/ miércoles 5 de diciembre de 2018

La magia del poder

Última hora: Que entre los posibles compradores del avión presidencial, estacionado en California, figura el ex presidente norteamericano Barack Obama, quien siempre envidió el medio de transporte de su homólogo Enrique Peña Nieto; un avión que ni Obama tiene, repitió en su campaña el finalmente triunfador en las elecciones, Andrés Manuel López Obrador.

Hay en el ambiente político de los primeros días del nuevo gobierno otros rumores, versiones y especulaciones no menos fantásticos: que en breve se anunciará la integración de un consejo nacional de chamanes para asesorar a la administración en la solución de la cantidad de fierros que el nuevo gobierno tiene en la lumbre. Como lo hicieron al entregar el bastón de mando de los grupos indígenas al presidente López Obrador en una ceremonia pagano-religiosa celebrada en la Plaza de la Constitución, los chamanes, espiritistas y uno que otro cristiano que formarían el consejo preparan actos similares al del zócalo capitalino para proponer soluciones mágicas a los proyectos del nuevo gobierno que así lo requieran.

Con invocaciones de espíritus benefactores, los chamanes del consejo asesor abordarían problemas como convencer a los escépticos de que los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa siguen vivos, que no murieron incinerados en el basurero de Iguala. Será una nueva versión de verdad histórica, en la que los desaparecidos serán los más de cien detenidos, sometidos a proceso y confesos de haber participado en el asesinato de los jóvenes normalistas. Otra encomienda del consejo chamán sería la venta de 70 aviones y helicópteros por parte de compradores norteamericanos, luego de ser exhibidos como muestra de los abusos de los corruptos del pasado.

Desde su toma de posesión, Andrés Manuel López Obrador ofreció la liquidación del modelo neoliberal que por espacio de más de 30 años ha fracasado en promover el crecimiento y el desarrollo del país. La corrupción, la impunidad y los privilegios de la mafia del poder son vistos por López Obrador como las causas principales, si no las únicas de los males del neoliberalismo. Para atacarlos, no acude en principio a la capacidad, la preparación y la formación académica de una nueva clase política y de nuevas formas de gobierno con las que, afirma, llega su administración.

Sustituir el modelo neoliberal con fórmulas del pasado como el estabilizador, al que la izquierda de entonces atacó con furia, o hacerlo con las mismas recetas del mercado y la globalización no es suficiente para la transformación que López Obrador propone. Esa incongruencia se manifiesta en la expresión de formas, que en rigor son fondo, como el intercambio de elogios y la mutua admiración entre el presidente más neoliberal y conservador, Donald Trump y el pretendido antineoliberal López Obrador.

El nuevo gobierno espanta a los mercados con obras canceladas, enajenación de activos y poses populistas para luego tratar de tranquilizarlos con soluciones típicamente neoliberales como la recompra de mil 800 millones de dólares de bonos que se tirarán a la basura con el sólo beneficio de quienes en principio los adquirieron. El erario del país sufre así otra pérdida no menos importante, con la segura demolición de las obras del aeropuerto de Texcoco.

Como durante su campaña, Andrés Manuel López Obrador sigue viendo adversarios a quienes combatir y a los que identifica como los conservadores, los rapaces y la mafia del poder. Los necesita en el papel o en el imaginario colectivo. Acabar con ellos requiere de soluciones prácticas, viables y lógicas, que no la magia del poder.

Última hora: Que entre los posibles compradores del avión presidencial, estacionado en California, figura el ex presidente norteamericano Barack Obama, quien siempre envidió el medio de transporte de su homólogo Enrique Peña Nieto; un avión que ni Obama tiene, repitió en su campaña el finalmente triunfador en las elecciones, Andrés Manuel López Obrador.

Hay en el ambiente político de los primeros días del nuevo gobierno otros rumores, versiones y especulaciones no menos fantásticos: que en breve se anunciará la integración de un consejo nacional de chamanes para asesorar a la administración en la solución de la cantidad de fierros que el nuevo gobierno tiene en la lumbre. Como lo hicieron al entregar el bastón de mando de los grupos indígenas al presidente López Obrador en una ceremonia pagano-religiosa celebrada en la Plaza de la Constitución, los chamanes, espiritistas y uno que otro cristiano que formarían el consejo preparan actos similares al del zócalo capitalino para proponer soluciones mágicas a los proyectos del nuevo gobierno que así lo requieran.

Con invocaciones de espíritus benefactores, los chamanes del consejo asesor abordarían problemas como convencer a los escépticos de que los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa siguen vivos, que no murieron incinerados en el basurero de Iguala. Será una nueva versión de verdad histórica, en la que los desaparecidos serán los más de cien detenidos, sometidos a proceso y confesos de haber participado en el asesinato de los jóvenes normalistas. Otra encomienda del consejo chamán sería la venta de 70 aviones y helicópteros por parte de compradores norteamericanos, luego de ser exhibidos como muestra de los abusos de los corruptos del pasado.

Desde su toma de posesión, Andrés Manuel López Obrador ofreció la liquidación del modelo neoliberal que por espacio de más de 30 años ha fracasado en promover el crecimiento y el desarrollo del país. La corrupción, la impunidad y los privilegios de la mafia del poder son vistos por López Obrador como las causas principales, si no las únicas de los males del neoliberalismo. Para atacarlos, no acude en principio a la capacidad, la preparación y la formación académica de una nueva clase política y de nuevas formas de gobierno con las que, afirma, llega su administración.

Sustituir el modelo neoliberal con fórmulas del pasado como el estabilizador, al que la izquierda de entonces atacó con furia, o hacerlo con las mismas recetas del mercado y la globalización no es suficiente para la transformación que López Obrador propone. Esa incongruencia se manifiesta en la expresión de formas, que en rigor son fondo, como el intercambio de elogios y la mutua admiración entre el presidente más neoliberal y conservador, Donald Trump y el pretendido antineoliberal López Obrador.

El nuevo gobierno espanta a los mercados con obras canceladas, enajenación de activos y poses populistas para luego tratar de tranquilizarlos con soluciones típicamente neoliberales como la recompra de mil 800 millones de dólares de bonos que se tirarán a la basura con el sólo beneficio de quienes en principio los adquirieron. El erario del país sufre así otra pérdida no menos importante, con la segura demolición de las obras del aeropuerto de Texcoco.

Como durante su campaña, Andrés Manuel López Obrador sigue viendo adversarios a quienes combatir y a los que identifica como los conservadores, los rapaces y la mafia del poder. Los necesita en el papel o en el imaginario colectivo. Acabar con ellos requiere de soluciones prácticas, viables y lógicas, que no la magia del poder.