Es doloroso leer y escribir sobre la brutalidad que se ejerció sobre Ayelín Iczar, sin embargo, es necesario poner luz pública, preocuparnos y ocuparnos sobre una de las plagas que recorre nuestro país. Esa peste es la violencia contra las niñas. El día jueves 15 de octubre, Ayelín Iczae se comunicó con su mamá por teléfono para comer juntas por la tarde. Ella agarró camino para acudir a la cita, a las 16:00 horas aproximadamente, tomó un atajo para llegar a la carretera Tlapa-Chilpancingo donde está el negocio de su mamá. Allí desapareció, con apenas 13 años de edad.
La mamá denunció la desaparición el mismo 15 de octubre de este 2020, pero las autoridades no comenzaron la búsqueda de inmediato. La primera búsqueda la hicieron los familiares, los miembros de la comunidad y los estudiantes de la normal Isidro Burgos. Ellos recorrieron el atajo (la barranca de Chichipico) sabían que era muy probable que por allí hubiera pasado Ayelín. No encontraron rastros de ella. La comunidad ejerció presión política, los medios de comunicación hablaron del asunto, y así fue como las autoridades se dignaron a cumplir con su deber. Al parecer, la presión política y mediática son las únicas herramientas para movilizar a los policías y a los ministerios públicos.
En búsquedas posteriores se encontró a Ayelín, en la misma barranca de Chichipico, donde ya se había rastreado. Ella fue víctima de feminicidio, y falleció por traumatismo craneoencefálico. Como la violencia ya no encuentra fronteras, el evento fue todavía más irracional. Una o más personas habían seccionado el cuerpo de Ayelín. Eso fue lo que se encontró aquel día. Querido lector, ni el silencio ni las letras logran describir el drama de estos hechos. La persona o las personas que pensaron y desplegaron este delito ¿qué propósito tenían?, ¿cuál fue el móvil? y ¿por qué con tanta brutalidad ?
Las personas que cometieron ese crimen es posible que hayan crecido en la comunidad, y quien abandonó el cuerpo debió conocer la barranca de Chichipico. Incluso es probable que conocieran a Ayelín. La primera pregunta es: ¿por qué suceden estos hechos? No nos pongamos a reflexionar sobre la naturaleza humana, sino sobre los problemas de seguridad pública, procuración de justicia e investigación del delito. La fiscalía del estado de Guerrero nos dice que Ayelín murió, aproximadamente, tres días antes de que encontraran su cuerpo, eso quiere decir que hubo una pequeña oportunidad de rescatarla con vida, pero no fue así.
Los últimos datos del caso informan que hay varias personas detenidas, que hay un perfil genético del agresor. Ojalá todo sea cierto. Que la fiscalía no esté fabricando culpables para descargarse de la presión social. Un delito cometido en contra de una niña de 13 años necesita que la fiscalía esclarezca los hechos a la brevedad.
Mientras los políticos nos hablan de los grandes avances en seguridad, y nos exhiben gráficas sobre el aumento o disminución de los feminicidios es que están sucediendo este tipo de brutalidades. La falta de respuestas institucionales está desbordando a toda la ciudadanía, por eso se toman instalaciones, por eso se dan manifestaciones por todo el país. En este caso, sobran preguntas de cómo llegamos hasta este punto. Necesitamos erradicar este tipo de violencia y no desde la óptica de los discursos. Necesitamos más respuestas sobre nuestra política pública criminal, y acerca del cómo alcanzamos estos grados de violencia.
Doctor en Derecho
@jangulonobara