/ sábado 28 de octubre de 2017

La mejor Cataluña de su historia

1.- La actitud del presidente de la Generalitat de Cataluña confirma patrones bien conocidos en la doctrina de los líderes ególatras que en su ambición desbocada de poder, de gloria y de fama, son capaces de arrostrar la destrucción de la sociedad misma que han sido democráticamente elegidos para gobernar, inspirar y preservar unida en su prosperidad. Carles Puigdemont no reposará en el Panteón de España, tal vez no por su insensata decisión de lanzar ese prodigioso rincón del mundo al abismo de la disolución, quizá no por violentar el orden jurídico y quebrantar la paz social, ni aún por encender la mecha de la devastación de la economía: no llegará al mausoleo de los héroes por su falta de gallardía y su timorata vacilación a la hora de asumir su papel de verdugo.

2.- Después de tenderle la mano, intentar por todos los medios disuadirlo de su aventura e invitarlo a volver a la cordura, el presidente de España, ceñido con cuidadoso rigor a los plazos del botón de emergencia previsto en la Constitución para casos de rebelión, ha dispuesto el cese del sedicioso junto con su manejador intelectual Junqueras y el resto de su gobierno, la disolución del parlamento local, y convocatoria a elecciones para el 21 de diciembre. De nada sirvió la estampida de empresas y capitales fuera de la provincia, la abrupta caída del PIB y el rechazo internacional: el líder empujó el movimiento hasta que éste lo desbordó y se asustó al venírsele el tren encima.

3.- Contrario a otros episodios infaustos de la España del siglo XX -una guerra que cercenó al país por generaciones sin cuenta y que apenas en 1977 pudo volver a sentirse una, íntegra y plena, orgullosa y motivada para emparejar y formarse dentro de una Europa que la veía hacia abajo-, la azuzada por Puigdemont y pandilla es una juventud que nunca ha conocido el hambre, la penuria y la esclavitud que padecieron sus ancestros, que la única necesidad que ha tenido es la de sucumbir ante el espejismo de “ganar su libertad”, curioso en un país que ha abusado hasta del libertinaje.

4.- Qué será de estos jóvenes dentro de dos o tres años, que volverán a los oficios de sus abuelos, se preguntaba un antiguo comunista español sobre esta desafortunada crisis, que un grupo de aventureros ha sabido desatar pero ignora cómo va a detenerse. Es previsible que las medidas que ha tomado el gobierno español contengan la secesión, incluso que la justicia indulte a sus líderes y que se revierta el desgajamiento. Pero restañar la fractura social, atenuar los ánimos y serenar a una turba engañada, eufórica y embaucada, precisará más tiempo, el de la madurez y la calma que hagan posible recoger los pedazos, recuperar la concordia de los catalanes con ellos mismos y entre todos los españoles.

5.- Aunque parezca una ligereza buscar culpables por la irracionalidad de las organizaciones radicales que han soltado las fieras de la secesión, las que han echado por tierra la mejor Cataluña de su historia, en palabras del gobierno de España, es imposible no pensar en una potencia que ha sembrado el odio, envenenado la entraña y minado la convivencia en la región para servir a sus intereses de dominio. No hay muchos líderes con la precisión, la perversidad y el siniestro sentido de la perfección que puedan urdir una España rota, una Unión Europea extinta, y unos Estados Unidos impotente. Y a diferencia de su injerencia en la Guerra Civil, sin un solo disparo.

6.- En todo caso, gratifica pensar que la energía, el empeño y la terquedad de la sociedad catalana, y España toda, sabrán reconstruirse de este infeliz desmembramiento.

 

camilo@kawage.com

1.- La actitud del presidente de la Generalitat de Cataluña confirma patrones bien conocidos en la doctrina de los líderes ególatras que en su ambición desbocada de poder, de gloria y de fama, son capaces de arrostrar la destrucción de la sociedad misma que han sido democráticamente elegidos para gobernar, inspirar y preservar unida en su prosperidad. Carles Puigdemont no reposará en el Panteón de España, tal vez no por su insensata decisión de lanzar ese prodigioso rincón del mundo al abismo de la disolución, quizá no por violentar el orden jurídico y quebrantar la paz social, ni aún por encender la mecha de la devastación de la economía: no llegará al mausoleo de los héroes por su falta de gallardía y su timorata vacilación a la hora de asumir su papel de verdugo.

2.- Después de tenderle la mano, intentar por todos los medios disuadirlo de su aventura e invitarlo a volver a la cordura, el presidente de España, ceñido con cuidadoso rigor a los plazos del botón de emergencia previsto en la Constitución para casos de rebelión, ha dispuesto el cese del sedicioso junto con su manejador intelectual Junqueras y el resto de su gobierno, la disolución del parlamento local, y convocatoria a elecciones para el 21 de diciembre. De nada sirvió la estampida de empresas y capitales fuera de la provincia, la abrupta caída del PIB y el rechazo internacional: el líder empujó el movimiento hasta que éste lo desbordó y se asustó al venírsele el tren encima.

3.- Contrario a otros episodios infaustos de la España del siglo XX -una guerra que cercenó al país por generaciones sin cuenta y que apenas en 1977 pudo volver a sentirse una, íntegra y plena, orgullosa y motivada para emparejar y formarse dentro de una Europa que la veía hacia abajo-, la azuzada por Puigdemont y pandilla es una juventud que nunca ha conocido el hambre, la penuria y la esclavitud que padecieron sus ancestros, que la única necesidad que ha tenido es la de sucumbir ante el espejismo de “ganar su libertad”, curioso en un país que ha abusado hasta del libertinaje.

4.- Qué será de estos jóvenes dentro de dos o tres años, que volverán a los oficios de sus abuelos, se preguntaba un antiguo comunista español sobre esta desafortunada crisis, que un grupo de aventureros ha sabido desatar pero ignora cómo va a detenerse. Es previsible que las medidas que ha tomado el gobierno español contengan la secesión, incluso que la justicia indulte a sus líderes y que se revierta el desgajamiento. Pero restañar la fractura social, atenuar los ánimos y serenar a una turba engañada, eufórica y embaucada, precisará más tiempo, el de la madurez y la calma que hagan posible recoger los pedazos, recuperar la concordia de los catalanes con ellos mismos y entre todos los españoles.

5.- Aunque parezca una ligereza buscar culpables por la irracionalidad de las organizaciones radicales que han soltado las fieras de la secesión, las que han echado por tierra la mejor Cataluña de su historia, en palabras del gobierno de España, es imposible no pensar en una potencia que ha sembrado el odio, envenenado la entraña y minado la convivencia en la región para servir a sus intereses de dominio. No hay muchos líderes con la precisión, la perversidad y el siniestro sentido de la perfección que puedan urdir una España rota, una Unión Europea extinta, y unos Estados Unidos impotente. Y a diferencia de su injerencia en la Guerra Civil, sin un solo disparo.

6.- En todo caso, gratifica pensar que la energía, el empeño y la terquedad de la sociedad catalana, y España toda, sabrán reconstruirse de este infeliz desmembramiento.

 

camilo@kawage.com

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