/ sábado 11 de diciembre de 2021

La moviola | Amor sin barreras: Spielberg baila... ¡así! 

@Lamoviola

Comparar la actual West side story (Steven Spielberg, 2021), con la primera versión hecha en 1961 bajo el mando de Robert Wise y Jerome Robbins, resulta un ejercicio inútil de análisis hueco. El musical, debe ser visto con el contexto y circunstancia que lo cobija. En todo caso, analizarlo desde el punto de vista de una obra atípica del director, pero que no está ajena a su legado. Ahí sí, la cosa se pone interesante.

Porque la independencia que desde un principio se fija Spielberg, es evidente desde los primeros minutos que inicia el largometraje de poco más de 150 minutos: Un plano secuencia largo que deja claro las posibilidades narrativas de la tecnología al servicio del lenguaje visual, un ritmo y edición más ágil, pensada, claro, en las generaciones más jóvenes, y una tendencia o tentación a cargar la trama por momentos, sobre todo al inicio, a los personajes masculinos. Algo que caracteriza la obra del director de ET.

Eso sí, la tentación de la añoranza es irresistible y vemos una paleta de colores y un granulado que recuerdan, más que de forma exclusiva a la primera versión, al cine sesentero. Pero todo esto sin tecnología sería inexistente. En West side story, Spielberg decanta también por una metáfora social, muy evidente y primigenia de la historia original, que el mismo director ha hablado en entrevistas hasta el hartazgo.

En el filme, está en medio de las dos líneas que el director maneja en su obra: la carga de la fantasía con un factor emocional y humano y un testimonio ligero, de tufo liberal hollywoodense que de vez en cuando presenta. Una gangsta movie musical, que comprueba que este género es ideal en los términos de hibridez.

Resulta interesante también, cómo en una edad otoñal (dénme crédito por el eufemismo), uno de los representantes más destacados de los llamados movie bratts, directores que llegan a la industria en los setenta después de, pequeño detalle, aprender cine no sólo viendo todo lo que se ponía a su lado sino también en la universidad, haga una obra formativa en su vida. Nuestro director se hace viejo, y sentimental pero nunca anodino. El filme tiene más que buenos momentos, es una obra íntegra y personalísima de añoranza con una técnica impecable.

Y también se presenta con valentía: Hollywood ha creado una generación de espectadores que acuden al cine a ver un easter egg y el musical, como género, pide bastante más de sensibilidad al espectador. Uno de los pilares del cine Blockbuster, da su versión de una obra previa.

La adaptación de la música y letra de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim atrae al público que conoce el musical y al que lo ve por primera vez. Si usted no sale del cine tarareando alguna de las letras, tanto superhéroe le ha hecho daño.

Por cierto, muy bien los protagonistas: Ansel Elgort, Rachel Zegler, Arian DeBose y sobre todo, la entrañable Rita Moreno, quien también funge como productora y en la versión de hace décadas fue Anita, personaje que interpreta ahora DeBose.

Spielberg es de los pocos cineastas que mezclan tecnología con alma. En esta ocasión, nos entrega una obra que se le nota formativa de su primera juventud –lo que ve un futuro director en sus primeros años en su promesa de obsesión–. El filme se lo dedica a su padre, gran fan del clásico.


@Lamoviola

Comparar la actual West side story (Steven Spielberg, 2021), con la primera versión hecha en 1961 bajo el mando de Robert Wise y Jerome Robbins, resulta un ejercicio inútil de análisis hueco. El musical, debe ser visto con el contexto y circunstancia que lo cobija. En todo caso, analizarlo desde el punto de vista de una obra atípica del director, pero que no está ajena a su legado. Ahí sí, la cosa se pone interesante.

Porque la independencia que desde un principio se fija Spielberg, es evidente desde los primeros minutos que inicia el largometraje de poco más de 150 minutos: Un plano secuencia largo que deja claro las posibilidades narrativas de la tecnología al servicio del lenguaje visual, un ritmo y edición más ágil, pensada, claro, en las generaciones más jóvenes, y una tendencia o tentación a cargar la trama por momentos, sobre todo al inicio, a los personajes masculinos. Algo que caracteriza la obra del director de ET.

Eso sí, la tentación de la añoranza es irresistible y vemos una paleta de colores y un granulado que recuerdan, más que de forma exclusiva a la primera versión, al cine sesentero. Pero todo esto sin tecnología sería inexistente. En West side story, Spielberg decanta también por una metáfora social, muy evidente y primigenia de la historia original, que el mismo director ha hablado en entrevistas hasta el hartazgo.

En el filme, está en medio de las dos líneas que el director maneja en su obra: la carga de la fantasía con un factor emocional y humano y un testimonio ligero, de tufo liberal hollywoodense que de vez en cuando presenta. Una gangsta movie musical, que comprueba que este género es ideal en los términos de hibridez.

Resulta interesante también, cómo en una edad otoñal (dénme crédito por el eufemismo), uno de los representantes más destacados de los llamados movie bratts, directores que llegan a la industria en los setenta después de, pequeño detalle, aprender cine no sólo viendo todo lo que se ponía a su lado sino también en la universidad, haga una obra formativa en su vida. Nuestro director se hace viejo, y sentimental pero nunca anodino. El filme tiene más que buenos momentos, es una obra íntegra y personalísima de añoranza con una técnica impecable.

Y también se presenta con valentía: Hollywood ha creado una generación de espectadores que acuden al cine a ver un easter egg y el musical, como género, pide bastante más de sensibilidad al espectador. Uno de los pilares del cine Blockbuster, da su versión de una obra previa.

La adaptación de la música y letra de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim atrae al público que conoce el musical y al que lo ve por primera vez. Si usted no sale del cine tarareando alguna de las letras, tanto superhéroe le ha hecho daño.

Por cierto, muy bien los protagonistas: Ansel Elgort, Rachel Zegler, Arian DeBose y sobre todo, la entrañable Rita Moreno, quien también funge como productora y en la versión de hace décadas fue Anita, personaje que interpreta ahora DeBose.

Spielberg es de los pocos cineastas que mezclan tecnología con alma. En esta ocasión, nos entrega una obra que se le nota formativa de su primera juventud –lo que ve un futuro director en sus primeros años en su promesa de obsesión–. El filme se lo dedica a su padre, gran fan del clásico.