/ sábado 6 de agosto de 2022

La moviola | Tren bala: de Momomon, Pitt y el tipo disfrazado de Bad Bunny

@lamoviola

En medio de una superficialidad tarantinesca, que demuestra que el director David Leitch (Dead Pool 2, Atomic Blonde), se le da la coreografía sanguinolenta y ese es su talento. Tren bala (Bullet Train, 2022), podría haber sido casi una genialidad hace unas tres décadas. En realidad, el filme decanta por un muy correcto oficio fílmico que retoma el ritmo pero sólo desde el plano referencial de asuntos como Pulp Fiction. Ahí se queda en buena parte, pero lo cosmético funciona en general y resulta algo más que un buen chiste.

En realidad, el sostén no es su fragmentada narrativa, hoy ya francamente muy manoseada, y un respeto paródico al género, que se deja seducir por lo chusco, sino en una muy buena slapstick (comedia física), hiperviolenta. El desparpajo con el que el filme revienta tripas casi escena por escena, logra una cínica comedia sobre la bobería y la neurosis sangrienta que permea en la sociedad gringa.

Los personajes son de una dimensión y capa y todos viajan en el universo del absurdo pero logran buenos momentos, que en realidad son gags que hacen funcionar el asunto. Una oda a la violencia, muy en el tono de la cultura estadounidense, que evade un sub texto. No es en realidad una orgía de sangre, sino un pastelazo cínico de tripas y pólvora.

Cinco asesinos a sueldo, viajan en un tren bala japonés, para en un principio recuperar una maleta con dinero de un secuestro. Entre estos, se encuentra el personaje casi virginal y canoro, signo de los lineamientos en la industria, Ladybug (Brad Pitt, que afina su oficio en las artes capulinescas), un bobo de marras columna del relato al inicio, quien comete cualquier cantidad de imbecilidades que harían palidecer de envidia a Gilligan con todo y sombrero de pescador.

Viajan también, los hermanos Lemmon (Brian Tyree Henry) y Tangerine (Aaron Taylor-Johnson), quienes tienen los mejores diálogos; además la pseudo Lolita fatale Prince (Joey King), Kimura (Andrew Koji), y The Elder (Hirojuki Sanada). En algún punto, todos están bajo la figura de un jefe de la mafia White Death (Michael Shannon, en su punto como siempre).

Aparece Bad Bunny, como un delincuente mexicano que quiere cobrar venganza, en un punto del relato prescindible pero simpático y que comprueba que el mundo del narco es visto por Hollywood desde la perspectiva siempre ultrapasteurizada y etnopopcentrista muy en el tono de Netflix.Y hasta la Bullock anda pululando por ahí.

Vaya, el filme es un viaje banal y entretenido que va en desorden de la primera clase a la turista de ida y regreso y que puede prescindir de pseudo sesudos análisis y que hasta mascota promocional tiene: la genialidad promocional Momomon, también de lo mejor del filme. Pues eso. Se basa en una novela Best-Seller de Kõtaro Isake, pero hay que reconocerle al director destreza para desarrollar el numerito.

¡Ah! Lo del tipo vestido de Bad Bunny; vaya la película es una cereza para influencers y compañía, algunos arrobados de orgullo en fotos de Instagram y vestidos de Bad Bunny en pases de prensa. Esa puede ser la verdadera narrativa de la película. A lo mejor hasta los podemos adoptar como mascotas. Signo de los tiempos.


@lamoviola

En medio de una superficialidad tarantinesca, que demuestra que el director David Leitch (Dead Pool 2, Atomic Blonde), se le da la coreografía sanguinolenta y ese es su talento. Tren bala (Bullet Train, 2022), podría haber sido casi una genialidad hace unas tres décadas. En realidad, el filme decanta por un muy correcto oficio fílmico que retoma el ritmo pero sólo desde el plano referencial de asuntos como Pulp Fiction. Ahí se queda en buena parte, pero lo cosmético funciona en general y resulta algo más que un buen chiste.

En realidad, el sostén no es su fragmentada narrativa, hoy ya francamente muy manoseada, y un respeto paródico al género, que se deja seducir por lo chusco, sino en una muy buena slapstick (comedia física), hiperviolenta. El desparpajo con el que el filme revienta tripas casi escena por escena, logra una cínica comedia sobre la bobería y la neurosis sangrienta que permea en la sociedad gringa.

Los personajes son de una dimensión y capa y todos viajan en el universo del absurdo pero logran buenos momentos, que en realidad son gags que hacen funcionar el asunto. Una oda a la violencia, muy en el tono de la cultura estadounidense, que evade un sub texto. No es en realidad una orgía de sangre, sino un pastelazo cínico de tripas y pólvora.

Cinco asesinos a sueldo, viajan en un tren bala japonés, para en un principio recuperar una maleta con dinero de un secuestro. Entre estos, se encuentra el personaje casi virginal y canoro, signo de los lineamientos en la industria, Ladybug (Brad Pitt, que afina su oficio en las artes capulinescas), un bobo de marras columna del relato al inicio, quien comete cualquier cantidad de imbecilidades que harían palidecer de envidia a Gilligan con todo y sombrero de pescador.

Viajan también, los hermanos Lemmon (Brian Tyree Henry) y Tangerine (Aaron Taylor-Johnson), quienes tienen los mejores diálogos; además la pseudo Lolita fatale Prince (Joey King), Kimura (Andrew Koji), y The Elder (Hirojuki Sanada). En algún punto, todos están bajo la figura de un jefe de la mafia White Death (Michael Shannon, en su punto como siempre).

Aparece Bad Bunny, como un delincuente mexicano que quiere cobrar venganza, en un punto del relato prescindible pero simpático y que comprueba que el mundo del narco es visto por Hollywood desde la perspectiva siempre ultrapasteurizada y etnopopcentrista muy en el tono de Netflix.Y hasta la Bullock anda pululando por ahí.

Vaya, el filme es un viaje banal y entretenido que va en desorden de la primera clase a la turista de ida y regreso y que puede prescindir de pseudo sesudos análisis y que hasta mascota promocional tiene: la genialidad promocional Momomon, también de lo mejor del filme. Pues eso. Se basa en una novela Best-Seller de Kõtaro Isake, pero hay que reconocerle al director destreza para desarrollar el numerito.

¡Ah! Lo del tipo vestido de Bad Bunny; vaya la película es una cereza para influencers y compañía, algunos arrobados de orgullo en fotos de Instagram y vestidos de Bad Bunny en pases de prensa. Esa puede ser la verdadera narrativa de la película. A lo mejor hasta los podemos adoptar como mascotas. Signo de los tiempos.