/ lunes 18 de septiembre de 2017

La moviola | Eso,eso,eso

Por Gerardo Gil Ballesteros

En Mientras escribo, la autobiografía de Stephen King publicada en el año 2000, el prolífico escritor narra cómo siendo joven y para ganarse la vida antes de cobrar notoriedad mientras publicaba muchas de sus historias, trabajaba como ayudante de plomero. Su labor lo llevó a arreglar las tuberías de los baños en una secundaria. Nada tendría de particular el hecho, de no ser porque al casi adolescente King, le fueron encomendados los sanitarios de las chicas, en estos vio una máquina que expendía toallas sanitarias colocado junto a las regaderas. La visión de este escenario, concluyó con la creación de Carrie en 1974.

La anécdota da fe de como uno de los autores más leídos a nivel mundial elabora metáforas de hechos cotidianos, ordinarios vaya, en el sentido más elemental del término. Carrie, como una alusión a la adolescencia e It (llamémosle así para no entrar en aclaraciones) de la entrada a la pubertad y el adiós a los años de infancia entre otras cosas.

Pero una de las claves está en la perfecta accesibilidad de estos hechos, que va de una muy detallada narrativa que traslada de lo visual, a la idiosincrasia de sus personajes: Los pueblos de la cotidianeidad estadounidense, las casas con sus cocinas y muebles de la clase media. Y por supuesto, las marcas de consumo de sus protagonistas, como código de identificación para el lector promedio.

En sus novelas, los personajes usan una marca de ropa específica o una bicicleta o automóvil conocido por supuesto de sus lectores, casi nunca ostentosa y que revelan el universo que los rodea. Es en buena medida la estética como discurso.

Y en cuanto a sus personajes, son el chico o chica de enfrente. El que como lectores podemos ver con tan solo leer pocas páginas de su libro. Y cuando una buena adaptación de King llega a la pantalla grande, es porque respetó en gran medida estos elementos.

Porque en la más reciente adaptación de la novela publicada en 1986, It, (Andy Muschietti, 2017), la fidelidad al universo King es norma: los chicos solitarios con travesía iniciática como en La larga marcha (novela publicada con el seudónimo de Richard Bachman en 1979) tienen un universo de la ficción muy definido. King es pues, uno de los escritores emblemáticos de la mezcla entre la literatura pop que accede al mundo de la cultura per se. Ideal para la civilización del entretenimiento.

El pequeño George (Jackson Robert Scott), un angelical niño de no más de ocho años, ha desaparecido en el pueblo de Derry. Sabemos que el responsable es el ente en forma de payaso Pennywise (Bill Skarsgard, muy destacable por cierto), pero el hermano mayor del pequeño, el tartamudo lleno de miedos de Bill (Jaeden Lieberher) tiene algo de culpa ya que el acontecimiento se dio a causa de un encargo, producto de un juego.

Un año después, Bill rodeado de un grupo de outsiders como él, se empeña en encontrarlo ante la desesperación de su padre, quien le pide entender que su hermano está muerto.

Al casi adolescente lo acompañan el bocón inoportuno Richie (Finn Wolfhard), el enfermizo Eddie (Jack Dylan Grazer),el pragmático Stanley (Wyat Oleff), la púber que se convierte en el deseo sexual del grupito Beverly (Sophia Lillis) y a quien le dicen en una escena Molly Ringwald (broma que ningún millennial del público entiende claro), luego se une el gordinflas poeta Ben (Jeremy Ray Taylor) y el chico afroamericano Mike (Chosen Jacobs).

Los preadolescentes tendrán que enfrentar la amenaza de Pennywise, quien los acecha utilizando sus miedos más profundos. Para acabarla de amolar, los segregados tienen que soportar el acoso (¿ahora se dice bulleo, verdad?) del atormentado Henry (Nicholas Hamilton).

La película fluye de manera solvente, casi con una narrativa de telefilme, con buenos momentos, sobre todo en su primera mitad, de oficio casi artesanal  que sin embargo nunca hace que se extrañe la adaptación televisiva de 1990, dirigida por Tommy Lee Wallace.

Cargada de simbolismo para el gran público, con escenita de sangre en el baño cortesía de Beverly, vemos en It una historia que navega entre una historia sobre la adolescencia, muy en el tono de Cuenta conmigo y el horror puro.

Ahora sí que eso lo entiende muy bien Muschietti y por supuesto, ante la expectativa, se agradece.

Por Gerardo Gil Ballesteros

En Mientras escribo, la autobiografía de Stephen King publicada en el año 2000, el prolífico escritor narra cómo siendo joven y para ganarse la vida antes de cobrar notoriedad mientras publicaba muchas de sus historias, trabajaba como ayudante de plomero. Su labor lo llevó a arreglar las tuberías de los baños en una secundaria. Nada tendría de particular el hecho, de no ser porque al casi adolescente King, le fueron encomendados los sanitarios de las chicas, en estos vio una máquina que expendía toallas sanitarias colocado junto a las regaderas. La visión de este escenario, concluyó con la creación de Carrie en 1974.

La anécdota da fe de como uno de los autores más leídos a nivel mundial elabora metáforas de hechos cotidianos, ordinarios vaya, en el sentido más elemental del término. Carrie, como una alusión a la adolescencia e It (llamémosle así para no entrar en aclaraciones) de la entrada a la pubertad y el adiós a los años de infancia entre otras cosas.

Pero una de las claves está en la perfecta accesibilidad de estos hechos, que va de una muy detallada narrativa que traslada de lo visual, a la idiosincrasia de sus personajes: Los pueblos de la cotidianeidad estadounidense, las casas con sus cocinas y muebles de la clase media. Y por supuesto, las marcas de consumo de sus protagonistas, como código de identificación para el lector promedio.

En sus novelas, los personajes usan una marca de ropa específica o una bicicleta o automóvil conocido por supuesto de sus lectores, casi nunca ostentosa y que revelan el universo que los rodea. Es en buena medida la estética como discurso.

Y en cuanto a sus personajes, son el chico o chica de enfrente. El que como lectores podemos ver con tan solo leer pocas páginas de su libro. Y cuando una buena adaptación de King llega a la pantalla grande, es porque respetó en gran medida estos elementos.

Porque en la más reciente adaptación de la novela publicada en 1986, It, (Andy Muschietti, 2017), la fidelidad al universo King es norma: los chicos solitarios con travesía iniciática como en La larga marcha (novela publicada con el seudónimo de Richard Bachman en 1979) tienen un universo de la ficción muy definido. King es pues, uno de los escritores emblemáticos de la mezcla entre la literatura pop que accede al mundo de la cultura per se. Ideal para la civilización del entretenimiento.

El pequeño George (Jackson Robert Scott), un angelical niño de no más de ocho años, ha desaparecido en el pueblo de Derry. Sabemos que el responsable es el ente en forma de payaso Pennywise (Bill Skarsgard, muy destacable por cierto), pero el hermano mayor del pequeño, el tartamudo lleno de miedos de Bill (Jaeden Lieberher) tiene algo de culpa ya que el acontecimiento se dio a causa de un encargo, producto de un juego.

Un año después, Bill rodeado de un grupo de outsiders como él, se empeña en encontrarlo ante la desesperación de su padre, quien le pide entender que su hermano está muerto.

Al casi adolescente lo acompañan el bocón inoportuno Richie (Finn Wolfhard), el enfermizo Eddie (Jack Dylan Grazer),el pragmático Stanley (Wyat Oleff), la púber que se convierte en el deseo sexual del grupito Beverly (Sophia Lillis) y a quien le dicen en una escena Molly Ringwald (broma que ningún millennial del público entiende claro), luego se une el gordinflas poeta Ben (Jeremy Ray Taylor) y el chico afroamericano Mike (Chosen Jacobs).

Los preadolescentes tendrán que enfrentar la amenaza de Pennywise, quien los acecha utilizando sus miedos más profundos. Para acabarla de amolar, los segregados tienen que soportar el acoso (¿ahora se dice bulleo, verdad?) del atormentado Henry (Nicholas Hamilton).

La película fluye de manera solvente, casi con una narrativa de telefilme, con buenos momentos, sobre todo en su primera mitad, de oficio casi artesanal  que sin embargo nunca hace que se extrañe la adaptación televisiva de 1990, dirigida por Tommy Lee Wallace.

Cargada de simbolismo para el gran público, con escenita de sangre en el baño cortesía de Beverly, vemos en It una historia que navega entre una historia sobre la adolescencia, muy en el tono de Cuenta conmigo y el horror puro.

Ahora sí que eso lo entiende muy bien Muschietti y por supuesto, ante la expectativa, se agradece.

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