@lamoviola
Irse con la finta es absurdo. No sólo eso sino desaprovechar las posibilidades de una obra si bien no compleja e incluso concesiva con el público mayoritario, íntegra y de capas en cuanto a su contenido y posibilidades. Porque “De noche con el diablo” (Colin y Cameron Cairnes, Australia-Emiratos Árabes Unidos, 2023), se encuentra por encima de sus posibilidades primarias genéricas. Sin ser una parodia, el filme vulnera en una aparente ligereza la forma convencional y le da cierta complejidad a la narrativa y la forma. No, no es una película de horror. Empecemos por ese punto.
Por principio, el filme que se estrenó en el Festival South by Southwest y en el servicio de demanda Shudder, no es en su forma convencional de horror aunque en su género cosmético lo parezca. En el tono se parece más a trabajos como “Network” (Sidney Lumet, 1976), o bien “Wag The Dog” (Barry Levinson, 1997), incluso y si lo acercamos a la primera capa o lectura recuerda a cinismos culposos como espectador a asuntos como “¿Y…Dónde está el exorcista?” (Bob Logan, 1990) aunque hay que ser un cinéfilo de humor sutil para tomarle el tono.
Contribuye también que el filme, es dirigido por dos hermanos, los Cairnes, de cierta forma no tan apegados a la gran industria, lo cual le da un airecillo de cine independiente y que utilizan en su narrativa la metaficción: con la mirada subjetiva del desarrollo de un programa de televisión, es decir, lo que se ve en la pantalla es lo que el espectador en general aprecia durante una transmisión televisiva, que sucede en color, y el detrás de cámaras que se da en blanco y negro. Además de un planteamiento inicial de un falso documental.
A pesar de lo anterior, no se siente como un trabajo rebuscado y de hecho brilla por un aparente no tomarse en serio. “De noche con el diablo”, con todo y que vulnera el cine de horror y le falta por fortuna al respeto, toma con cierta seriedad el análisis de la miseria mediática, es un trabajo accesible, gozable, que tampoco pretende pasar por una hipócrita Serie B. Es en suma, una agudeza de cierta exquisitez en la forma, con todo y el efecto de granulado de cine setentero, que además tiene otro acierto: no usar a grandes estrellas en su reparto.
El casi mediocre y medianamente célebre conductor de un late show, “Jack Delroy” (David Dastmalchain, impecable y preciso), pretende superar a “Johnny Carson” como el titular del programa más popular en la TV. Son los años 70, y la antes llamada por los pseudointelectuales “caja idiota” tiene el predominio mediático. Estamos pues en 1977.
El problema, es que “Jack”, por más que lo intenta, no puede superar a “Carson”. Hace de todo, incluso presentar a su esposa enferma terminal “Madeleine” (Georgina Haig) a cuadro para levantar al raiting. Bulea a su patiño “Gus” (Rhys Autery), quien soporta con estoicismo las burlas y nada más no baila el gallinazo ni se mete al baño porque a “Jack” le espera algo más interesante que un “charcazo”.
A punto de salir del aire, a “Jack” se le ocurre junto al productor “Leo” (Josh Quing Tarta), presentar un exorcismo. Citan a un adivinador en apariencia chambón, “Christou” (Faissal Bazzi) para que presente unos números pero el conductor aprovecha para burlarse. El plato fuerte en todo caso, en un programa que además monitorean los patrocinadores, es la posesión de una casi niña y entran en escena la “Doctora June” (Laura Gordon) y la pre adolescente sobreviviente de una secta “Lily” (Ingrid Torelli, algo parecida a Linda Blair), que disque se habla con el demonio. El show pues, está por comenzar.
“De noche con el diablo”, es una cáustica apuesta de género de sutil parodia, pero sobre todo agudo análisis de la banalidad y estupidez mediática. Es cierto en su tono cosmético, en su género externo pues, en su ropa, parece cine de horror, pero aún en estos términos, permea una parodia que nunca pretende desternillarse.
Resulta una obra medianamente compleja y discreta pero de indiscutible inteligencia ácida. Vea más allá de lo externo. Esta obra es uno de los estrenos del verano.