/ sábado 20 de noviembre de 2021

La moviola | Blanco de verano: El melodrama y la psique

@lamoviola


Más allá de un melodrama que parece contenido, pero es en realidad brutal conciso que sabe aprovechar sus recursos y no escatima momentos incluso para incomodar al espectador a la par de empatizarlo de forma dolorosa hacia el personaje protagonista, un adolescente, Blanco de verano (Rodrigo Ruiz Patterson, México, 2020), transgrede en la forma y en el fondo. La película, desde el inicio toma un camino sin retorno.

Por un lado, vemos una suerte de género fílmico el coming-of- age ( trayectoria de personajes adolescentes o jóvenes en proceso de madurez), pero periférico y hasta cierto punto brutal. Pero también, la mirada bizarra a uno de los temas del cine nacional pilar durante la llamada Época de oro y hoy casi tabú: la relación madre- hijo. En los dos aspectos, Ruiz Patterson no tiene miramientos con el espectador.

En el primer caso, Rodrigo (Adrián Ross), que acaba de cumplir trece años, y no tiene amigos , vive en un pequeño departamento, ubicado en un barrio de clase media baja con su madre Valeria (Sophie Alexander–Katz) secretaria a punto de entrar a una discreta edad madura. La vida se les va en una rutina que parece los protege del mundo exterior, incluido del padre del joven, ya separada de la mujer.

La trayectoria de madurez de Rodrigo, desde el inicio se percibe melancólica. Su único consuelo es la relación con Valeria Desde el inicio queda establecido un puente emocional edípico, que a ratos incluso tocará lo físico. Hay actos, costumbres entendidas en la relación madre-hijo que el espectador ve desde un ojo voyerista, con punto de vista de cámara cerrado al momento de un baile o a la hora de desayunar. Todo fluye pero no estalla en la vida de los personajes.

La tragedia interna al principio, para Rodrigo, llega cuando a la vida de Valeria entra Fernando (Fabián Corres), quien se convierte en novio de la mujer, por lo demás un personaje que asfixia todo lo que la rodea , ante la furia de Rodrigo que tiene que llevarla de forma interna al inicio.

Para colmo Fernando resulta más que amable y adopta una actitud paternal con el joven. Será entonces cuestión de tiempo que el relato tome su curso hacia un lugar inevitable.

Blanco de verano, es ya no la trayectoria adolescente melancólica, sino de plano trágica que pone además el tema profundo, incómodo de la psique mexicana en torno a la relación filial. Sin máscaras, como se acostumbró durante muchos años en el cine sobre todo en la época de oro. El filme por honesto, devela la disfunción de un pilar intocable: la familia y sus miasmas ocultas en apariencia pero tangibles, palpables.

Rodrigo, por momentos se espejea con Antoine Doinel, personaje estelar de Los 400 golpes, (Truffaut, Francia, 1959) y sus convulsos sentimientos filiales y la película se acerca pero sin la distancia ante la relación madre-hijo con Soplo al corazón (Louis Malle, Francia, 1971).

Hace algunos años, se filmó Playa prohibida (Enrique Gómez Vadillo, 1985), que se adentraba en el tema, pero Blanco de verano, sobresale por un sólido oficio cinematográfico.

Para ver sin falta, si se es un espectador que le gusta ser retado, cuestionado.


@lamoviola


Más allá de un melodrama que parece contenido, pero es en realidad brutal conciso que sabe aprovechar sus recursos y no escatima momentos incluso para incomodar al espectador a la par de empatizarlo de forma dolorosa hacia el personaje protagonista, un adolescente, Blanco de verano (Rodrigo Ruiz Patterson, México, 2020), transgrede en la forma y en el fondo. La película, desde el inicio toma un camino sin retorno.

Por un lado, vemos una suerte de género fílmico el coming-of- age ( trayectoria de personajes adolescentes o jóvenes en proceso de madurez), pero periférico y hasta cierto punto brutal. Pero también, la mirada bizarra a uno de los temas del cine nacional pilar durante la llamada Época de oro y hoy casi tabú: la relación madre- hijo. En los dos aspectos, Ruiz Patterson no tiene miramientos con el espectador.

En el primer caso, Rodrigo (Adrián Ross), que acaba de cumplir trece años, y no tiene amigos , vive en un pequeño departamento, ubicado en un barrio de clase media baja con su madre Valeria (Sophie Alexander–Katz) secretaria a punto de entrar a una discreta edad madura. La vida se les va en una rutina que parece los protege del mundo exterior, incluido del padre del joven, ya separada de la mujer.

La trayectoria de madurez de Rodrigo, desde el inicio se percibe melancólica. Su único consuelo es la relación con Valeria Desde el inicio queda establecido un puente emocional edípico, que a ratos incluso tocará lo físico. Hay actos, costumbres entendidas en la relación madre-hijo que el espectador ve desde un ojo voyerista, con punto de vista de cámara cerrado al momento de un baile o a la hora de desayunar. Todo fluye pero no estalla en la vida de los personajes.

La tragedia interna al principio, para Rodrigo, llega cuando a la vida de Valeria entra Fernando (Fabián Corres), quien se convierte en novio de la mujer, por lo demás un personaje que asfixia todo lo que la rodea , ante la furia de Rodrigo que tiene que llevarla de forma interna al inicio.

Para colmo Fernando resulta más que amable y adopta una actitud paternal con el joven. Será entonces cuestión de tiempo que el relato tome su curso hacia un lugar inevitable.

Blanco de verano, es ya no la trayectoria adolescente melancólica, sino de plano trágica que pone además el tema profundo, incómodo de la psique mexicana en torno a la relación filial. Sin máscaras, como se acostumbró durante muchos años en el cine sobre todo en la época de oro. El filme por honesto, devela la disfunción de un pilar intocable: la familia y sus miasmas ocultas en apariencia pero tangibles, palpables.

Rodrigo, por momentos se espejea con Antoine Doinel, personaje estelar de Los 400 golpes, (Truffaut, Francia, 1959) y sus convulsos sentimientos filiales y la película se acerca pero sin la distancia ante la relación madre-hijo con Soplo al corazón (Louis Malle, Francia, 1971).

Hace algunos años, se filmó Playa prohibida (Enrique Gómez Vadillo, 1985), que se adentraba en el tema, pero Blanco de verano, sobresale por un sólido oficio cinematográfico.

Para ver sin falta, si se es un espectador que le gusta ser retado, cuestionado.