/ viernes 22 de diciembre de 2017

La moviola

  •   Los hijos de  Don Fernando

por Gerardo Gil Ballesteros

A pesar de que Cuando los hijos regresan (Hugo Lara, 2017) tiene el tono de una comedia ligera, no se deben pasar por alto dos puntos: la radiografía social de la clase media mexicana –esa gran ausente en los últimos años dentro del cine, porque las chick flick ubicadas en la Condesa retratan únicamente la cultura fílmica de los realizadores - y la referencia a la Época de oro del cine mexicano, asunto que va mucho más allá del mero título.

En el primer caso, la comedia de Lara toca uno de los temas actuales dentro de ese vasto campo social que es la clase media: la permanencia en la casa paterna hasta pasados los veinte o el regreso a ésta producto de las crisis económicas. Además de las neurosis, costumbres y traumas que oculta la gran familia mexicana. En su tono sencillo, el filme se atreve a ir más allá de una mera anécdota.

En el segundo caso, el tono de los personajes y el fluir de la comedia  está más enfocado a los arquetipos cinematográficos y temas de la época de oro: el padre de carácter fuerte pero comprensivo, la madre pilar del núcleo familiar, los hijos con problemas derivados de sus debilidades, en fin. Hay un tono de costumbrismo que se convierte en homenaje y leitmotiv.

En realidad, Cuando los hijos regresan tiene más de Los hijos de Don Venancio (Joaquín Pardavé,1944), que de las dos versiones de Cuando los hijos se van (Juan Bustillo Oro, 1941 y Julián Soler, 1968), de las cuales deriva el título del filme.

El firme pero en el fondo comprensivo Manuel (Fernando Luján) tiene planeado disfrutar su vida y  jubilación en compañía de su esposa Adelina (Carmen Maura). Casi todos sus hijos han tomado ya  camino, menos el chavorruco que estudió varias carreras pero no trabaja Rafis (Francisco De La Reguera). Personaje que lleva el hilo conductor del relato y que por momentos recuerda al buenazo para nada de Tiburcio (Alfredo Varela) en Los hijos de Don Venancio

Los planes del patriarca familiar se ven arruinados cuando sus demás hijos tocan a la puerta  para quedarse a vivir ahí: la treintona consentida Carlota  (Cecilia Suárez), quien regresa con todo e hijos ya que enfrenta una crisis matrimonial  con el terso pero mediano  de carácter Gilberto (Tomás Rojas) y el pretensioso primogénito Chico (Erick Elías), quien llega con todo y su frívola esposa, Daniela (Irene Azuela) y perrito odioso incluido, ya que tienen  una severa crisis económica producto  de despilfarros.

A partir de esta anécdota, la película se adentra en las interacciones familiares de la clase media, con trauma del hijo mayor al no haber sido enseñado por el padre a ponerse el nudo de la corbata. En el relato de Lara y en el tono de farsa del planteamiento se respira legitimidad  y eso se agradece.

Cuando los hijos regresan no está exenta de alguna prisa por desatar circunstancias en el tramo final de la película, pero el trabajo de Hugo Lara con guion de su autoría y de Claudia González- Rubio, está realizado con mucho más oficio, habilidad y soltura que algunos filmes que presumen de mayor pretensión.

Lo que se agradece de la película también, es que la primera meta que se propone es hacer reír, cosa que logra en general, sin dejar de lado una mirada nada condescendiente a la conchudez de las generaciones actuales.

En vista del empacho que tiene la cartelera de medianos blockbusters, este filme resulta una buena opción de entretenimiento para ir al cine y pasar un rato agradable. No más, pero tampoco menos.

 

En corto

Hay que ser condescendientes con Jumanji en la selva (Jake Kasdan,2017), secuela de Jumanji (Joe Johnston,1995), la crítica en general le ha dado duro, pero el filme protagonizado por Dwayne Johnson y Jack Black, tiene dos puntos a su favor: podría funcionar de manera independiente a la película de hace más de dos décadas y el humor soterrado pero políticamente incorrecto que aparece por momentos.

En el primer caso, tiene más en común con Mazes and Monsters (Steven Hilliard Stern, 1982), uno de los primeros trabajos de Tom Hanks y verdadera curiosidad, y por otro lado, con Dungeons & Dragons (Courtney Solomon, 2000), basado en el famoso juego de mesa.

Pero la nostalgia se pone en contra de una película que en general es

entretenida.

  •   Los hijos de  Don Fernando

por Gerardo Gil Ballesteros

A pesar de que Cuando los hijos regresan (Hugo Lara, 2017) tiene el tono de una comedia ligera, no se deben pasar por alto dos puntos: la radiografía social de la clase media mexicana –esa gran ausente en los últimos años dentro del cine, porque las chick flick ubicadas en la Condesa retratan únicamente la cultura fílmica de los realizadores - y la referencia a la Época de oro del cine mexicano, asunto que va mucho más allá del mero título.

En el primer caso, la comedia de Lara toca uno de los temas actuales dentro de ese vasto campo social que es la clase media: la permanencia en la casa paterna hasta pasados los veinte o el regreso a ésta producto de las crisis económicas. Además de las neurosis, costumbres y traumas que oculta la gran familia mexicana. En su tono sencillo, el filme se atreve a ir más allá de una mera anécdota.

En el segundo caso, el tono de los personajes y el fluir de la comedia  está más enfocado a los arquetipos cinematográficos y temas de la época de oro: el padre de carácter fuerte pero comprensivo, la madre pilar del núcleo familiar, los hijos con problemas derivados de sus debilidades, en fin. Hay un tono de costumbrismo que se convierte en homenaje y leitmotiv.

En realidad, Cuando los hijos regresan tiene más de Los hijos de Don Venancio (Joaquín Pardavé,1944), que de las dos versiones de Cuando los hijos se van (Juan Bustillo Oro, 1941 y Julián Soler, 1968), de las cuales deriva el título del filme.

El firme pero en el fondo comprensivo Manuel (Fernando Luján) tiene planeado disfrutar su vida y  jubilación en compañía de su esposa Adelina (Carmen Maura). Casi todos sus hijos han tomado ya  camino, menos el chavorruco que estudió varias carreras pero no trabaja Rafis (Francisco De La Reguera). Personaje que lleva el hilo conductor del relato y que por momentos recuerda al buenazo para nada de Tiburcio (Alfredo Varela) en Los hijos de Don Venancio

Los planes del patriarca familiar se ven arruinados cuando sus demás hijos tocan a la puerta  para quedarse a vivir ahí: la treintona consentida Carlota  (Cecilia Suárez), quien regresa con todo e hijos ya que enfrenta una crisis matrimonial  con el terso pero mediano  de carácter Gilberto (Tomás Rojas) y el pretensioso primogénito Chico (Erick Elías), quien llega con todo y su frívola esposa, Daniela (Irene Azuela) y perrito odioso incluido, ya que tienen  una severa crisis económica producto  de despilfarros.

A partir de esta anécdota, la película se adentra en las interacciones familiares de la clase media, con trauma del hijo mayor al no haber sido enseñado por el padre a ponerse el nudo de la corbata. En el relato de Lara y en el tono de farsa del planteamiento se respira legitimidad  y eso se agradece.

Cuando los hijos regresan no está exenta de alguna prisa por desatar circunstancias en el tramo final de la película, pero el trabajo de Hugo Lara con guion de su autoría y de Claudia González- Rubio, está realizado con mucho más oficio, habilidad y soltura que algunos filmes que presumen de mayor pretensión.

Lo que se agradece de la película también, es que la primera meta que se propone es hacer reír, cosa que logra en general, sin dejar de lado una mirada nada condescendiente a la conchudez de las generaciones actuales.

En vista del empacho que tiene la cartelera de medianos blockbusters, este filme resulta una buena opción de entretenimiento para ir al cine y pasar un rato agradable. No más, pero tampoco menos.

 

En corto

Hay que ser condescendientes con Jumanji en la selva (Jake Kasdan,2017), secuela de Jumanji (Joe Johnston,1995), la crítica en general le ha dado duro, pero el filme protagonizado por Dwayne Johnson y Jack Black, tiene dos puntos a su favor: podría funcionar de manera independiente a la película de hace más de dos décadas y el humor soterrado pero políticamente incorrecto que aparece por momentos.

En el primer caso, tiene más en común con Mazes and Monsters (Steven Hilliard Stern, 1982), uno de los primeros trabajos de Tom Hanks y verdadera curiosidad, y por otro lado, con Dungeons & Dragons (Courtney Solomon, 2000), basado en el famoso juego de mesa.

Pero la nostalgia se pone en contra de una película que en general es

entretenida.

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