/ sábado 17 de agosto de 2019

La moviola

Ser un monstruo.

Todo arte es autorretrato.

Guillermo Del Toro

Historias de miedo para contar en la oscuridad (André Øvreda, 2019), tiene el aire de una obra convencional, casi mínima dentro de una propuesta genérica: horror adolescente cargado de citas y referencias al alcance de un público medianamente informado sobre las filias y fobias de su productor y guionista Guillermo Del Toro.

La dócil, discreta, pero certera dirección completan el cuadro. Pero hay algo más en este mediano blockbuster. Un asunto que subyace a pesar del modelo televisivo con el que se desarrolla el filme: el espejo plano en el que se ve el espectador.

La cita inicial, que aparece en el prólogo del libro Frankenstein, -que edita Akal, a 200 años de la publicación del clásico de Shelley- y que Del Toro analiza en un texto introductorio a la edición conmemorativa, da sentido a la aparente convención narrativa.

El filme, en su conjunto, amable obra adolescente con ritmo televisivo cercano a la tradición y comodidad narrativa de la serie Cuentos desde la cripta (1989-1996), más que a la audacia de Dimensión desconocida (1959-1964/ 1985/1989), se desarrolla en etapas, que funcionan como episodios sobre un grupo de adolescentes que enfrentan por supuesto, a monstruos reales, tajantes, dentro de la primera lectura del relato, pero internos.

A finales de los años sesenta , un grupo de adolescentes: Ramón (Michael Garza), Stella (Zoe Colleti) y los bobones Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) buscan venganza, además de huir, del bulleador profesional Tommy (Austin Abrams), quien para colmo es novio de la bimbo Ruth (Natalie Ganzhorn), hermana de Chuck.

Ramón es perseguido por la policía, debido a su apariencia latina. En su huída, consecuencia de una broma a Tommy, entran en una casa donde encuentran un misterioso libro. Esta será la base narrativa en la que los adolescentes, todos, se verán involucrados.

Hay algo en la historia que refleja el horror juvenil a la Stan by me (Rob Reiner, 1986) –sin olvidar su base primigenia, la novela The body (Stephen King, 1962)-. No solo a nivel estético: las casas de los suburbios, los autos, las cocinas, algo que está presente en la obra de King, sino en la clara monstruosidad que define a la adolescencia.

En Historias de miedo… hay todo tipo de monstruos, desde aquellos que abrazan y absorben a sus víctimas cual madre castrante, o un espantapájaros, herido en su ego por un insulto. La referencia al universo de la ficción de Del Toro , está presente, pero el asunto, a pesar del dócil Øvreda, resulta anecdótico.

El guion lo completan Dan y Kevin Hageman, basados en la historia de Alvin Schwartz . En conjunto una obra mediana, pero valiosa.

Todo arte es autorretrato, ¿toda crítica también?


Ser un monstruo.

Todo arte es autorretrato.

Guillermo Del Toro

Historias de miedo para contar en la oscuridad (André Øvreda, 2019), tiene el aire de una obra convencional, casi mínima dentro de una propuesta genérica: horror adolescente cargado de citas y referencias al alcance de un público medianamente informado sobre las filias y fobias de su productor y guionista Guillermo Del Toro.

La dócil, discreta, pero certera dirección completan el cuadro. Pero hay algo más en este mediano blockbuster. Un asunto que subyace a pesar del modelo televisivo con el que se desarrolla el filme: el espejo plano en el que se ve el espectador.

La cita inicial, que aparece en el prólogo del libro Frankenstein, -que edita Akal, a 200 años de la publicación del clásico de Shelley- y que Del Toro analiza en un texto introductorio a la edición conmemorativa, da sentido a la aparente convención narrativa.

El filme, en su conjunto, amable obra adolescente con ritmo televisivo cercano a la tradición y comodidad narrativa de la serie Cuentos desde la cripta (1989-1996), más que a la audacia de Dimensión desconocida (1959-1964/ 1985/1989), se desarrolla en etapas, que funcionan como episodios sobre un grupo de adolescentes que enfrentan por supuesto, a monstruos reales, tajantes, dentro de la primera lectura del relato, pero internos.

A finales de los años sesenta , un grupo de adolescentes: Ramón (Michael Garza), Stella (Zoe Colleti) y los bobones Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) buscan venganza, además de huir, del bulleador profesional Tommy (Austin Abrams), quien para colmo es novio de la bimbo Ruth (Natalie Ganzhorn), hermana de Chuck.

Ramón es perseguido por la policía, debido a su apariencia latina. En su huída, consecuencia de una broma a Tommy, entran en una casa donde encuentran un misterioso libro. Esta será la base narrativa en la que los adolescentes, todos, se verán involucrados.

Hay algo en la historia que refleja el horror juvenil a la Stan by me (Rob Reiner, 1986) –sin olvidar su base primigenia, la novela The body (Stephen King, 1962)-. No solo a nivel estético: las casas de los suburbios, los autos, las cocinas, algo que está presente en la obra de King, sino en la clara monstruosidad que define a la adolescencia.

En Historias de miedo… hay todo tipo de monstruos, desde aquellos que abrazan y absorben a sus víctimas cual madre castrante, o un espantapájaros, herido en su ego por un insulto. La referencia al universo de la ficción de Del Toro , está presente, pero el asunto, a pesar del dócil Øvreda, resulta anecdótico.

El guion lo completan Dan y Kevin Hageman, basados en la historia de Alvin Schwartz . En conjunto una obra mediana, pero valiosa.

Todo arte es autorretrato, ¿toda crítica también?