/ sábado 19 de enero de 2019

La moviola

Veo una franquicia muerta

El problema con Glass (M. Night Shyamalan, 2018) es que se instala en el punto medio. Es un filme de autor, lleva sin lugar a dudas el sello del director, con lo cual le da a su público cautivo lo que les gusta y esperan de él. Pero los resultados son tibios.

Acto final de una trilogía a la que anteceden los títulos Unbreakable (El protegido, 2000), Split (Fragmentado, 2017), y que a lo largo de casi dos décadas cuenta la historia de Elijah (Samuel –prófugo de Nick Fury- Jackson), David (Bruce –ex de Moore- Willis) y Kevin (James –versión chavorruca de Charles Xavier- McAvoy). El único que aparece en los tres filmes es Willis.

En realidad, este epílogo Glass, parece más un número forzado, sin la audacia que al principio de su carrera Shyamalan demostraba. ¿De dónde parte la historia? El obsesionado con los cómics Elijah, se encuentra con su viejo amiguete David en un hospital de salud mental (manicomio pues, aunque no sea políticamente correcto). En apariencia, la verdadera amenaza radica en Kevin, descubierto y encerrado por el secuestro de unas jóvenes. En este punto, se asocia la trama con los dos anterior filmes.

En escena aparece la Dra. Ellie Staple (Sarah Paulson ) quien tiene la misión de convencer a los tres prófugos de Big Bang Theory, que no son personajes de comic ni tienen superpoderes. Para completar el cuadro, repite Anya Taylor –Joy, como Casey, la traumada chica secuestrada que será clave para desenredar el entuerto. Esta también el hijo de David, Joseph. (Spencer Treat Clarck), pero como si nada.

Más que enredada la trama, a estas alturas la ahoga el artificio. Si el tema es el suspenso, lo que en Hitchcock es recurso –el macguffin o la intención de confundir al espectador de la verdadera clave de la historia, para mantener su interés- en el director del Sexto sentido, esto es leitmotiv. El medio, como un fin es el sello de la casa. Tan es así, que hasta cameos hace desde hace rato.

Al principio fue gracia pero a estas alturas es un regodeo del director en su propio estilo. Eso sí, el filme al ser mediano, que no malo, quizá la pieza más débil de la trilogía, tiene algunos aciertos narrativos: por momentos, viene a la mente el suspenso policíaco que parte de la literatura muy popular gringa al estilo de Tomas Harris con todo y su Silencio de los inocentes. Eso, y algunos diálogos humorísticos que aligeran el momento.

Se puede pasar el rato y fingir sorpresa. Ya no como en los primeros filmes de este director, que sí, hace cine de autor, pero se engolosina con su prematuro mito.

Por cierto, el contexto de esta tercera entrega cae en blandito ya que hace casi veinte años, este tema de los comics y la obsesión que causan, apenas perfilaban. Suerte le dicen.

@lamoviola


Veo una franquicia muerta

El problema con Glass (M. Night Shyamalan, 2018) es que se instala en el punto medio. Es un filme de autor, lleva sin lugar a dudas el sello del director, con lo cual le da a su público cautivo lo que les gusta y esperan de él. Pero los resultados son tibios.

Acto final de una trilogía a la que anteceden los títulos Unbreakable (El protegido, 2000), Split (Fragmentado, 2017), y que a lo largo de casi dos décadas cuenta la historia de Elijah (Samuel –prófugo de Nick Fury- Jackson), David (Bruce –ex de Moore- Willis) y Kevin (James –versión chavorruca de Charles Xavier- McAvoy). El único que aparece en los tres filmes es Willis.

En realidad, este epílogo Glass, parece más un número forzado, sin la audacia que al principio de su carrera Shyamalan demostraba. ¿De dónde parte la historia? El obsesionado con los cómics Elijah, se encuentra con su viejo amiguete David en un hospital de salud mental (manicomio pues, aunque no sea políticamente correcto). En apariencia, la verdadera amenaza radica en Kevin, descubierto y encerrado por el secuestro de unas jóvenes. En este punto, se asocia la trama con los dos anterior filmes.

En escena aparece la Dra. Ellie Staple (Sarah Paulson ) quien tiene la misión de convencer a los tres prófugos de Big Bang Theory, que no son personajes de comic ni tienen superpoderes. Para completar el cuadro, repite Anya Taylor –Joy, como Casey, la traumada chica secuestrada que será clave para desenredar el entuerto. Esta también el hijo de David, Joseph. (Spencer Treat Clarck), pero como si nada.

Más que enredada la trama, a estas alturas la ahoga el artificio. Si el tema es el suspenso, lo que en Hitchcock es recurso –el macguffin o la intención de confundir al espectador de la verdadera clave de la historia, para mantener su interés- en el director del Sexto sentido, esto es leitmotiv. El medio, como un fin es el sello de la casa. Tan es así, que hasta cameos hace desde hace rato.

Al principio fue gracia pero a estas alturas es un regodeo del director en su propio estilo. Eso sí, el filme al ser mediano, que no malo, quizá la pieza más débil de la trilogía, tiene algunos aciertos narrativos: por momentos, viene a la mente el suspenso policíaco que parte de la literatura muy popular gringa al estilo de Tomas Harris con todo y su Silencio de los inocentes. Eso, y algunos diálogos humorísticos que aligeran el momento.

Se puede pasar el rato y fingir sorpresa. Ya no como en los primeros filmes de este director, que sí, hace cine de autor, pero se engolosina con su prematuro mito.

Por cierto, el contexto de esta tercera entrega cae en blandito ya que hace casi veinte años, este tema de los comics y la obsesión que causan, apenas perfilaban. Suerte le dicen.

@lamoviola


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