/ sábado 31 de marzo de 2018

La moviola

Distopía Spielberg


@lamoviola

Resulta irónico leer la nota en la que una famosa cadena de comida rápida le ofrece a Steven Spielberg bautizar una hamburguesa con su nombre y el posterior rechazo del director a tal honor, aunque reconoce, que son productos que le gustan.

El asunto tiene su timing ya que esto sucede en el momento del estreno de su más reciente filme Ready Player One, basado en la novela de ciencia ficción de Ernest Cline. Aunque podríamos decir que el tema es meramente spielbergsiano. Con un agregado, un ligero matiz que convierte este trabajo en algo más sólido que la mera anécdota: el mea culpa.

Porque en Ready Player One, la teoría del escritor Mario Vargas sobre la civilización del espectáculo toma fuerza y es razón de ser del relato: la cultura pop, en aras de un triunfo del consumismo, deja de ser exclusivamente un gusto de las masas, para ser una manifestación cultural perse.

Pero Spielberg, como todo creador de su monstruo, reniega y cuestiona el fenómeno. En una capa del filme está el regodeo lúdico a las referencias constantes de la cultura pop estadounidense y del otro, nunca oculta ni soterrada, una visión crítica a una sociedad enajenada con la evasión y el consumismo.

Si la ficción, apunta Vargas Llosa en el libro El viaje de la ficción, fue el primer acto de rebeldía del ser humano, al mostrar su inconformidad con la realidad, en Ready Player One, esta, es mero pretexto para el adocenamiento y la enajenación social. Los Tiempos modernos giran en torno a la evasión.

En el año 2045, Parzival/Wade (Tye Sheridan) un adolescente spielbergsiano por naturaleza: huérfano, virgen y mártir, con mochila en la espalda y tíos que lo maltratan, se propone ganar un juego de realidad virtual: Oasis, con el que podrá controlar el universo paralelo que domina sobre un mundo distópico. Para esto, tendrá que juntar una serie de pistas basadas en la cultura pop de los ochenta.

Contará con la ayuda de un grupo de jóvenes, convenientemente multirracial, entre los que destacan Aech/Helen (Lena Waithe) y Art3mis/Samanthe (Olivia Cooke). Los dos nombres de los personajes, responden a que los adolescentes solo se conocen en la realidad virtual. Por supuesto, no falta un perverso corporativo que desea lo mismo que nuestro protagonista.

En términos generales y visto sin pasiones, el relato es más bien flojo, lento y pesado, pero se legitima por la visión crítica del director a la cultura de enajenación y el grueso del público, se regodea con las constantes referencias.

Por cierto y aunque sea por un momento, signo de los tiempos, Spielberg da mayor importancia y astucia a los personajes femeninos.

Distopía Spielberg


@lamoviola

Resulta irónico leer la nota en la que una famosa cadena de comida rápida le ofrece a Steven Spielberg bautizar una hamburguesa con su nombre y el posterior rechazo del director a tal honor, aunque reconoce, que son productos que le gustan.

El asunto tiene su timing ya que esto sucede en el momento del estreno de su más reciente filme Ready Player One, basado en la novela de ciencia ficción de Ernest Cline. Aunque podríamos decir que el tema es meramente spielbergsiano. Con un agregado, un ligero matiz que convierte este trabajo en algo más sólido que la mera anécdota: el mea culpa.

Porque en Ready Player One, la teoría del escritor Mario Vargas sobre la civilización del espectáculo toma fuerza y es razón de ser del relato: la cultura pop, en aras de un triunfo del consumismo, deja de ser exclusivamente un gusto de las masas, para ser una manifestación cultural perse.

Pero Spielberg, como todo creador de su monstruo, reniega y cuestiona el fenómeno. En una capa del filme está el regodeo lúdico a las referencias constantes de la cultura pop estadounidense y del otro, nunca oculta ni soterrada, una visión crítica a una sociedad enajenada con la evasión y el consumismo.

Si la ficción, apunta Vargas Llosa en el libro El viaje de la ficción, fue el primer acto de rebeldía del ser humano, al mostrar su inconformidad con la realidad, en Ready Player One, esta, es mero pretexto para el adocenamiento y la enajenación social. Los Tiempos modernos giran en torno a la evasión.

En el año 2045, Parzival/Wade (Tye Sheridan) un adolescente spielbergsiano por naturaleza: huérfano, virgen y mártir, con mochila en la espalda y tíos que lo maltratan, se propone ganar un juego de realidad virtual: Oasis, con el que podrá controlar el universo paralelo que domina sobre un mundo distópico. Para esto, tendrá que juntar una serie de pistas basadas en la cultura pop de los ochenta.

Contará con la ayuda de un grupo de jóvenes, convenientemente multirracial, entre los que destacan Aech/Helen (Lena Waithe) y Art3mis/Samanthe (Olivia Cooke). Los dos nombres de los personajes, responden a que los adolescentes solo se conocen en la realidad virtual. Por supuesto, no falta un perverso corporativo que desea lo mismo que nuestro protagonista.

En términos generales y visto sin pasiones, el relato es más bien flojo, lento y pesado, pero se legitima por la visión crítica del director a la cultura de enajenación y el grueso del público, se regodea con las constantes referencias.

Por cierto y aunque sea por un momento, signo de los tiempos, Spielberg da mayor importancia y astucia a los personajes femeninos.

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