/ viernes 12 de enero de 2018

La moviola

GERARDO GIL BALLESTEROS

@lamoviola

Los monstruos y la poesía: La forma del agua.

 

En La tentación de lo imposible, ensayo en el cual Mario Vargas Llosa desmenuza Los Miserables de Víctor Hugo, hay una idea constante: la connotación diferente, ajena a la convención, sobre lo que es ser monstruo.

La monstruosidad -la inhumanidad-, no solo es atribuible a los que son los villanos o malos de una historia, se aplica también a los que brillan por su virtud oculta con luz propia. A los buenos, vaya. El tema entonces, es la otredad. Lo anterior viene a cuento, porque otro creador  ha tenido este  tema como eje de su obra: Guillermo del Toro.

En su más reciente filme, La forma del agua, el director jalisciense Guillermo del Toro, conduce a sus monstruos virtuosos por el camino de una luz tenue, al casi sacrificio, que es el precio de no traicionar y defender su esencia. La de aquellos insumisos que defienden su soberanía.

Pero en el relato, también están otro tipo de monstruos, los alineados y en apariencia domesticados miembros del club de lo convencional. Los Javert, regresando a La Tentación de lo imposible y Los Miserables, que esconden su crueldad con la máscara del orden. Entra esas fuerzas, transcurre La forma del agua.

¿Es entonces, La forma del agua un relato con tintes políticos? Sin lugar a dudas, sin que lo anterior exima mostrarnos un mundo fantástico. Si El laberinto del fauno, del 2006, se ubicaba en las luchas posteriores a La Guerra Civil Española, el más reciente filme de del Toro, ubica su tiempo narrativo en La Guerra fría.

Elisa (Sally Hawkins), una mujer muda, nada agraciada, que comparte sus momentos de soledad con su amigo gay Giles (Richard Jenkins) y con Zelda (Octavia Spencer) con quien trabaja en el área de limpieza de un laboratorio del gobierno, descubre un secreto que le cambiará la vida: el Estado experimenta con una criatura, Amphibian Man (Doug Jones), al que Elisa decide rescatar y del que posteriormente se enamora.

A partir de este hecho, la mujer y la criatura, serán perseguidos por el torvo y oscuro burócrata Richard (Michael Shannon). La historia dará pie a una fábula de amor de clara vocación liberal.

Relato preciso a nivel cinematográfico y bello en su tono narrativo, La forma del agua es también un homenaje al cine, con escena musical incluida.

El punto de vista del narrador, no será el del espectador, porque este último es sin lugar a dudas el que ocupa el punto de vista del perseguido, el de la posición de la otredad.

En suma, La forma del agua, es un relato mágico sobre nosotros; los otros.

GERARDO GIL BALLESTEROS

@lamoviola

Los monstruos y la poesía: La forma del agua.

 

En La tentación de lo imposible, ensayo en el cual Mario Vargas Llosa desmenuza Los Miserables de Víctor Hugo, hay una idea constante: la connotación diferente, ajena a la convención, sobre lo que es ser monstruo.

La monstruosidad -la inhumanidad-, no solo es atribuible a los que son los villanos o malos de una historia, se aplica también a los que brillan por su virtud oculta con luz propia. A los buenos, vaya. El tema entonces, es la otredad. Lo anterior viene a cuento, porque otro creador  ha tenido este  tema como eje de su obra: Guillermo del Toro.

En su más reciente filme, La forma del agua, el director jalisciense Guillermo del Toro, conduce a sus monstruos virtuosos por el camino de una luz tenue, al casi sacrificio, que es el precio de no traicionar y defender su esencia. La de aquellos insumisos que defienden su soberanía.

Pero en el relato, también están otro tipo de monstruos, los alineados y en apariencia domesticados miembros del club de lo convencional. Los Javert, regresando a La Tentación de lo imposible y Los Miserables, que esconden su crueldad con la máscara del orden. Entra esas fuerzas, transcurre La forma del agua.

¿Es entonces, La forma del agua un relato con tintes políticos? Sin lugar a dudas, sin que lo anterior exima mostrarnos un mundo fantástico. Si El laberinto del fauno, del 2006, se ubicaba en las luchas posteriores a La Guerra Civil Española, el más reciente filme de del Toro, ubica su tiempo narrativo en La Guerra fría.

Elisa (Sally Hawkins), una mujer muda, nada agraciada, que comparte sus momentos de soledad con su amigo gay Giles (Richard Jenkins) y con Zelda (Octavia Spencer) con quien trabaja en el área de limpieza de un laboratorio del gobierno, descubre un secreto que le cambiará la vida: el Estado experimenta con una criatura, Amphibian Man (Doug Jones), al que Elisa decide rescatar y del que posteriormente se enamora.

A partir de este hecho, la mujer y la criatura, serán perseguidos por el torvo y oscuro burócrata Richard (Michael Shannon). La historia dará pie a una fábula de amor de clara vocación liberal.

Relato preciso a nivel cinematográfico y bello en su tono narrativo, La forma del agua es también un homenaje al cine, con escena musical incluida.

El punto de vista del narrador, no será el del espectador, porque este último es sin lugar a dudas el que ocupa el punto de vista del perseguido, el de la posición de la otredad.

En suma, La forma del agua, es un relato mágico sobre nosotros; los otros.

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