/ sábado 11 de mayo de 2019

La moviola

Yo como escribo una cosa, escribo de otra


@lamoviola

Tres propuestas de cine mexicano Cómprame un revólver (Julio Hernández Cordón, 2018), El sueño del Mara ‘ akame (Federico Cecchetti,2016), y Dulce familia (Nicolás López, 2019), compartirán los próximos días las pantallas cinematográficas. Espacios que no sobran y que resultan escasos.

En los dos primeros casos los filmes van dirigidos a un público de nicho, mucho más crítico y que conoce de la cinematografía nacional.

En Cómprame un revólver , la metáfora peterpanesca con universo distópico a la Mad Max y tema de crudeza social incluida, sirve como leitmotiv y eje narrativo de una historia sin concesiones para el espectador. Porque el director plantea una fábula en el fondo infantil con tonos casi trágicos y la violencia que eso implica. La realidad sin maquillaje también soporta el universo de la ficción. Lo anterior se equilibra con la dulzura de sus personajes protagonistas.

El entorno de la descomposición ética y estética (parte fundamental) son el escenario para que en el universo de la ficción los protagonistas –un grupo de niños- no pierdan la inocencia. Esa es la trayectoria narrativa a seguir.

Huck (Matilde Hernández), es una niña que vive con su padre, Rogelio (Rogelio Sosa), un músico que atiende un campo de beisbol en el que juegan unos narcos. El hombre, hace pasar a la pequeña por niño para que no sea presa de los delincuentes.

Huck a su vez, se hace amiga de unos niños que han huido de los narcotraficantes. Todo en un escenario distópico de un futuro no tan lejano que funge como crudo retrato social, pero también como un país de Nunca jamás, gobernado por las fantasías y prematuras amarguras de los pequeños protagonistas. Cordón es un buen fabulador y mezcla la convivencia de la luz y la oscuridad.

En el segundo caso, El sueño del Mara ‘ akeme, un adolescente huichol, Neri, desea formar parte de un grupo de rock, que traduce las letras al dialecto de la región. Su padre, el chamán, considera que esto pone en peligro la cultura materna.

En el filme, el realismo mágico se presenta de manera poética. Se percibe, una fábula imaginativa muy humana, un poco en el tono de Sueño en otro idioma (Ernesto Contreras, 2017). Exenta de paternalismos, la película brilla por honesta.

Y la otra cara de la moneda es Dulce familia (Nicolás López, 2019), comedia ligera destinada al público televisivo . Encabeza el elenco Florinda Meza, quien desde Música de viento (Gómez Bolaños, 1989), no se daba rienda suelta con el humor pedestre que exacerba las cualidades físicas de la víctima en cuestión.

En esta lucha por el público, Dulce familia tiene las de ganar, debido a la campaña publicitaria. La meta es aún formar audiencias.

¿Tengo o no tengo razón?


Yo como escribo una cosa, escribo de otra


@lamoviola

Tres propuestas de cine mexicano Cómprame un revólver (Julio Hernández Cordón, 2018), El sueño del Mara ‘ akame (Federico Cecchetti,2016), y Dulce familia (Nicolás López, 2019), compartirán los próximos días las pantallas cinematográficas. Espacios que no sobran y que resultan escasos.

En los dos primeros casos los filmes van dirigidos a un público de nicho, mucho más crítico y que conoce de la cinematografía nacional.

En Cómprame un revólver , la metáfora peterpanesca con universo distópico a la Mad Max y tema de crudeza social incluida, sirve como leitmotiv y eje narrativo de una historia sin concesiones para el espectador. Porque el director plantea una fábula en el fondo infantil con tonos casi trágicos y la violencia que eso implica. La realidad sin maquillaje también soporta el universo de la ficción. Lo anterior se equilibra con la dulzura de sus personajes protagonistas.

El entorno de la descomposición ética y estética (parte fundamental) son el escenario para que en el universo de la ficción los protagonistas –un grupo de niños- no pierdan la inocencia. Esa es la trayectoria narrativa a seguir.

Huck (Matilde Hernández), es una niña que vive con su padre, Rogelio (Rogelio Sosa), un músico que atiende un campo de beisbol en el que juegan unos narcos. El hombre, hace pasar a la pequeña por niño para que no sea presa de los delincuentes.

Huck a su vez, se hace amiga de unos niños que han huido de los narcotraficantes. Todo en un escenario distópico de un futuro no tan lejano que funge como crudo retrato social, pero también como un país de Nunca jamás, gobernado por las fantasías y prematuras amarguras de los pequeños protagonistas. Cordón es un buen fabulador y mezcla la convivencia de la luz y la oscuridad.

En el segundo caso, El sueño del Mara ‘ akeme, un adolescente huichol, Neri, desea formar parte de un grupo de rock, que traduce las letras al dialecto de la región. Su padre, el chamán, considera que esto pone en peligro la cultura materna.

En el filme, el realismo mágico se presenta de manera poética. Se percibe, una fábula imaginativa muy humana, un poco en el tono de Sueño en otro idioma (Ernesto Contreras, 2017). Exenta de paternalismos, la película brilla por honesta.

Y la otra cara de la moneda es Dulce familia (Nicolás López, 2019), comedia ligera destinada al público televisivo . Encabeza el elenco Florinda Meza, quien desde Música de viento (Gómez Bolaños, 1989), no se daba rienda suelta con el humor pedestre que exacerba las cualidades físicas de la víctima en cuestión.

En esta lucha por el público, Dulce familia tiene las de ganar, debido a la campaña publicitaria. La meta es aún formar audiencias.

¿Tengo o no tengo razón?