/ sábado 4 de abril de 2020

La moviola | Encierro que asfixia

El nuevo trending mediático, El hoyo (Galder Gaztelu- Urrutia, 2019), es un claro ejemplo de cómo se las gastan las plataformas de streaming; un filme con un tufillo de elegancia, lo bastante convencional para no espantar al público millennial.

Para completar el cuadro, la película tuvo su estreno en septiembre pasado, en el Festival de Cine de Toronto, donde se llevó el People ‘ Choice Award to Midnight Madness y por si fuera poco se vio en el Festival de Cine de Stiges.

El cuadro está completo: una corrida festivalera que no la aleja del gran público, pero que sí hace sentir a este, que ve un producto de vuelos medianos o por lo menos encima de lo habitual.

Así se las gasta Netflix, que la presenta en su plataforma y el jueguito suele salirle bastante bien.

Porque el largometraje de poco más de hora y media de Gaztelu-Urrutia, -que es su ópera prima- tiene sus aciertos, entre los que destaca un administrado suspenso y la más que correcta dirección de actores.

Pero por otro lado, como una buena cantidad de directores que realizan su primera película, no hay una contención en cuanto a cierta pretensión en la forma. La historia de cierta manera le ayuda para este fin, pero ya con la cabeza fría de los primeros días del estreno en la plataforma y el efecto mediático que ocasiona, los significados son claros y lo demás entra en el exclusivo departamento de la pretensión de quien la ve.

Goreng, interpretado por Iván Massagué, contenido y seguro en su papel, que por lo demás tiene sobre sus espaldas buen peso de la trama, que se desarrolla con pocos personajes, despierta confundido en una celda. Su compañero es el chaparrín sibilino Trimagasi (Zorion Eguileor, también preciso en su interpretación), quien ha aceptado las reglas de el hoyo, en donde por alguna razón u otra, se entra de manera casi voluntaria.

La prioridad de los reclusos, es comer, ya que el hoyo, tiene varios niveles, pisos, y entre más abajo se esté, menos comida toca, ya que es sólo una plataforma la que proporciona los alimentos. Y en este momento, los significados quedan claros, en cuanto a una rebuscada metáfora social, con su clímax de tonillo religioso.

El director se engolosina y como toda ópera prima que se respete, le da a una buena idea demasiados artificios . En contraste con esto, el filme maneja bien los entornos de suspenso y tiene buenas vueltas de tuerca en su trama.

Un poco sobre interpretada, pero decente y correcto como producto final, la película se sostiene por el oficio del director y el talento de todos sus actores, que en un entorno de asfixia sacan adelante la muy manoseada premisa.

Si usted se encuentra ya en los últimos niveles del quédese en casa, la película disponible en Netflix, que sigue en los primeros lugares de las preferencias de sus suscriptores, le va a entretener, pero tampoco se clave.

El nuevo trending mediático, El hoyo (Galder Gaztelu- Urrutia, 2019), es un claro ejemplo de cómo se las gastan las plataformas de streaming; un filme con un tufillo de elegancia, lo bastante convencional para no espantar al público millennial.

Para completar el cuadro, la película tuvo su estreno en septiembre pasado, en el Festival de Cine de Toronto, donde se llevó el People ‘ Choice Award to Midnight Madness y por si fuera poco se vio en el Festival de Cine de Stiges.

El cuadro está completo: una corrida festivalera que no la aleja del gran público, pero que sí hace sentir a este, que ve un producto de vuelos medianos o por lo menos encima de lo habitual.

Así se las gasta Netflix, que la presenta en su plataforma y el jueguito suele salirle bastante bien.

Porque el largometraje de poco más de hora y media de Gaztelu-Urrutia, -que es su ópera prima- tiene sus aciertos, entre los que destaca un administrado suspenso y la más que correcta dirección de actores.

Pero por otro lado, como una buena cantidad de directores que realizan su primera película, no hay una contención en cuanto a cierta pretensión en la forma. La historia de cierta manera le ayuda para este fin, pero ya con la cabeza fría de los primeros días del estreno en la plataforma y el efecto mediático que ocasiona, los significados son claros y lo demás entra en el exclusivo departamento de la pretensión de quien la ve.

Goreng, interpretado por Iván Massagué, contenido y seguro en su papel, que por lo demás tiene sobre sus espaldas buen peso de la trama, que se desarrolla con pocos personajes, despierta confundido en una celda. Su compañero es el chaparrín sibilino Trimagasi (Zorion Eguileor, también preciso en su interpretación), quien ha aceptado las reglas de el hoyo, en donde por alguna razón u otra, se entra de manera casi voluntaria.

La prioridad de los reclusos, es comer, ya que el hoyo, tiene varios niveles, pisos, y entre más abajo se esté, menos comida toca, ya que es sólo una plataforma la que proporciona los alimentos. Y en este momento, los significados quedan claros, en cuanto a una rebuscada metáfora social, con su clímax de tonillo religioso.

El director se engolosina y como toda ópera prima que se respete, le da a una buena idea demasiados artificios . En contraste con esto, el filme maneja bien los entornos de suspenso y tiene buenas vueltas de tuerca en su trama.

Un poco sobre interpretada, pero decente y correcto como producto final, la película se sostiene por el oficio del director y el talento de todos sus actores, que en un entorno de asfixia sacan adelante la muy manoseada premisa.

Si usted se encuentra ya en los últimos niveles del quédese en casa, la película disponible en Netflix, que sigue en los primeros lugares de las preferencias de sus suscriptores, le va a entretener, pero tampoco se clave.