/ sábado 23 de marzo de 2019

La moviola

Ustedes los ricos.

@lamoviola

En 1985 Guadalupe Loaeza publicó el libro Las niñas bien, una sátira social de la clase alta mexicana que se convirtió en un éxito editorial, objeto de consumo para un sector que se tomó bien el chiste de la autora, la cual continuaría por esa línea.

Loaeza publicó después Las reinas de Polanco (1986), Manual de la gente bien (1995), Obsesiones de Sofía (1999), Confieso que he leído…¡Hola! (2006), y una larga lista de títulos con el mismo tono. Los lectores, reían de manera discreta ante las ocurrencias de la autora, sin que la crónica social tuviera mayor impacto como no fuera citar los libros de manera anecdótica: literatura light para la clase media medianamente ilustrada.

Lo que llama la atención con el filme Las niñas bien (Alejandra Márquez Abella, 2018), es la independencia en la forma y fondo que toma del texto de donde parte –y esto repercute en las intenciones de la película-. Por principio de cuentas, la cineasta le da un giro a la pastelera crítica social que hace Loaeza. La adaptación cinematográfica del título es menos comodino. Incluso su público objetivo es otro.

En el largometraje, protagonizado por Ilse Salas en el papel de Sofía, la complacencia culposa de Loaeza, se convierte en una directa crítica social de clase. No hay espacio pues para el rubor, pero sí para la pena ajena.

Lo que toma la directora es la premisa del universo material y de carácter en el que se desenvuelven una parte del personaje principal -Sofía- creado por la periodista y escritora. A partir de ese inicio, el guion transita de manera independiente.

El marco narrativo es la crisis económica del fin del lopezportillismo y como afectó a un sector social que hasta entonces se sentía inmune. Sofía deberá ajustarse a los nuevos tiempos y no perder su status, aunque esto sea por lo menos en apariencia. Deberá aguantar a sus engreídas amigas y de paso menospreciar y usar a Ana Paula (Paulina Gaytán), una nueva rica, que hará hasta lo imposible por encajar en su nuevo medio.

Si los personajes del filme brillan, es por su brutal patetismo y su profunda mezquindad. Llama la atención que la directora no tenga concesiones al retratar al universo femenino.

Es curioso que el relato pop de cineastas jóvenes se desarrolle en la década de los ochenta, pero siempre como eje narrativo la crisis, La 4 Compañía (Amir Galván y Mitzi Vanessa Arreola,2017) o Mexican gángster (J.M. Cravioto, 2014), son dos ejemplos.

Las niñas bien, el filme, es un relato más universal y empático que el texto de donde toma la premisa. Completan el elenco Cassandra Ciangherotti, Johanna Murillo, Flavio Medina, entre otros.

Un cuento de hadas que se rompe para acabar en un universo dantesco.


Ustedes los ricos.

@lamoviola

En 1985 Guadalupe Loaeza publicó el libro Las niñas bien, una sátira social de la clase alta mexicana que se convirtió en un éxito editorial, objeto de consumo para un sector que se tomó bien el chiste de la autora, la cual continuaría por esa línea.

Loaeza publicó después Las reinas de Polanco (1986), Manual de la gente bien (1995), Obsesiones de Sofía (1999), Confieso que he leído…¡Hola! (2006), y una larga lista de títulos con el mismo tono. Los lectores, reían de manera discreta ante las ocurrencias de la autora, sin que la crónica social tuviera mayor impacto como no fuera citar los libros de manera anecdótica: literatura light para la clase media medianamente ilustrada.

Lo que llama la atención con el filme Las niñas bien (Alejandra Márquez Abella, 2018), es la independencia en la forma y fondo que toma del texto de donde parte –y esto repercute en las intenciones de la película-. Por principio de cuentas, la cineasta le da un giro a la pastelera crítica social que hace Loaeza. La adaptación cinematográfica del título es menos comodino. Incluso su público objetivo es otro.

En el largometraje, protagonizado por Ilse Salas en el papel de Sofía, la complacencia culposa de Loaeza, se convierte en una directa crítica social de clase. No hay espacio pues para el rubor, pero sí para la pena ajena.

Lo que toma la directora es la premisa del universo material y de carácter en el que se desenvuelven una parte del personaje principal -Sofía- creado por la periodista y escritora. A partir de ese inicio, el guion transita de manera independiente.

El marco narrativo es la crisis económica del fin del lopezportillismo y como afectó a un sector social que hasta entonces se sentía inmune. Sofía deberá ajustarse a los nuevos tiempos y no perder su status, aunque esto sea por lo menos en apariencia. Deberá aguantar a sus engreídas amigas y de paso menospreciar y usar a Ana Paula (Paulina Gaytán), una nueva rica, que hará hasta lo imposible por encajar en su nuevo medio.

Si los personajes del filme brillan, es por su brutal patetismo y su profunda mezquindad. Llama la atención que la directora no tenga concesiones al retratar al universo femenino.

Es curioso que el relato pop de cineastas jóvenes se desarrolle en la década de los ochenta, pero siempre como eje narrativo la crisis, La 4 Compañía (Amir Galván y Mitzi Vanessa Arreola,2017) o Mexican gángster (J.M. Cravioto, 2014), son dos ejemplos.

Las niñas bien, el filme, es un relato más universal y empático que el texto de donde toma la premisa. Completan el elenco Cassandra Ciangherotti, Johanna Murillo, Flavio Medina, entre otros.

Un cuento de hadas que se rompe para acabar en un universo dantesco.