/ jueves 14 de marzo de 2019

La mezquina furia personal

La columna de hoy es sobre los popotes de plástico, las hamburguesas y el detergente lavaplatos. También sobre la Capitana Marvel.

No, no me he vuelto loco, o al menos no creo que así sea, pero bastantes personas sí, y su mezquindad llena de rabia es una fuerza más importante en el Estados Unidos moderno de lo que nos gusta pensar.

Los popotes de plástico realmente son una fuente de contaminación oceánica. Aunque nadie está planeando prohibir la carne de res, las vacas flatulentas en realidad son una fuente importante de metano, un poderoso gas de efecto invernadero, y los fosfatos contribuyen a la proliferación de algas tóxicas.

No obstante, la ira de los hombres de la derecha parece provenir de la sugerencia de que estos costos impuestos a los demás significan que los hombres blancos —parece que siempre son los hombres blancos— deberían considerar cambiar su comportamiento, incluso un poco, en aras del interés público. Lo cual me lleva a la Capitana Marvel.

Para aquellos que tienen la fortuna de desconocer el tema, la más reciente película de superhéroes está protagonizada por una mujer y la actriz que la interpreta ha manifestado algunas opiniones medianamente feministas. ¿Y eso qué? Bueno, parece ser que para un número importante de hombres todo esto es bastante amenazador.

La ira hacia Marvel evidentemente recurrió a la misma mezquindad patológica que la ira sobre el popote y la hamburguesa. En realidad, la película parece ser un gran éxito y está recibiendo calificaciones favorables de la audiencia. Esto demuestra que los hombres afligidos con este síndrome son una minoría bastante pequeña.

Sin embargo, no se trata de una minoría sin influencia. Durante algún tiempo, Nunes se encontró entre los políticos más importantes de Washington. La Conferencia de Acción Política Conservadora establece la agenda del partido que controla la Casa Blanca y el Senado. Los berrinches radiofónicos de Tucker Carlson de Fox News que se dieron a conocer hace poco podrían haber salido directo de una de esas extrañas y largas diatribas contra Brie Larson.

La cuestión es que el enojo demente es un factor importante de la vida política moderna de Estados Unidos y de manera abrumadora proviene de un bando. Toda esa conversación sobre los frágiles liberales que son como “copos de nieve” es una proyección. Si en realidad quieren ver a personas iracundas por nimiedades e insultos apenas percibidos, por lo general las encontrarán en la derecha. Tampoco tiene que ver con racismo ni misoginia, aunque, en efecto, estos son componentes importantes del fenómeno, no veo la conexión evidente con la paranoia relacionada con las hamburguesas.

Sólo para ser claro: parafraseando a John Stuart Mill, no estoy diciendo que la mayoría de los conservadores se enfurecen por nimiedades. Más bien, lo que estoy diciendo es que la mayoría de los que están llenos de esa ira son conservadores y en su mayoría alimentan el movimiento. Para decirlo sin contemplaciones, es casi seguro que la mezquindad patológica fue lo que le dio a Donald Trump la victoria en la elección de 2016.

La columna de hoy es sobre los popotes de plástico, las hamburguesas y el detergente lavaplatos. También sobre la Capitana Marvel.

No, no me he vuelto loco, o al menos no creo que así sea, pero bastantes personas sí, y su mezquindad llena de rabia es una fuerza más importante en el Estados Unidos moderno de lo que nos gusta pensar.

Los popotes de plástico realmente son una fuente de contaminación oceánica. Aunque nadie está planeando prohibir la carne de res, las vacas flatulentas en realidad son una fuente importante de metano, un poderoso gas de efecto invernadero, y los fosfatos contribuyen a la proliferación de algas tóxicas.

No obstante, la ira de los hombres de la derecha parece provenir de la sugerencia de que estos costos impuestos a los demás significan que los hombres blancos —parece que siempre son los hombres blancos— deberían considerar cambiar su comportamiento, incluso un poco, en aras del interés público. Lo cual me lleva a la Capitana Marvel.

Para aquellos que tienen la fortuna de desconocer el tema, la más reciente película de superhéroes está protagonizada por una mujer y la actriz que la interpreta ha manifestado algunas opiniones medianamente feministas. ¿Y eso qué? Bueno, parece ser que para un número importante de hombres todo esto es bastante amenazador.

La ira hacia Marvel evidentemente recurrió a la misma mezquindad patológica que la ira sobre el popote y la hamburguesa. En realidad, la película parece ser un gran éxito y está recibiendo calificaciones favorables de la audiencia. Esto demuestra que los hombres afligidos con este síndrome son una minoría bastante pequeña.

Sin embargo, no se trata de una minoría sin influencia. Durante algún tiempo, Nunes se encontró entre los políticos más importantes de Washington. La Conferencia de Acción Política Conservadora establece la agenda del partido que controla la Casa Blanca y el Senado. Los berrinches radiofónicos de Tucker Carlson de Fox News que se dieron a conocer hace poco podrían haber salido directo de una de esas extrañas y largas diatribas contra Brie Larson.

La cuestión es que el enojo demente es un factor importante de la vida política moderna de Estados Unidos y de manera abrumadora proviene de un bando. Toda esa conversación sobre los frágiles liberales que son como “copos de nieve” es una proyección. Si en realidad quieren ver a personas iracundas por nimiedades e insultos apenas percibidos, por lo general las encontrarán en la derecha. Tampoco tiene que ver con racismo ni misoginia, aunque, en efecto, estos son componentes importantes del fenómeno, no veo la conexión evidente con la paranoia relacionada con las hamburguesas.

Sólo para ser claro: parafraseando a John Stuart Mill, no estoy diciendo que la mayoría de los conservadores se enfurecen por nimiedades. Más bien, lo que estoy diciendo es que la mayoría de los que están llenos de esa ira son conservadores y en su mayoría alimentan el movimiento. Para decirlo sin contemplaciones, es casi seguro que la mezquindad patológica fue lo que le dio a Donald Trump la victoria en la elección de 2016.