/ martes 9 de abril de 2019

La mentira en la política

Hanna Arendt, el 18 de noviembre de 1971, publicó un texto sobre los archivos de la guerra en Vietnam. Allí nos dice que la mentira y el engaño han estado entre nosotros desde el principio de los tiempos y, sobre todo, en las clases gobernantes. Comenzando por aquello que se llama Arcana Imperii: los secretos de Estado. Ese obscuro espacio donde se toman ciertas decisiones y, al cual, la mayoría de los ciudadanos no tenemos acceso. Querido lector: el texto de Hanna Arendt sigue vigente para comprender nuestro mundo y nuestro tiempo.

Arendt nos dice que la verdad no está considerada como una virtud en el mundo de la política y la mentira siempre ha sido utilizada en ese espacio. Aún y cuando, la mentira es común en la carrera por llegar al poder y conservarse en éste, la falacia está olvidada por los estudios de la ciencia política. Existen pocos análisis sobre en qué medida mienten los políticos. Hemos contado cuanto dinero reciben los partidos y cuanto tiempo de radio y televisión utilizan, sin embargo, no sabemos cuánto mienten.

Por raro que parezca, el engaño puede ser mucho más plausible que la verdad, pues es más persuasivo a nuestros oídos. Desde que un político sabe que es lo que la audiencia desea escuchar, lleva una ventaja. Éste ha preparado su narrativa para el consumo del publico, mientras tanto la realidad tiene el pésimo gusto de podernos desconcertar o hacernos enojar. A veces la mentira es mucho más cómoda para nosotros, y para sobrellevar la vida. En el camino del ejercicio del poder existe una capacidad para reescribir la historia, ajustar el pasado a determinada línea de pensamiento e incluso para eliminar los factores que no encajan con cierta ideología. Así mismo, una forma de mentir es desaparecer de la narrativa a ciertas personas, por ejemplo, en el gobierno de Trump un migrante desaparece de entre los seres humanos, se convierte en no persona.

Arendt nos dice que dentro de los géneros de la mentira se han desarrollado dos nuevas formas. El primero, a través de las oficinas de relaciones públicas cuya raíz se encuentra en la sociedad de consumo, se trata de vender productos a través de una publicidad que puede llegar a desinformar o distorsionar la realidad. Dentro de los bienes que están en el mercado nos podemos encontrar a los políticos, los cuales también se venden a través de las oficinas de relaciones públicas. En el segundo caso nos encontramos con los expertos, aquellos que llegaron de las universidades o de los think tanks al gobierno. Los expertos en resolución de problemas gozan de una gran autestima, no dudan en que la teoría de juegos, un análisis sofisticado o un estudio de escenarios resolverán cualquier asunto. Estos cometen el error de despreciar a la realidad. Lo anterior se convierte en otra forma de mentir cuando hablamos de asuntos de gobierno. Estos géneros de la mentira han avanzado mucho en los tiempos modernos, en donde, las redes sociales se han convertido en oficinas de relaciones públicas.

La mentira como instrumento de la política sigue avanzando y el mundo se vuelve más incomprensible. Ojalá los grandes pensadores le dediquen más espacio al estudio de la falacia para podernos explicar la realidad. Necesitamos más métodos y formas para aceptar los hechos, por crudos que sean, y generar soluciones desde la ciudadanía. Esta opinión está basada en el pensamiento de Hanna Arendt, y cualquier error o mala interpretación le es atribuible a un seguro servidor.

Hanna Arendt, el 18 de noviembre de 1971, publicó un texto sobre los archivos de la guerra en Vietnam. Allí nos dice que la mentira y el engaño han estado entre nosotros desde el principio de los tiempos y, sobre todo, en las clases gobernantes. Comenzando por aquello que se llama Arcana Imperii: los secretos de Estado. Ese obscuro espacio donde se toman ciertas decisiones y, al cual, la mayoría de los ciudadanos no tenemos acceso. Querido lector: el texto de Hanna Arendt sigue vigente para comprender nuestro mundo y nuestro tiempo.

Arendt nos dice que la verdad no está considerada como una virtud en el mundo de la política y la mentira siempre ha sido utilizada en ese espacio. Aún y cuando, la mentira es común en la carrera por llegar al poder y conservarse en éste, la falacia está olvidada por los estudios de la ciencia política. Existen pocos análisis sobre en qué medida mienten los políticos. Hemos contado cuanto dinero reciben los partidos y cuanto tiempo de radio y televisión utilizan, sin embargo, no sabemos cuánto mienten.

Por raro que parezca, el engaño puede ser mucho más plausible que la verdad, pues es más persuasivo a nuestros oídos. Desde que un político sabe que es lo que la audiencia desea escuchar, lleva una ventaja. Éste ha preparado su narrativa para el consumo del publico, mientras tanto la realidad tiene el pésimo gusto de podernos desconcertar o hacernos enojar. A veces la mentira es mucho más cómoda para nosotros, y para sobrellevar la vida. En el camino del ejercicio del poder existe una capacidad para reescribir la historia, ajustar el pasado a determinada línea de pensamiento e incluso para eliminar los factores que no encajan con cierta ideología. Así mismo, una forma de mentir es desaparecer de la narrativa a ciertas personas, por ejemplo, en el gobierno de Trump un migrante desaparece de entre los seres humanos, se convierte en no persona.

Arendt nos dice que dentro de los géneros de la mentira se han desarrollado dos nuevas formas. El primero, a través de las oficinas de relaciones públicas cuya raíz se encuentra en la sociedad de consumo, se trata de vender productos a través de una publicidad que puede llegar a desinformar o distorsionar la realidad. Dentro de los bienes que están en el mercado nos podemos encontrar a los políticos, los cuales también se venden a través de las oficinas de relaciones públicas. En el segundo caso nos encontramos con los expertos, aquellos que llegaron de las universidades o de los think tanks al gobierno. Los expertos en resolución de problemas gozan de una gran autestima, no dudan en que la teoría de juegos, un análisis sofisticado o un estudio de escenarios resolverán cualquier asunto. Estos cometen el error de despreciar a la realidad. Lo anterior se convierte en otra forma de mentir cuando hablamos de asuntos de gobierno. Estos géneros de la mentira han avanzado mucho en los tiempos modernos, en donde, las redes sociales se han convertido en oficinas de relaciones públicas.

La mentira como instrumento de la política sigue avanzando y el mundo se vuelve más incomprensible. Ojalá los grandes pensadores le dediquen más espacio al estudio de la falacia para podernos explicar la realidad. Necesitamos más métodos y formas para aceptar los hechos, por crudos que sean, y generar soluciones desde la ciudadanía. Esta opinión está basada en el pensamiento de Hanna Arendt, y cualquier error o mala interpretación le es atribuible a un seguro servidor.

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