sido tradicionalmente en muchos lugares del país, en dónde no existe mayor futuro que mirar al norte.

Diputada por Movimiento Ciudadano.

El día internacional de la justicia socialde este año, seha dedicado a las y los trabajadores migrantes en todo el mundo, y a su búsqueda de una mejor calidad de vida que en el camino ha transformado tanto a los países de origen, como a los de destino. México y Estados Unidos, sin duda sonejemplo de ello. El año pasado más de 450 mil millones de dólares fluyeron como remesas a todo el mundo, y con ello las economías de decenas de países se mantuvieron a flote, demostrando cuán grande son los sueños de quienes se aventuran a buscar una mejor vida fuera de sus fronteras.

Las causas de la desigualdad social, son en muchas ocasiones, las mismas que originan las migraciones, y éstas al no ser asimiladas por los países receptores se convierten también en olas de pobreza y miseria, que tarde o temprano reflejan las paradojas del capitalismo. Hasta hace no mucho, la evolución de la desigualdad social se explicaba con la llamada curva de Kuznets, y se decía que, en un país en desarrollo a medida que aumenta su PIB, el ingreso tiende a concentrarse, sin embargo, cuando se alcanza cierto nivel, la desigualdad disminuye.

A pesar de esto, variables tan complejas como la migración generan efectos a los que los gobiernos deben responder con políticas sociales, enfocadas a través de un principio de justicia que ponga de frente a quienes se encuentran en mayor vulnerabilidad, siendo este el caso de migrantes refugiados o asilados, entre otros grupos más.

En México, es posible atestiguar dinámicas en ambos sentidos. Por un lado vemos políticas virtuosas como las que implementa la CDMX, en las que la población migrante ha sido asimilada de manera integral, y en donde además de ser incorporados a la vida laboral, cuenta con apoyos como el seguro de desempleo.

Por otro lado vemos programas como el del voto en el extranjero con el que no se ha logrado que las y los paisanos ejerzan sus derechos políticos en plenitud, o incluso temas tan delicados como la protección consular, que evidencian un enfoque en el que fuera de las fronteras, las y los mexicanos se vuelven ajenos a las políticas públicas.

El economista serbio, Branko Milanovic, decía hace poco en su visita a nuestro país, que uno de los problemas más graves del modelo económico mexicano, reside en los bajísimos salarios que percibe el grueso de la población, lo que genera que las personas con mayores ingresos obtengan anualmente rentas que superan por mucho a las de estos mismos sectores en otros países.

En México el aumento al salario mínimo debe ser una discusión presente no sólo en espacios como las rondas de negociación del NAFTA, sino también en el legislativo, y principalmente en el Ejecutivo. No podremos aspirar a una justicia social plena, mientras no existan los mecanismos y herramientas para garantizar una redistribución del ingreso más equitativa, que permita revertir el índice de GINI que ronda los 0.5 puntos, y transformar la vida de los casi 60 millones de personas que viven en algún tipo de pobreza en el país.

Es necesario que la inversión pública tenga un carácter inminentemente social, que el acceso a una educación universitaria y profesional, sean la vía para la movilidad social, pero también que los esquemas laborales, y de acceso a la salud universal, tengan como prioridad no sólo mejorar las cifras, sino la calidad de vida de la ciudadanía.

Debemos consolidar un sistema de regulaciones laborales y fiscales que dignifiquen los ingresos, no sólo se trata de un tema de progresividad, sino de hacer que el trabajo bien remunerado sea el medio para que la gente vea futuro y calidad de vida en México, y no fuera de sus fronteras como ha sido tradicionalmente en muchos lugares del país, en dónde no existe mayor futuro que mirar al norte.

Diputada por Movimiento Ciudadano.