/ viernes 23 de febrero de 2018

La Moviola

Gerardo Gil B

Hay dos aspectos a destacar en El hilo fantasma (Paul Thomas Anderson, 2017), un derecho y un revés para decirlo de otro modo. El primer caso tiene que ver con la contención de los personajes que transitan en esta historia con una suerte de moderación incómoda y algo maliciosa. Una sobriedad, sin embargo, que no les impide tener momentos climáticos.

En el segundo caso, el juego es algo maniqueo, digamos que tiene un zurcido invisible, ya que a nivel visual, la película con su disfraz de elegancia, que es vestida por la paleta de colores y la fotografía, no se modera en su belleza. Al espectador le resulta evidente esto desde el primer momento y el filme, de algún modo, se excede y se engolosina en estos oficios.

Dicho de otro modo, lo visual está hecho para ser notado, sin ningún tipo de pudor, y los personajes para ser analizados. El maduro y otoñal modisto de señoras, soltero o ya más bien quedado Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis), goza de éxito y prestigio entre la alta sociedad del Londres de la década de los cincuenta. Viste desde celebridades del espectáculo hasta miembros de la realeza. Vive con su hermana, la ya también media pasada Cyril (Lesley Manville), celosa guardiana de todos sus secretos y melindres.

En una crisis creativa, Reynolds decide tomarse unos días en un pueblito, previo viaje en carretera,- escena filmada con cámara detrás del auto para que se reafirme en su intención visual de insistente preciosismo-. Ahí conoce a la bella y simplona de entendederas Alma (Vicky Krieps), la mesera que lo atiende en el restaurante del sobrio hostal donde se hospeda nuestro veterano amigo. Antes de servirle el postre, la chica le espeta en su cara al hombre que es un muchacho hambriento.

La audacia y el coqueteo inicial de los dos dará pie a una relación que por lo menos para Reynolds, no está exento en algún momento de jugar al Pigmalión. Alma, será la musa del artista, previo fino trabajo de pulido, que no está ajeno a la crueldad llena de silencios y a una sensualidad táctil vía las finas telas que debe probarse en su nueva condición de modelo que en un principio a la chica le parece agradable. Pero el juego de roles pueda dar sorpresas.

Paul Thomas Anderson, en su más reciente filme y de nuevo con Daniel Day-Lewis, construye una tensión melodramática por medio de silencios y esa parte es más que afortunada. Comprueba que en muchos casos, en el cine, menos, es más. El espectador, puede transitar por una tersa angustia, que se desahoga en momentos climáticos.

El filme nominado en varias categorías al Oscar: Película, Actor, Director, Actriz de reparto, Vestuario, puede ser la gran sorpresa, sobre todo ahora que Daniel Day-Lewis, ha anunciado su retiro.

Gerardo Gil B

Hay dos aspectos a destacar en El hilo fantasma (Paul Thomas Anderson, 2017), un derecho y un revés para decirlo de otro modo. El primer caso tiene que ver con la contención de los personajes que transitan en esta historia con una suerte de moderación incómoda y algo maliciosa. Una sobriedad, sin embargo, que no les impide tener momentos climáticos.

En el segundo caso, el juego es algo maniqueo, digamos que tiene un zurcido invisible, ya que a nivel visual, la película con su disfraz de elegancia, que es vestida por la paleta de colores y la fotografía, no se modera en su belleza. Al espectador le resulta evidente esto desde el primer momento y el filme, de algún modo, se excede y se engolosina en estos oficios.

Dicho de otro modo, lo visual está hecho para ser notado, sin ningún tipo de pudor, y los personajes para ser analizados. El maduro y otoñal modisto de señoras, soltero o ya más bien quedado Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis), goza de éxito y prestigio entre la alta sociedad del Londres de la década de los cincuenta. Viste desde celebridades del espectáculo hasta miembros de la realeza. Vive con su hermana, la ya también media pasada Cyril (Lesley Manville), celosa guardiana de todos sus secretos y melindres.

En una crisis creativa, Reynolds decide tomarse unos días en un pueblito, previo viaje en carretera,- escena filmada con cámara detrás del auto para que se reafirme en su intención visual de insistente preciosismo-. Ahí conoce a la bella y simplona de entendederas Alma (Vicky Krieps), la mesera que lo atiende en el restaurante del sobrio hostal donde se hospeda nuestro veterano amigo. Antes de servirle el postre, la chica le espeta en su cara al hombre que es un muchacho hambriento.

La audacia y el coqueteo inicial de los dos dará pie a una relación que por lo menos para Reynolds, no está exento en algún momento de jugar al Pigmalión. Alma, será la musa del artista, previo fino trabajo de pulido, que no está ajeno a la crueldad llena de silencios y a una sensualidad táctil vía las finas telas que debe probarse en su nueva condición de modelo que en un principio a la chica le parece agradable. Pero el juego de roles pueda dar sorpresas.

Paul Thomas Anderson, en su más reciente filme y de nuevo con Daniel Day-Lewis, construye una tensión melodramática por medio de silencios y esa parte es más que afortunada. Comprueba que en muchos casos, en el cine, menos, es más. El espectador, puede transitar por una tersa angustia, que se desahoga en momentos climáticos.

El filme nominado en varias categorías al Oscar: Película, Actor, Director, Actriz de reparto, Vestuario, puede ser la gran sorpresa, sobre todo ahora que Daniel Day-Lewis, ha anunciado su retiro.

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