/ lunes 12 de abril de 2021

La lenta y larga marcha de la industria mexicana

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico


La única forma de superar la herencia negativa del modelo económico neoliberal es contar con una Política Industrial Integral que sea pertinente para superar los rezagos históricos que México tiene en materia socioeconómica: pobreza, bajo crecimiento, limitada inversión productiva, escasa productividad y competitividad.

De igual forma la política industrial es necesaria para incorporar el avance tecnológico que se ha gestado bajo lo que se conoce como la Industria 4.0 y cuyo avance se aceleró con la crisis global.

Por último, el desarrollo industrial es el mecanismo que las naciones desarrolladas están utilizando para enfrentar las consecuencias negativas que la recesión asociada al COVID-19 ha generado.

Además, México debe considerar la persistente debilidad del sector industrial nacional. De acuerdo con el INEGI, en febrero la actividad industrial retrocedió (-) 3.1% por lo que acumula 24 caídas consecutivas y 28 en los últimos 29 meses.

Al interior del sector fabril, la minería creció 0.6%, con lo cual rompió una racha de 12 meses de tasas anuales negativas. Por su parte la construcción disminuyó (-) 5.3% y contabiliza 30 meses de variaciones anuales negativas en 31 meses y 25 de forma consecutiva.

Las manufacturas presentaron una minusvalía de (-) 3.1%, la segunda al hilo y 17 en 18 meses. Finalmente, la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final bajó (-) 9.8%: registra un año con datos negativos.

Si bien en febrero la industria mexicana exhibió un ligero crecimiento respecto a enero pasado (0.4%), puede plantearse que ello es producto de una recuperación asociada a la manufactura de exportación en tanto que la actividad vinculada al mercado interno sigue reflejando la debilidad causada tanto por la situación estructural de la industria mexicana como por las afectaciones causadas por el COVID-19.

Bajo el contexto descrito, y en función de que sectores como el automotriz y el eléctrico se encuentran en un periodo de incertidumbre, se refrenda la perspectiva de que será hasta el mes de abril cuando se comience a observar tasas anuales positivas.

La exportación de manufacturas (equipo eléctrico, electrónico, de cómputo, maquinaria y equipo y parcialmente el automotriz) será el principal factor de la recuperación.

La construcción y la minería también exhibirán mejores resultados, sin embargo, su proceso será más lento porque se requiere acelerar el proceso de inversión productiva y ampliar la base de proyectos productivos y de infraestructura.

La industria eléctrica vive un proceso de transición que afectó la inversión requerida para modernizar su infraestructura. Dicha tendencia no se revertirá hasta que termine esa definición legal y que el sector público destine más recursos para impulsar el sector.

Sin mayor inversión se mantendrá la tendencia negativa que exhibe la capacidad potencial de la industria nacional: la herencia negativa de no contar con una política industrial y pensar que el comercio exterior era suficiente, un desequilibrio estructural que se exacerbó con la aparición del COVID-19.

La verdadera acta de defunción del modelo neoliberal es contar con una política industrial que impulse el desarrollo social a través de bases productivas endógenas que sean capaces de competir y asociarse a nivel global.

Sin política industrial México seguirá viviendo bajo la lógica de una política económica gestada bajo la sombra de ajustes restrictivos a las finanzas públicas que han marcado la senda de bajo crecimiento y desarrollo registrada durante los últimos 40 años.




Te recomendamos el podcast ⬇️

Spotify

Apple Podcasts

Google Podcasts

Acast

Deezer

Amazon Music


Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico


La única forma de superar la herencia negativa del modelo económico neoliberal es contar con una Política Industrial Integral que sea pertinente para superar los rezagos históricos que México tiene en materia socioeconómica: pobreza, bajo crecimiento, limitada inversión productiva, escasa productividad y competitividad.

De igual forma la política industrial es necesaria para incorporar el avance tecnológico que se ha gestado bajo lo que se conoce como la Industria 4.0 y cuyo avance se aceleró con la crisis global.

Por último, el desarrollo industrial es el mecanismo que las naciones desarrolladas están utilizando para enfrentar las consecuencias negativas que la recesión asociada al COVID-19 ha generado.

Además, México debe considerar la persistente debilidad del sector industrial nacional. De acuerdo con el INEGI, en febrero la actividad industrial retrocedió (-) 3.1% por lo que acumula 24 caídas consecutivas y 28 en los últimos 29 meses.

Al interior del sector fabril, la minería creció 0.6%, con lo cual rompió una racha de 12 meses de tasas anuales negativas. Por su parte la construcción disminuyó (-) 5.3% y contabiliza 30 meses de variaciones anuales negativas en 31 meses y 25 de forma consecutiva.

Las manufacturas presentaron una minusvalía de (-) 3.1%, la segunda al hilo y 17 en 18 meses. Finalmente, la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final bajó (-) 9.8%: registra un año con datos negativos.

Si bien en febrero la industria mexicana exhibió un ligero crecimiento respecto a enero pasado (0.4%), puede plantearse que ello es producto de una recuperación asociada a la manufactura de exportación en tanto que la actividad vinculada al mercado interno sigue reflejando la debilidad causada tanto por la situación estructural de la industria mexicana como por las afectaciones causadas por el COVID-19.

Bajo el contexto descrito, y en función de que sectores como el automotriz y el eléctrico se encuentran en un periodo de incertidumbre, se refrenda la perspectiva de que será hasta el mes de abril cuando se comience a observar tasas anuales positivas.

La exportación de manufacturas (equipo eléctrico, electrónico, de cómputo, maquinaria y equipo y parcialmente el automotriz) será el principal factor de la recuperación.

La construcción y la minería también exhibirán mejores resultados, sin embargo, su proceso será más lento porque se requiere acelerar el proceso de inversión productiva y ampliar la base de proyectos productivos y de infraestructura.

La industria eléctrica vive un proceso de transición que afectó la inversión requerida para modernizar su infraestructura. Dicha tendencia no se revertirá hasta que termine esa definición legal y que el sector público destine más recursos para impulsar el sector.

Sin mayor inversión se mantendrá la tendencia negativa que exhibe la capacidad potencial de la industria nacional: la herencia negativa de no contar con una política industrial y pensar que el comercio exterior era suficiente, un desequilibrio estructural que se exacerbó con la aparición del COVID-19.

La verdadera acta de defunción del modelo neoliberal es contar con una política industrial que impulse el desarrollo social a través de bases productivas endógenas que sean capaces de competir y asociarse a nivel global.

Sin política industrial México seguirá viviendo bajo la lógica de una política económica gestada bajo la sombra de ajustes restrictivos a las finanzas públicas que han marcado la senda de bajo crecimiento y desarrollo registrada durante los últimos 40 años.




Te recomendamos el podcast ⬇️

Spotify

Apple Podcasts

Google Podcasts

Acast

Deezer

Amazon Music