/ domingo 25 de abril de 2021

La moviola | Paradigmas II. La nueva epopeya hollywoodense

Este domingo se llevará a cabo la entrega 93 del Oscar. Como es costumbre, el Dolby Theatre de Los Ángeles, será el escenario de una entrega atípica. Atípica porque se premiará a una industria que tuvo un año pésimo producto de la pandemia. Pero también por los filmes protagonistas que tienen otro aire, un tono distinto en su contenido. Es el mainstream que cede el paso a trabajos de tono más íntimo.

Minari (Lee Isaac Chung, 2021), la epopeya familiar casi bíblica de tono occidentalizante es un claro ejemplo. Transita por dos vías. Por un lado vemos una emotiva historia de amor y superación familiar, con personajes pulidos, emotivos, sencillos pero brillantes y del otro lado, un fondo de redención social al establishment moral y por qué no, político.

La familia Yi, llega a una zona rural de Arkansas, para iniciar una granja, con poco dinero y un trabajo que deben realizar Jacob (Steven Yeun) y Mónica (Han Ye-ri) seleccionando pollos en un matadero para financiar su sueño. El matrimonio, tiene dos hijos, la pre adolescente Anne (Noel Kate Cho) y David (Alan Kim), quien tiene siete años, un nombre ya muy occidental y además padece de un grave problema del corazón.

En medio de desacuerdos entre los esposos, la vida cotidiana sigue, incluido un fanático religioso más tétrico que empático como personaje, Paul (Bill Paton) quien ayuda a Jacob con la granja, no sin ser maltratado en algunas ocasiones. Todo marcha, no bien pero lo suficiente para que la familia mantenga el sueño americano, hasta que las obligaciones y necesidad de dinero hagan que la abuela materna Soon- ja (Youn-yuh yung) quien vive en Corea, deba viajar a Arkansas para cuidar al sibilino David, una suerte de Daniel el Travieso no occidental, pero con ganas.

La anciana, no es en apariencia una abuela convencional y rivaliza con el niño, o este es lo que cree, ante la gracia de la mujer. El reto de la familia será construir un patrimonio sin perder la esencia que los une.

Minari, es entonces la metáfora norteamericana por excelencia con claro tono pionero y jefe de la casa sentado en su sofá, luego de una dura jornada de trabajo. No es que esté mal, sólo se hace la anotación. Aunque la forma siempre es fondo.

Pero el verdadero peso del filme se encuentra en su lírica poética, su apabullante sencillez en el relato, su conmovedora forma de contarnos lo mismo en cuanto al sueño americano, desde en apariencia otros zapatos: los de familia de origen coreano.

Dos líneas trazan entonces esta fábula americana de aire liberal: una política, otra poética. Pero el filme, desde el primer momento con su sencillez lírica toca la sensibilidad del espectador.

Seis nominaciones tiene por cierto al Oscar: Película, director, guion original, actor, actriz de reparto (Youn-yuh yung, donde tiene amplias posibilidades de ganar) y banda sonora.

No es la historia americana X, es la historia americana Yi. Por cierto, la produce Brad Pitt.


Este domingo se llevará a cabo la entrega 93 del Oscar. Como es costumbre, el Dolby Theatre de Los Ángeles, será el escenario de una entrega atípica. Atípica porque se premiará a una industria que tuvo un año pésimo producto de la pandemia. Pero también por los filmes protagonistas que tienen otro aire, un tono distinto en su contenido. Es el mainstream que cede el paso a trabajos de tono más íntimo.

Minari (Lee Isaac Chung, 2021), la epopeya familiar casi bíblica de tono occidentalizante es un claro ejemplo. Transita por dos vías. Por un lado vemos una emotiva historia de amor y superación familiar, con personajes pulidos, emotivos, sencillos pero brillantes y del otro lado, un fondo de redención social al establishment moral y por qué no, político.

La familia Yi, llega a una zona rural de Arkansas, para iniciar una granja, con poco dinero y un trabajo que deben realizar Jacob (Steven Yeun) y Mónica (Han Ye-ri) seleccionando pollos en un matadero para financiar su sueño. El matrimonio, tiene dos hijos, la pre adolescente Anne (Noel Kate Cho) y David (Alan Kim), quien tiene siete años, un nombre ya muy occidental y además padece de un grave problema del corazón.

En medio de desacuerdos entre los esposos, la vida cotidiana sigue, incluido un fanático religioso más tétrico que empático como personaje, Paul (Bill Paton) quien ayuda a Jacob con la granja, no sin ser maltratado en algunas ocasiones. Todo marcha, no bien pero lo suficiente para que la familia mantenga el sueño americano, hasta que las obligaciones y necesidad de dinero hagan que la abuela materna Soon- ja (Youn-yuh yung) quien vive en Corea, deba viajar a Arkansas para cuidar al sibilino David, una suerte de Daniel el Travieso no occidental, pero con ganas.

La anciana, no es en apariencia una abuela convencional y rivaliza con el niño, o este es lo que cree, ante la gracia de la mujer. El reto de la familia será construir un patrimonio sin perder la esencia que los une.

Minari, es entonces la metáfora norteamericana por excelencia con claro tono pionero y jefe de la casa sentado en su sofá, luego de una dura jornada de trabajo. No es que esté mal, sólo se hace la anotación. Aunque la forma siempre es fondo.

Pero el verdadero peso del filme se encuentra en su lírica poética, su apabullante sencillez en el relato, su conmovedora forma de contarnos lo mismo en cuanto al sueño americano, desde en apariencia otros zapatos: los de familia de origen coreano.

Dos líneas trazan entonces esta fábula americana de aire liberal: una política, otra poética. Pero el filme, desde el primer momento con su sencillez lírica toca la sensibilidad del espectador.

Seis nominaciones tiene por cierto al Oscar: Película, director, guion original, actor, actriz de reparto (Youn-yuh yung, donde tiene amplias posibilidades de ganar) y banda sonora.

No es la historia americana X, es la historia americana Yi. Por cierto, la produce Brad Pitt.