/ sábado 16 de julio de 2022

La moviola | Elvis y Luhrman: el gozoso agobio de la mentira

@lamoviola

El cine de Baz Luhrman, es potencia, fuerza, impacto. Elvis es presencia, voz, puro imán en el escenario, una de las leyendas más grandes de la cultura pop del siglo XX y más que eso. Simple, una leyenda. La combinación de los dos artistas explota en la pantalla grande desde el primer momento.

Porque Elvis, la biopic musical basada en la vida de Presley y sobre todo el relato en primera persona con un narrador que es antagonista, toca como eje principal, la profunda y agridulce relación con el hombre que lo descubrió: el Coronel Tom Parker, quién es la voz cantante del filme ya que cuenta la historia, da su versión de la vida y el legado del hombre que contribuyó a revolucionar una era.

En la puesta en escena estrambótica de Luhrman, hay tres vías alternas: la primera, la vida del cantante rey del rock and roll, desde sus inicios en ferias de pueblo, agobiado por el profundo amor a su madre Gladys (Helen Thompson), y sus años de crianza, su encuentro con Parker (Tom Hanks, que está muy bien, pero forrestgumpsea, como es su costumbre), su matrimonio y poca vida familiar con Priscila Presley, la cúspide rodeado de gorrones y abusivos, la soledad, la caída. Todo en un relato inicial caótico, pero que no tiene como protagonista a los hechos puros y duros sobre la vida de Elvis, sino una reflexión sobre el agridulce, duro, feliz, fugaz, colorido, vulgar, codicioso, sensible mundo del espectáculo.

Y en ese texto, entra la razón de ser de Elvis (interpretado por un excepcional Austin Butler, que transmite melancolía con la mirada). La película, es una de las radiografías más certeras y honestas del universo del entretenimiento. El amor, Elvis y la codicia, Parker, como dos gemelos inseparables.

La tercera vía, es la explosión narrativa de Baz Luhrman, el espectador, el sensible, claro, no el que va al cine a ver easter egg, tiene un agobio gozoso, que lo apabulla en medio de la música y los colores del universo de oropel y crueldad. No hay didactismo en el relato, evita ser ese tipo de biopic. Lo que vemos es una edición trepidante que resuena además en los oídos. El director de Moulin Rouge!, Lo ha vuelto a hacer. En todo caso y en algún momento, la película recuerda más a ¡Grandes bolas de fuego! ( Jim McBeide, 1989), que a los filmes de género similar que se han puesto de moda. Quizá en este tono pueda entrar Rocket Man (Dexter Fletcher, 2019), sobre la relación con la fama de Elton John.

El relato es tan rítmico, hábil y caótico, que aborda también el tema de la era pop como parte del devenir de un país: el entretenimiento y sus figuras como parte de la historia pura y dura.

Elvis, como un personaje que balbucea dolor y entrega en el escenario, sin un juicio moral al antagonista, que es protagonista: El Coronel Tom Parker.

El tema del oropel del espectáculo y la cultura pop, por cierto, es una línea dura actual de revisionismo histórico. Basta mencionar, el libro Sticky fingers del periodista Joe Hagan, sobre la historia de la revista Rolling Stone y su contribución a la contracultura, y después su ingreso al sistema, en voz de Jann Wenner, creador de la publicación. Algo similar, sucede con Elvis.

La película, es una gran y gozosa mentira grandilocuente, tan evasiva e impactante que elude por fortuna cualquier viso de realidad. Es lo de menos, estamos ante el gran agobio del mundo del espectáculo.


@lamoviola

El cine de Baz Luhrman, es potencia, fuerza, impacto. Elvis es presencia, voz, puro imán en el escenario, una de las leyendas más grandes de la cultura pop del siglo XX y más que eso. Simple, una leyenda. La combinación de los dos artistas explota en la pantalla grande desde el primer momento.

Porque Elvis, la biopic musical basada en la vida de Presley y sobre todo el relato en primera persona con un narrador que es antagonista, toca como eje principal, la profunda y agridulce relación con el hombre que lo descubrió: el Coronel Tom Parker, quién es la voz cantante del filme ya que cuenta la historia, da su versión de la vida y el legado del hombre que contribuyó a revolucionar una era.

En la puesta en escena estrambótica de Luhrman, hay tres vías alternas: la primera, la vida del cantante rey del rock and roll, desde sus inicios en ferias de pueblo, agobiado por el profundo amor a su madre Gladys (Helen Thompson), y sus años de crianza, su encuentro con Parker (Tom Hanks, que está muy bien, pero forrestgumpsea, como es su costumbre), su matrimonio y poca vida familiar con Priscila Presley, la cúspide rodeado de gorrones y abusivos, la soledad, la caída. Todo en un relato inicial caótico, pero que no tiene como protagonista a los hechos puros y duros sobre la vida de Elvis, sino una reflexión sobre el agridulce, duro, feliz, fugaz, colorido, vulgar, codicioso, sensible mundo del espectáculo.

Y en ese texto, entra la razón de ser de Elvis (interpretado por un excepcional Austin Butler, que transmite melancolía con la mirada). La película, es una de las radiografías más certeras y honestas del universo del entretenimiento. El amor, Elvis y la codicia, Parker, como dos gemelos inseparables.

La tercera vía, es la explosión narrativa de Baz Luhrman, el espectador, el sensible, claro, no el que va al cine a ver easter egg, tiene un agobio gozoso, que lo apabulla en medio de la música y los colores del universo de oropel y crueldad. No hay didactismo en el relato, evita ser ese tipo de biopic. Lo que vemos es una edición trepidante que resuena además en los oídos. El director de Moulin Rouge!, Lo ha vuelto a hacer. En todo caso y en algún momento, la película recuerda más a ¡Grandes bolas de fuego! ( Jim McBeide, 1989), que a los filmes de género similar que se han puesto de moda. Quizá en este tono pueda entrar Rocket Man (Dexter Fletcher, 2019), sobre la relación con la fama de Elton John.

El relato es tan rítmico, hábil y caótico, que aborda también el tema de la era pop como parte del devenir de un país: el entretenimiento y sus figuras como parte de la historia pura y dura.

Elvis, como un personaje que balbucea dolor y entrega en el escenario, sin un juicio moral al antagonista, que es protagonista: El Coronel Tom Parker.

El tema del oropel del espectáculo y la cultura pop, por cierto, es una línea dura actual de revisionismo histórico. Basta mencionar, el libro Sticky fingers del periodista Joe Hagan, sobre la historia de la revista Rolling Stone y su contribución a la contracultura, y después su ingreso al sistema, en voz de Jann Wenner, creador de la publicación. Algo similar, sucede con Elvis.

La película, es una gran y gozosa mentira grandilocuente, tan evasiva e impactante que elude por fortuna cualquier viso de realidad. Es lo de menos, estamos ante el gran agobio del mundo del espectáculo.