/ domingo 2 de diciembre de 2018

La Moviola | Robin Hood príncipe de los millennials

Por: Gerardo Ballesteros

Es interesante como Hollywood se recicla para ir un paso adelante y retener audiencias. Condicionar al respetable para que se sigan las modas genéricas que el cine comercial ofrece. Y la audacia está en prever el momento en que estas se agoten.

Con un camino que se ve todavía con vida, por lo menos media, los filmes basados en comics o superhéroes deben preparar el terreno para cuando por una trayectoria natural se debiliten. Por esto, de vez en cuando Hollywood muestra a las audiencias más jóvenes que no es la única posibilidad de ver cine de aventuras. Y para eso está el reciclaje de viejas ideas.

Ya pasamos por el péplum Ben Hur, el cine bíblico Noé y hasta remakes de westerns clásicos como Los 7 Magníficos. Aunque cabe la reflexión que en general los resultados no han sido los esperados, ahora toca el turno a una leyenda del cine clásico que revive de vez en cuando: Robin Hood.

Titulado así, de manera simple Robin Hood (J.Otto Bathurst, 2018), es un filme al que la crítica internacional (lo que sea que esto signifique) le ha dado con todo, en especial Peter Travers a quien casi todo le gusta.

Habría que resaltar tal vez, que la versión de Bathurst, director de televisión que hace su debut en la pantalla grande con esta película, se esfuerza en forma y ritmo en ser una versión millennial.

Por ejemplo, da mayor equilibrio en los roles a Robin Hood (Taron Egerton) y a Little John (Jamie Foxx), con lo cual se cumple la cuota de corrección política. No se vayan a traumar las generaciones más jóvenes.

Se nota una acción estilizada, pero este asunto se siente artificial y forzado. Hay que concederle que no tiene las pretensiones intelectuales de la versión filmada en 2010 por Ridley Scott y protagonizada por el peleonero profesional Russell Crowe.

Y mucho menos decanta por el romanticismo meloso -que haría palidecer a cualquier telenovela vespertina- de Robin Hood: príncipe de los ladrones (Kevin Reynolds,1991), aunque de esta película sí llega a recordarnos el binomio Costner-Freman el que presentan Egerton-Foxx.

La vocación de aventura clásica ha estado presente en las múltiples adaptaciones del mítico personaje. Algunas pasan sin pena ni gloria. Otras, son un referente cinematográfico, como es el caso de Robin y Marian, protagonizada por un Sean Connery ya madurito de 1975 y dirigida por el talentoso Richard Lester que sabía manejar muy bien el género.

La actual, seguro no pasará a la historia, es demasiado mediana en el mejor de los casos, pero es un ejemplo de cómo la industria empieza a condicionar a las nuevas generaciones dentro de sus propios mitos cinematográficos.

Que las cosas se muevan, para que sigan igual.

twitter: @lamoviola

Por: Gerardo Ballesteros

Es interesante como Hollywood se recicla para ir un paso adelante y retener audiencias. Condicionar al respetable para que se sigan las modas genéricas que el cine comercial ofrece. Y la audacia está en prever el momento en que estas se agoten.

Con un camino que se ve todavía con vida, por lo menos media, los filmes basados en comics o superhéroes deben preparar el terreno para cuando por una trayectoria natural se debiliten. Por esto, de vez en cuando Hollywood muestra a las audiencias más jóvenes que no es la única posibilidad de ver cine de aventuras. Y para eso está el reciclaje de viejas ideas.

Ya pasamos por el péplum Ben Hur, el cine bíblico Noé y hasta remakes de westerns clásicos como Los 7 Magníficos. Aunque cabe la reflexión que en general los resultados no han sido los esperados, ahora toca el turno a una leyenda del cine clásico que revive de vez en cuando: Robin Hood.

Titulado así, de manera simple Robin Hood (J.Otto Bathurst, 2018), es un filme al que la crítica internacional (lo que sea que esto signifique) le ha dado con todo, en especial Peter Travers a quien casi todo le gusta.

Habría que resaltar tal vez, que la versión de Bathurst, director de televisión que hace su debut en la pantalla grande con esta película, se esfuerza en forma y ritmo en ser una versión millennial.

Por ejemplo, da mayor equilibrio en los roles a Robin Hood (Taron Egerton) y a Little John (Jamie Foxx), con lo cual se cumple la cuota de corrección política. No se vayan a traumar las generaciones más jóvenes.

Se nota una acción estilizada, pero este asunto se siente artificial y forzado. Hay que concederle que no tiene las pretensiones intelectuales de la versión filmada en 2010 por Ridley Scott y protagonizada por el peleonero profesional Russell Crowe.

Y mucho menos decanta por el romanticismo meloso -que haría palidecer a cualquier telenovela vespertina- de Robin Hood: príncipe de los ladrones (Kevin Reynolds,1991), aunque de esta película sí llega a recordarnos el binomio Costner-Freman el que presentan Egerton-Foxx.

La vocación de aventura clásica ha estado presente en las múltiples adaptaciones del mítico personaje. Algunas pasan sin pena ni gloria. Otras, son un referente cinematográfico, como es el caso de Robin y Marian, protagonizada por un Sean Connery ya madurito de 1975 y dirigida por el talentoso Richard Lester que sabía manejar muy bien el género.

La actual, seguro no pasará a la historia, es demasiado mediana en el mejor de los casos, pero es un ejemplo de cómo la industria empieza a condicionar a las nuevas generaciones dentro de sus propios mitos cinematográficos.

Que las cosas se muevan, para que sigan igual.

twitter: @lamoviola