/ domingo 19 de septiembre de 2021

La manipulación y el discurso del poder

“Controlando al menos una parte del discurso público, las élites de poder son capaces de controlar, al menos, una parte de las mentes de algunas personas”, sostiene Teun A. van Dijk, uno de los grandes fundadores del llamado análisis crítico del discurso, hoy en día estudio de carácter transdisciplinario.

Aserto que confirma el psicoanálisis y que evidenció el propio Michel Foucault, al explicar que el discurso no sólo es lo que muestra o esconde el deseo, sino que es el objeto mismo del deseo que expresa las luchas y sistemas de dominio, al grado de ser aquello por lo que, y por medio de lo cual, se lucha: “el poder del que quiere uno adueñarse”, pues en la medida que el poder coercitivo se adueña de los cuerpos, su discurso se apodera de las voluntades y, en consecuencia, de sus actos. A partir de ese momento, el hombre se percata que tampoco tiene derecho a decirlo todo y que su voluntad de verdad es coartada igualmente por dicho poder. ¿Cómo se manifiesta? De acuerdo con van Dijk, las formas de dominación más evidentes son el abuso del poder y la desigualdad social que se representan, reproducen, legitima y resisten en el texto y habla de determinados contextos socio-políticos. Concepción que, a su vez, hunde sus raíces en la Escuela de Frankfurt y en los trabajos de Rasmussen, Swindal, Agger, Fowler y Mey, quienes han investigado sobre cómo las estructuras discursivas representan, confirman, legitiman y desafían las relaciones de dominación.

Ahora bien, es evidente que en tanto el discurso corresponde al micronivel del orden social, al macro pertenecen dominación, desigualdad y poder. Sí, el “kratos”, ejerciendo su control y ejercicio a cargo de múltiples actores en diversos espacios. No obstante, desde el momento en que quien ejerce el poder hace uso de éste a través del discurso, logra -como antes se dijo- controlar de modo directo las mentes e indirectamente las acciones de terceros, pero además mediante su control discursivo establece los tópicos, los detalles del estilo léxico, el significado proposicional, los recursos retóricos y las estructuras descriptivas, haciendo de ello un caldo de cultivo ideal para todo tipo de extralimitaciones desde el “kratos”. Y es que la persuasión discursiva no sólo busca incidir en el conocimiento y en la opinión específica de su destinatario, también en las actitudes e ideologías de determinados sectores de la sociedad al influir en las estructuras de los modelos mentales de sus destinatarios, deviniendo en una total manipulación ideológica.

Manipulación que será cada vez mayor conforme más se incremente y reitere la repetición discursiva, al grado de desembocar en un verdadero adoctrinamiento. Condicionamiento que será tanto mayor cuanto mayor sea la confiabilidad o jerarquía del vocero discursivo y cuanto mayor manejo semántico éste emplee, al ser la dominación discursiva de suyo ilegítima, por ser siempre en favor del manipulador y en perjuicio del manipulado. De igual forma, el uso de metáforas, expresiones léxicas peyorativas y pasivas genéricas, son de enorme importancia en el manejo cratodiscursivo, pues el hecho de que el discurso dominante y el control mental busquen la polarización social intergrupal a partir de la confrontación de ideologías, exaltando cosas buenas de un determinado sector y haciendo ver como malas las de otro, da lugar a lo que van Dijk ha llamado el “cuadrado ideológico”. Un mecanismo perfecto por medio del cual, una vez que se ha influido en la cognición personal y social, se logra el control de la acción social.

¿Cómo identificar al cratodiscurso? A partir del empleo de figuras morfológicas denigrativas respecto a determinados actores o sectores de la sociedad; de la introducción de formas léxicas que descalifican e insultan; del manejo de pronombres específicos para diferenciar a los distintos grupos (en particular los opositores); del uso de una sintaxis pasiva y un léxico sectario que minimicen o “justifiquen” los actos delincuenciales; de la explotación de narrativas tendenciosas; del control temático conversacional; del uso semiótico adulterado de todo tipo de imágenes (pinturas, fotos, películas) y explotación de actitudes y formas expresivas determinadas (volumen, lentitud, énfasis). Todos ellos, mecanismos “poderosos por sus efectos sociales y por el control mental y de las acciones de los receptores”.

La pregunta sería: ¿es esto un fenómeno nuevo? Lamentablemente no. Los regímenes totalitarios dan fe de ello, pero se ha agudizado debido a que el avance de los medios electrónicos ha facultado mayor penetración al cratodiscurso, principalmente entre amplios sectores populares, aprovechándose de ello quien detenta el poder y siembra -como en días pasados- eufemismos a modo tipo el de “descolonización”. Antes sería mejor recordar lo dicho por Gabriel Marcel, quien advirtió el peligro de que cuanto más creemos nuestra la propiedad de las ideas, más éstas ejercen sobre nosotros su “ascendiente tiránico”: no otro que el germen de la espuria fanatización de la conciencia social.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

“Controlando al menos una parte del discurso público, las élites de poder son capaces de controlar, al menos, una parte de las mentes de algunas personas”, sostiene Teun A. van Dijk, uno de los grandes fundadores del llamado análisis crítico del discurso, hoy en día estudio de carácter transdisciplinario.

Aserto que confirma el psicoanálisis y que evidenció el propio Michel Foucault, al explicar que el discurso no sólo es lo que muestra o esconde el deseo, sino que es el objeto mismo del deseo que expresa las luchas y sistemas de dominio, al grado de ser aquello por lo que, y por medio de lo cual, se lucha: “el poder del que quiere uno adueñarse”, pues en la medida que el poder coercitivo se adueña de los cuerpos, su discurso se apodera de las voluntades y, en consecuencia, de sus actos. A partir de ese momento, el hombre se percata que tampoco tiene derecho a decirlo todo y que su voluntad de verdad es coartada igualmente por dicho poder. ¿Cómo se manifiesta? De acuerdo con van Dijk, las formas de dominación más evidentes son el abuso del poder y la desigualdad social que se representan, reproducen, legitima y resisten en el texto y habla de determinados contextos socio-políticos. Concepción que, a su vez, hunde sus raíces en la Escuela de Frankfurt y en los trabajos de Rasmussen, Swindal, Agger, Fowler y Mey, quienes han investigado sobre cómo las estructuras discursivas representan, confirman, legitiman y desafían las relaciones de dominación.

Ahora bien, es evidente que en tanto el discurso corresponde al micronivel del orden social, al macro pertenecen dominación, desigualdad y poder. Sí, el “kratos”, ejerciendo su control y ejercicio a cargo de múltiples actores en diversos espacios. No obstante, desde el momento en que quien ejerce el poder hace uso de éste a través del discurso, logra -como antes se dijo- controlar de modo directo las mentes e indirectamente las acciones de terceros, pero además mediante su control discursivo establece los tópicos, los detalles del estilo léxico, el significado proposicional, los recursos retóricos y las estructuras descriptivas, haciendo de ello un caldo de cultivo ideal para todo tipo de extralimitaciones desde el “kratos”. Y es que la persuasión discursiva no sólo busca incidir en el conocimiento y en la opinión específica de su destinatario, también en las actitudes e ideologías de determinados sectores de la sociedad al influir en las estructuras de los modelos mentales de sus destinatarios, deviniendo en una total manipulación ideológica.

Manipulación que será cada vez mayor conforme más se incremente y reitere la repetición discursiva, al grado de desembocar en un verdadero adoctrinamiento. Condicionamiento que será tanto mayor cuanto mayor sea la confiabilidad o jerarquía del vocero discursivo y cuanto mayor manejo semántico éste emplee, al ser la dominación discursiva de suyo ilegítima, por ser siempre en favor del manipulador y en perjuicio del manipulado. De igual forma, el uso de metáforas, expresiones léxicas peyorativas y pasivas genéricas, son de enorme importancia en el manejo cratodiscursivo, pues el hecho de que el discurso dominante y el control mental busquen la polarización social intergrupal a partir de la confrontación de ideologías, exaltando cosas buenas de un determinado sector y haciendo ver como malas las de otro, da lugar a lo que van Dijk ha llamado el “cuadrado ideológico”. Un mecanismo perfecto por medio del cual, una vez que se ha influido en la cognición personal y social, se logra el control de la acción social.

¿Cómo identificar al cratodiscurso? A partir del empleo de figuras morfológicas denigrativas respecto a determinados actores o sectores de la sociedad; de la introducción de formas léxicas que descalifican e insultan; del manejo de pronombres específicos para diferenciar a los distintos grupos (en particular los opositores); del uso de una sintaxis pasiva y un léxico sectario que minimicen o “justifiquen” los actos delincuenciales; de la explotación de narrativas tendenciosas; del control temático conversacional; del uso semiótico adulterado de todo tipo de imágenes (pinturas, fotos, películas) y explotación de actitudes y formas expresivas determinadas (volumen, lentitud, énfasis). Todos ellos, mecanismos “poderosos por sus efectos sociales y por el control mental y de las acciones de los receptores”.

La pregunta sería: ¿es esto un fenómeno nuevo? Lamentablemente no. Los regímenes totalitarios dan fe de ello, pero se ha agudizado debido a que el avance de los medios electrónicos ha facultado mayor penetración al cratodiscurso, principalmente entre amplios sectores populares, aprovechándose de ello quien detenta el poder y siembra -como en días pasados- eufemismos a modo tipo el de “descolonización”. Antes sería mejor recordar lo dicho por Gabriel Marcel, quien advirtió el peligro de que cuanto más creemos nuestra la propiedad de las ideas, más éstas ejercen sobre nosotros su “ascendiente tiránico”: no otro que el germen de la espuria fanatización de la conciencia social.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli