/ lunes 28 de enero de 2019

La mediación mexicana

Las imágenes de las calles de Venezuela sin duda han abierto el debate no sólo entre los ciudadanos venezolanos, sino en todo el mundo. En plena crisis política y con dos personajes afirmando su legitimidad al mando de la nación bolivariana, México ha volteado a ver a sus principios de política exterior, a su historia, y bajo ese cobijo, ha lanzado junto con Uruguay la propuesta de intervenir con buenos oficios nuevamente para mediar un conflicto en Latinoamérica.

Si bien la creciente tensión que se vive en la hermana nación venezolana ha levantado los ánimos de propios y ajenos, poco es lo que se ha mirado a la historia y al derecho internacional, sobre esta oleada de reconocimientos y desconocimientos internacionales hacia quienes suponen detentar el poder en Venezuela.

En el terreno del Derecho Internacional, los reconocimientos de gobierno se sitúan aún en el ámbito del derecho consuetudinario, sin embargo, es práctica reconocida aún mediante posiciones opuestas como lo pueden ser la Doctrina Estrada, y la Doctrina Tobar. A pesar de esto, lo que ha sucedido en Venezuela, va más allá de las propias posiciones de las naciones, en particular de la de Estados Unidos, que en voz de Trump se ha adelantado a reconocer a Juan Guaidó, o la de Rusia, que se ha mostrado abiertamente en contra de cualquier tentación de intervención extranjera.

México, sin embargo, ha buscado en su tradición de política exterior más firme y prestigiosa, la mediación, una salida a la necesidad de fijar posición alguna. Si bien, Juárez y Genaro Estrada son el referente y la justificación, muchas voces han alzado la voz sobre un terreno en el que no debería defenderse lo indefendible.

En el pasado, nuestro país ha ofrecido sus buenos oficios, para participar en el diálogo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), también lo ha hecho para distensar entre Nicaragua y Costa Rica por conflictos fronterizos. Sin embargo, una de sus labores más importantes, y mayormente reconocidas en el mundo ha sido la mediar en varios momentos, la relación de la Cuba revolucionaria con Washington.

El escenario en el que hoy nuestro país se muestra dispuesto a ser puente para la paz, es uno en extremo complejo. Tras la muerte de Hugo Chávez en 2013, Nicolás Maduro tomó las riendas de la nación bolivariana, y a 6 años de esto, la tremenda caída en los precios del petróleo trajo consigo profundas problemáticas.

La disminución del PIB venezolano en un 15%, una inflación desmedida, una tasa de desempleo de hasta el 34%, aunado a un desabasto de productos básicos y servicios, han generado una fuerte presión social, que ha tenido eco mundial. El escenario es complejo, pues ante una derecha que ha esperado este momento por años, es quizá la primera vez que el país latinoamericano se encuentra al borde del estallido social.

Para quienes ven en la abstención de México a la resolución de la Organización de los Estados Americanos que declara a Maduro un Presidente ilegítimo, una mala posición, niegan de facto ese aparato doctrinario que legó a nuestro país una historia llena de movimientos libertarios. México tiene una gran oportunidad de protagonizar la mediación de uno de los conflictos más importantes de la región en los últimos años.

Las imágenes de las calles de Venezuela sin duda han abierto el debate no sólo entre los ciudadanos venezolanos, sino en todo el mundo. En plena crisis política y con dos personajes afirmando su legitimidad al mando de la nación bolivariana, México ha volteado a ver a sus principios de política exterior, a su historia, y bajo ese cobijo, ha lanzado junto con Uruguay la propuesta de intervenir con buenos oficios nuevamente para mediar un conflicto en Latinoamérica.

Si bien la creciente tensión que se vive en la hermana nación venezolana ha levantado los ánimos de propios y ajenos, poco es lo que se ha mirado a la historia y al derecho internacional, sobre esta oleada de reconocimientos y desconocimientos internacionales hacia quienes suponen detentar el poder en Venezuela.

En el terreno del Derecho Internacional, los reconocimientos de gobierno se sitúan aún en el ámbito del derecho consuetudinario, sin embargo, es práctica reconocida aún mediante posiciones opuestas como lo pueden ser la Doctrina Estrada, y la Doctrina Tobar. A pesar de esto, lo que ha sucedido en Venezuela, va más allá de las propias posiciones de las naciones, en particular de la de Estados Unidos, que en voz de Trump se ha adelantado a reconocer a Juan Guaidó, o la de Rusia, que se ha mostrado abiertamente en contra de cualquier tentación de intervención extranjera.

México, sin embargo, ha buscado en su tradición de política exterior más firme y prestigiosa, la mediación, una salida a la necesidad de fijar posición alguna. Si bien, Juárez y Genaro Estrada son el referente y la justificación, muchas voces han alzado la voz sobre un terreno en el que no debería defenderse lo indefendible.

En el pasado, nuestro país ha ofrecido sus buenos oficios, para participar en el diálogo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), también lo ha hecho para distensar entre Nicaragua y Costa Rica por conflictos fronterizos. Sin embargo, una de sus labores más importantes, y mayormente reconocidas en el mundo ha sido la mediar en varios momentos, la relación de la Cuba revolucionaria con Washington.

El escenario en el que hoy nuestro país se muestra dispuesto a ser puente para la paz, es uno en extremo complejo. Tras la muerte de Hugo Chávez en 2013, Nicolás Maduro tomó las riendas de la nación bolivariana, y a 6 años de esto, la tremenda caída en los precios del petróleo trajo consigo profundas problemáticas.

La disminución del PIB venezolano en un 15%, una inflación desmedida, una tasa de desempleo de hasta el 34%, aunado a un desabasto de productos básicos y servicios, han generado una fuerte presión social, que ha tenido eco mundial. El escenario es complejo, pues ante una derecha que ha esperado este momento por años, es quizá la primera vez que el país latinoamericano se encuentra al borde del estallido social.

Para quienes ven en la abstención de México a la resolución de la Organización de los Estados Americanos que declara a Maduro un Presidente ilegítimo, una mala posición, niegan de facto ese aparato doctrinario que legó a nuestro país una historia llena de movimientos libertarios. México tiene una gran oportunidad de protagonizar la mediación de uno de los conflictos más importantes de la región en los últimos años.