/ sábado 7 de enero de 2023

La moviola | Agente Fortune: El gran engaño. Agitado y revuelto

@lamoviola

Impecable parodia jamesbondsesca, sin llegar a ser una spoof movie formal, Agente Fortune: El gran engaño (Guy Ritchie, 2023), no tiene reproches ni reclamos. Es una comedia de género bobona al grado de lo simple, que encuentra un buen sostén en gags rápidos, escenas de acción bien logradas pero no excesivas y en una ligera meta ficción de sus estrellas protagonistas.

El filme, dirigido por el ex papá de Maddona, ¿o cómo era el asunto?, Guy Ritchie, toma de manera humorística, incluso desparpajada, las premisas del cine detectivesco hollywoodense de acción, en su versión ligera, y reganiana. Es un regodeo al género en su tono ochentero, sin llegar a ser una spoof formal –versión paródica–, pero sobre todo, se sostiene del mito Bond en sus personajes y trama sin convertirse en Austin Powers. En algún punto incluso, se toma el crédito de tomarse en serio sin perder el tono.

En realidad, Agente Fortune, es una sucesión de gags que pesan mucho más que la trama, que es en el fondo un homenaje al género con su enredo innecesario tan característico.

Vamos, el asunto devanea con Los diamantes son eternos (Guy Hamilton, 1971), con un par de terroristas que entre que importan y no en el ajo, con Misión imposible –la versión de Cruise– y lo que cualquier conocedor de Bond se imagine.

Todo el cuadro actoral se dispone a tomarse a la ligera y hasta nuestro amigo Jason Statham, un Bruce Willis de medio pelo, que aquí se siente cómodo entra al juego. Incluso Hugh Grant, ya de pellejos flemáticos, aunque hace su numerito, convence y es de lo mejor en el filme.

Orson Fortune (Statham), es un efectivo y mítico agente gorrón amante de la buena vida, cuál Bond antes del moñas Craig –dixit, Arturo Pérez Reverte– obsesivo y neurótico, amante de los buenos vinos, al que tienen que sacar de una clínica (así es, Thunderball y sobre todo Nunca digas nunca jamás), para entrarle a un asunto de tráfico de armas internacional, en un principio, que acaba involucrando a una súper estrella de Hollywood, Danny Francesco (Josh Hartnett, instalado en Brad Pitt) y sobre todo a una especie de Blofeld el millonario Greg Simmonds (Grant), pero sin gato.

Fortune arma o mejor dicho le imponen su equipo: JJ (el rapero Bugzy Malone, que parece está en el elenco para cumplir la cuota de género, aunque le dan por ahí un buen gag) y sobre todo la agente Sara (Aubrey Plaza), con quien Fortune mantiene una en extremo sutil atracción sexual, sin llegar jamás al contacto físico, por las censoras normas ahora de la industria. Así va la cosa. En algún punto la jugada cambia, pero para esto, ya en cada escena hubo chistes que van de lo efectivo a lo simplón, y que así las cosas, surten efecto.

Por supuesto, una parte de la historia sucede en Qatar, como cada que hay evento deportivo: la industria del entretenimiento se une en promoción turística millonaria.

Es inútil bucear más allá de lo que está en pantalla la película si, cómo negarlo, es divertida y carece de cualquier tipo de pretensión. Ritchie se da el lujo de estar y no estar y esa ligereza se agradece.

Véala, diviértase, luego diga que no la vio y que usted está para otras cosas. Pero pues sí, se pasa un buen rato.


@lamoviola

Impecable parodia jamesbondsesca, sin llegar a ser una spoof movie formal, Agente Fortune: El gran engaño (Guy Ritchie, 2023), no tiene reproches ni reclamos. Es una comedia de género bobona al grado de lo simple, que encuentra un buen sostén en gags rápidos, escenas de acción bien logradas pero no excesivas y en una ligera meta ficción de sus estrellas protagonistas.

El filme, dirigido por el ex papá de Maddona, ¿o cómo era el asunto?, Guy Ritchie, toma de manera humorística, incluso desparpajada, las premisas del cine detectivesco hollywoodense de acción, en su versión ligera, y reganiana. Es un regodeo al género en su tono ochentero, sin llegar a ser una spoof formal –versión paródica–, pero sobre todo, se sostiene del mito Bond en sus personajes y trama sin convertirse en Austin Powers. En algún punto incluso, se toma el crédito de tomarse en serio sin perder el tono.

En realidad, Agente Fortune, es una sucesión de gags que pesan mucho más que la trama, que es en el fondo un homenaje al género con su enredo innecesario tan característico.

Vamos, el asunto devanea con Los diamantes son eternos (Guy Hamilton, 1971), con un par de terroristas que entre que importan y no en el ajo, con Misión imposible –la versión de Cruise– y lo que cualquier conocedor de Bond se imagine.

Todo el cuadro actoral se dispone a tomarse a la ligera y hasta nuestro amigo Jason Statham, un Bruce Willis de medio pelo, que aquí se siente cómodo entra al juego. Incluso Hugh Grant, ya de pellejos flemáticos, aunque hace su numerito, convence y es de lo mejor en el filme.

Orson Fortune (Statham), es un efectivo y mítico agente gorrón amante de la buena vida, cuál Bond antes del moñas Craig –dixit, Arturo Pérez Reverte– obsesivo y neurótico, amante de los buenos vinos, al que tienen que sacar de una clínica (así es, Thunderball y sobre todo Nunca digas nunca jamás), para entrarle a un asunto de tráfico de armas internacional, en un principio, que acaba involucrando a una súper estrella de Hollywood, Danny Francesco (Josh Hartnett, instalado en Brad Pitt) y sobre todo a una especie de Blofeld el millonario Greg Simmonds (Grant), pero sin gato.

Fortune arma o mejor dicho le imponen su equipo: JJ (el rapero Bugzy Malone, que parece está en el elenco para cumplir la cuota de género, aunque le dan por ahí un buen gag) y sobre todo la agente Sara (Aubrey Plaza), con quien Fortune mantiene una en extremo sutil atracción sexual, sin llegar jamás al contacto físico, por las censoras normas ahora de la industria. Así va la cosa. En algún punto la jugada cambia, pero para esto, ya en cada escena hubo chistes que van de lo efectivo a lo simplón, y que así las cosas, surten efecto.

Por supuesto, una parte de la historia sucede en Qatar, como cada que hay evento deportivo: la industria del entretenimiento se une en promoción turística millonaria.

Es inútil bucear más allá de lo que está en pantalla la película si, cómo negarlo, es divertida y carece de cualquier tipo de pretensión. Ritchie se da el lujo de estar y no estar y esa ligereza se agradece.

Véala, diviértase, luego diga que no la vio y que usted está para otras cosas. Pero pues sí, se pasa un buen rato.