/ sábado 4 de agosto de 2018

La moviola


@lamoviola

¿Quién se ha llevado mi oso?

GERARDO GIL BALLESTEROS

Christopher Robin y yo caminamos a lo largo y bajo las ramas iluminadas por la luna. Le mostramos nuestras preguntas a Owl y a Eeyone Nuestros días desaparecieron muy pronto. He vagado mucho más hoy de lo que debería. Y no puedo encontrar el camino de regreso a mi madera. Así inicia una melancólica cancioncilla de nombre Returnto Pooh Corner compuesta por Kenny Loggins. Autor por cierto de Footlose.

La canción toma el nombre del segundo volumen de cuentos escritos por A.A Milne sobre Poohy Christopher Robin, su pequeño hijo convertido en personaje de ficción, asunto que le costó con los años la enemistad de su retoño.

En los libros, Christopher se despide poco a poco de sus amigos ya que está a punto de entrar a la escuela y Winnie, le dedica una despedida. Es además la premisa de Christopher Robin (Marc Foster,2018). Por lo menos en su introducción, porque luego toma visos que en un principio pueden parecer excesivos pero muy acorde con una suerte de post modernismo narrativo: romper con las formas establecidas, en este caso de un personaje o historia. En pocas palabras, darle una revolcadita.

El amargado adulto más bien mediocre y simplón Christopher Robin (Ewan McGregor), vive en la monotonía de su empleo de medio pelo, donde lo consume la presentación de un proyecto administrativo. Está casado con la comprensiva Evelyn (Hayley Atwell). La pareja tiene una pequeña hija Madeleine (Bronte Carmichael), que le exige pasar más tiempo juntos.

Flaco, cansado, ojeroso y sin ilusiones, Christopher, ya cuarentón, recibe una peculiar visita: su amigo Winnie The Pooh ha regresado y quiere que lo ayude a encontrar el camino a casa. Su sorpresa es mayúscula (como cuando te busca un amiguito de la infancia por el Facebook), pero debe de salir al paso para ayudar a su obeso compa.

El filme más que apostar por ser una suerte de Ted (Seth Mac Farlane, 2012) pero sin humor chavorruco o de actualizar una idea como Hook (Spielberg,1991), encuentra en su primera mitad el tono en un clásico, Harvey (Koster,1950), sobre un hombre que se hace amigo de un enorme conejo, que nadie ve. La película la protagonizó James Stewart y es una reflexión sobre la fantasía, la esperanza y sobre todo la libertad.

Christopher Robin en su propensión aparente a la lágrima fácil, coquetea también con los personajes del hombrecito frustrado pero con esperanza. Muy en el tono de lo hecho por el cine de Frank Capra.

Si la película no llega a un tono superior, a pesar de la premisa, es porque Foster decanta por ser demasiado complaciente con el público.

Por cierto, el filme no toma nada de la vida del Chistopher real (obviemos lo de Pooh). Su universo narrativo, es otro.



@lamoviola

¿Quién se ha llevado mi oso?

GERARDO GIL BALLESTEROS

Christopher Robin y yo caminamos a lo largo y bajo las ramas iluminadas por la luna. Le mostramos nuestras preguntas a Owl y a Eeyone Nuestros días desaparecieron muy pronto. He vagado mucho más hoy de lo que debería. Y no puedo encontrar el camino de regreso a mi madera. Así inicia una melancólica cancioncilla de nombre Returnto Pooh Corner compuesta por Kenny Loggins. Autor por cierto de Footlose.

La canción toma el nombre del segundo volumen de cuentos escritos por A.A Milne sobre Poohy Christopher Robin, su pequeño hijo convertido en personaje de ficción, asunto que le costó con los años la enemistad de su retoño.

En los libros, Christopher se despide poco a poco de sus amigos ya que está a punto de entrar a la escuela y Winnie, le dedica una despedida. Es además la premisa de Christopher Robin (Marc Foster,2018). Por lo menos en su introducción, porque luego toma visos que en un principio pueden parecer excesivos pero muy acorde con una suerte de post modernismo narrativo: romper con las formas establecidas, en este caso de un personaje o historia. En pocas palabras, darle una revolcadita.

El amargado adulto más bien mediocre y simplón Christopher Robin (Ewan McGregor), vive en la monotonía de su empleo de medio pelo, donde lo consume la presentación de un proyecto administrativo. Está casado con la comprensiva Evelyn (Hayley Atwell). La pareja tiene una pequeña hija Madeleine (Bronte Carmichael), que le exige pasar más tiempo juntos.

Flaco, cansado, ojeroso y sin ilusiones, Christopher, ya cuarentón, recibe una peculiar visita: su amigo Winnie The Pooh ha regresado y quiere que lo ayude a encontrar el camino a casa. Su sorpresa es mayúscula (como cuando te busca un amiguito de la infancia por el Facebook), pero debe de salir al paso para ayudar a su obeso compa.

El filme más que apostar por ser una suerte de Ted (Seth Mac Farlane, 2012) pero sin humor chavorruco o de actualizar una idea como Hook (Spielberg,1991), encuentra en su primera mitad el tono en un clásico, Harvey (Koster,1950), sobre un hombre que se hace amigo de un enorme conejo, que nadie ve. La película la protagonizó James Stewart y es una reflexión sobre la fantasía, la esperanza y sobre todo la libertad.

Christopher Robin en su propensión aparente a la lágrima fácil, coquetea también con los personajes del hombrecito frustrado pero con esperanza. Muy en el tono de lo hecho por el cine de Frank Capra.

Si la película no llega a un tono superior, a pesar de la premisa, es porque Foster decanta por ser demasiado complaciente con el público.

Por cierto, el filme no toma nada de la vida del Chistopher real (obviemos lo de Pooh). Su universo narrativo, es otro.


ÚLTIMASCOLUMNAS