/ miércoles 18 de septiembre de 2019

La mancha de la noche del 15

Tomo la palabra a mis adversarios en busca de la unidad y la reconciliación, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia de prensa mañanera del día de ayer. En realidad, la intención del presidente no sería aceptación, sino oferta de terminar con los ataques verbales, las descalificaciones y los denuestos que a diario prodiga a la parte de la sociedad a la que considera neoliberal, conservadora o prensa fifí al servicio de poderosos intereses. Las palabras de López Obrador parecerían anunciar una tregua en su batalla contra el pasado, cuyos efectos han sido precisamente provocar división y encono en la sociedad.

El propósito enunciado de reconciliación por López Obrador habría aparecido con el tono en el que se desarrollaron las festividades y la ceremonia del 15 de Septiembre, en un ambiente que ha generado los más positivos comentarios en la opinión pública del país. La arenga desde el balcón central de Palacio Nacional incluyó una serie de nombres y temas coreados por la enorme multitud reunida en la Plaza de la Constitución en la que no se incluyó, contra lo que se esperaba, las ya habituales frases en contra de la corrupción de administraciones anteriores. Hasta ahí todo iba bien, en un marco de solemnidad republicana y austeridad con la que López Obrador quiere significar a su gobierno. Apenas unas cuantas consignas del catálogo de denuestos hacia el pasado surgían de un grupo de manifestantes sin duda ubicados en sitios estratégicos de la gran plaza, repetidas por la mayor parte del resto de los asistentes a la celebración.

La atmósfera de tranquilidad que prevalecía desde el comienzo de las ceremonias se rompió poco antes de concluido el acto. Los altavoces de toda la plaza y los micrófonos de los medios de comunicación recogían la voz, a capela, de Eugenia León entonando las notas de La Paloma con letra de una larga letanía que en versos reproducía, uno a uno, los temas que el presidente repite, destinados a imaginarios adversarios, los mismos a los que afirmó tomar la palabra para alcanzar la paz, la tranquilidad, la reconciliación y la unidad nacional.

La ceremonia conmemorativa de la Independencia siguió en todo momento un libreto preestablecido al que se sujetó el programa, que tuvo momentos de indiscutible brillantez. Por ejemplo, la participación de los grupos de danzas representativas de todas las entidades de la República. Los valores y las tradiciones del arte del país, expresados en la celebración mostraban una voluntad de unidad y conciliación en torno a propósitos que nos son comunes. La opinión pública, la totalidad de los comentaristas y analistas han celebrado, con justa razón esa manifestación de convergencia nacional, de indiscutible claridad.

Pero el libreto de la fiesta popular estaba conformado. No había improvisaciones en el programa encargado al director del Instituto del Seguro Social, Soé Robledo, lo mismo que a la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto. Nada podía apartarse de la directriz, del pensamiento y los propósitos del presidente de la República. El canto entonado por Eugenia León, aunque pareciera anticlimático en la mesura republicana en la que se desarrollaba, no pudo ser idea surgida de momento ni una improvisación que no estuviera programada.

Horas después, el presidente de la República afirma estar dispuesto a dejar atrás la guerra de palabras y amenazas en contra de sectores de la sociedad a los que considera sus enemigos. Acepta, dice, la diversidad de criterios, puntos de vista o ideologías. No es exigiendo el pensamiento único, estigmatizando, insultando al que disiente como se logrará la armonía, la paz y la tranquilidad en el país.

srio28prodigy.net.mx

Tomo la palabra a mis adversarios en busca de la unidad y la reconciliación, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia de prensa mañanera del día de ayer. En realidad, la intención del presidente no sería aceptación, sino oferta de terminar con los ataques verbales, las descalificaciones y los denuestos que a diario prodiga a la parte de la sociedad a la que considera neoliberal, conservadora o prensa fifí al servicio de poderosos intereses. Las palabras de López Obrador parecerían anunciar una tregua en su batalla contra el pasado, cuyos efectos han sido precisamente provocar división y encono en la sociedad.

El propósito enunciado de reconciliación por López Obrador habría aparecido con el tono en el que se desarrollaron las festividades y la ceremonia del 15 de Septiembre, en un ambiente que ha generado los más positivos comentarios en la opinión pública del país. La arenga desde el balcón central de Palacio Nacional incluyó una serie de nombres y temas coreados por la enorme multitud reunida en la Plaza de la Constitución en la que no se incluyó, contra lo que se esperaba, las ya habituales frases en contra de la corrupción de administraciones anteriores. Hasta ahí todo iba bien, en un marco de solemnidad republicana y austeridad con la que López Obrador quiere significar a su gobierno. Apenas unas cuantas consignas del catálogo de denuestos hacia el pasado surgían de un grupo de manifestantes sin duda ubicados en sitios estratégicos de la gran plaza, repetidas por la mayor parte del resto de los asistentes a la celebración.

La atmósfera de tranquilidad que prevalecía desde el comienzo de las ceremonias se rompió poco antes de concluido el acto. Los altavoces de toda la plaza y los micrófonos de los medios de comunicación recogían la voz, a capela, de Eugenia León entonando las notas de La Paloma con letra de una larga letanía que en versos reproducía, uno a uno, los temas que el presidente repite, destinados a imaginarios adversarios, los mismos a los que afirmó tomar la palabra para alcanzar la paz, la tranquilidad, la reconciliación y la unidad nacional.

La ceremonia conmemorativa de la Independencia siguió en todo momento un libreto preestablecido al que se sujetó el programa, que tuvo momentos de indiscutible brillantez. Por ejemplo, la participación de los grupos de danzas representativas de todas las entidades de la República. Los valores y las tradiciones del arte del país, expresados en la celebración mostraban una voluntad de unidad y conciliación en torno a propósitos que nos son comunes. La opinión pública, la totalidad de los comentaristas y analistas han celebrado, con justa razón esa manifestación de convergencia nacional, de indiscutible claridad.

Pero el libreto de la fiesta popular estaba conformado. No había improvisaciones en el programa encargado al director del Instituto del Seguro Social, Soé Robledo, lo mismo que a la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto. Nada podía apartarse de la directriz, del pensamiento y los propósitos del presidente de la República. El canto entonado por Eugenia León, aunque pareciera anticlimático en la mesura republicana en la que se desarrollaba, no pudo ser idea surgida de momento ni una improvisación que no estuviera programada.

Horas después, el presidente de la República afirma estar dispuesto a dejar atrás la guerra de palabras y amenazas en contra de sectores de la sociedad a los que considera sus enemigos. Acepta, dice, la diversidad de criterios, puntos de vista o ideologías. No es exigiendo el pensamiento único, estigmatizando, insultando al que disiente como se logrará la armonía, la paz y la tranquilidad en el país.

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