/ sábado 20 de febrero de 2021

La música: instrumento eficaz de la salud

El siglo 21 nos depara a cada momento sorpresas a las que ya deberíamos estar acostumbrados. Desde hace tiempo habíamos presentido que la música, además del disfrute sonoro que representa, puede ser utilizado como un instrumento eficaz en contra de importantes malestares orgánicos, sobre todo los que están relacionados a la estructura emocional.

Y en este gran lapso de pandemia la música es una ayuda invaluable.

Se ha comprobado que la música clásica, por ejemplo, tiene ciertas propiedades terapéuticas. Las notas musicales estimulan, invaden, o serenan, aquietan el ánimo. Los científicos están experimentando con los efectos que sobre la mente producen las vibraciones de las Ondas Alfa y Beta. Las ondas Alfa se originan sobre todo en el lóbulo occipital (la parte posterior del cerebro) durante periodos de relajación, tranquilidad y bienestar. Las ondas Beta están relacionadas con un estado de alerta y atención consciente. Se registran cuando la persona se encuentra despierta y en plena actividad mental.

Así, cualquier obra musical que produzca alrededor de 60 pulsos por minuto, podrá alterar el estado de las ondas cerebrales, el bienestar de la conciencia y su percepción especial. Tal es, por ejemplo, el impacto de ciertas piezas barrocas o de ambiente selecto.

Algún tipo de música tiende a equilibrar los procesos rítmicos de la respiración y del metabolismo, evitando los pensamientos depresivos y las conductas impulsivas. Es tan evidente la influencia de la música que un filósofo contemporáneo decía que las obras de Wagner le hacían respirar con dificultad, y se sobreponían a su estado emocional haciéndole perder la calma, la serenidad.

Las geniales composiciones de Mozart son las que más y mejor se emplean para fortalecer la memoria y la concentración. Se dice que sintonizar con la música es sintonizar con el corazón, particularmente si sus pulsaciones responden a todas las variaciones musicales como frecuencia, tiempo y volumen. A este respecto, hay que decir que el excesivo ruido del rock altera hasta un 10 por ciento la presión arterial, según un reporte de la Universidad de Carolina del Sur.

También el tono y la flexibilidad del sistema muscular están influidos por el tono, el sonido y la vibración musical. Hay música para todo: para controlar la temperatura corporal, para la producción natural de endorfinas que tienen que ver con la euforia, el placer, la serenidad y la depresión. Hay melodías para dejar de fumar, para desaparecer los dolores crónicos. En fin, como ya lo decía, sintonizar con la música es sintonizar con lo mejor de nosotros mismos: con el lenguaje del espíritu.

Entresaco de la publicación MUY INTERESANTE algunos párrafos al respecto. ¿Realmente la música es tan importante para nuestras vidas?

Los últimos hallazgos en neurología, psicología y biología parecen demostrar que sí: escuchar melodías agradables no sólo modifica nuestro estado de ánimo, sino que puede tener una influencia muy positiva en el desarrollo cognitivo humano, en el estímulo de nuestra inteligencia e incluso en la salud. Hasta hace muy poco, estas cuestiones no habían merecido la atención de la ciencia, pero ahora, el estudio de las relaciones entre música y bienestar se ha convertido en una fértil fuente de investigaciones y, gracias a ellas, empezamos a encontrar respuestas a algunas preguntas seculares.

Es posible que la música remede lejanamente la organización de ritmos internos de nuestro cuerpo, como el latido del corazón, el tiempo de la respiración o la sonoridad vocal de las palabras. De ese modo podría explicarse por qué todas las manifestaciones musicales del mundo cuentan con una base emocional común.

Los psicólogos británicos John Sloboda (n.1950) y Patrik Juslin (n.1979) de la Universidad Keele, han estudiado en profundidad este fenómeno y lo han relacionado con la capacidad de sorpresa del ser humano.

Según Juslin y Sloboda, el origen de esta sensación está en el lenguaje. Todos los seres humanos compartimos un código heredado para interpretar el habla. En cualquier idioma, la ira se manifiesta gritando y el cariño susurrando. Da igual a qué raza pertenezcamos, los mínimos rudimentos emocionales del habla son reconocibles universalmente.

Con la música ocurre lo mismo. Los estudios de estos dos psicólogos con cientos de voluntarios demuestran que, indefectiblemente, las melodías lentas y con cadencia descendente generan en los que las escuchan sensaciones de tristeza mientras que las cadencias ascendentes producen sentimientos estimulantes.

La conjunción de estos efectos provoca una cascada de emociones en el cerebro humano. Pero la cuestión principal es saber si este mecanismo es biológico o cultural.

¿La música actúa así porque lo dictan nuestros genes o es que la cultura humana ha desarrollado un tipo limitado de manifestaciones sonoras?


Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx


El siglo 21 nos depara a cada momento sorpresas a las que ya deberíamos estar acostumbrados. Desde hace tiempo habíamos presentido que la música, además del disfrute sonoro que representa, puede ser utilizado como un instrumento eficaz en contra de importantes malestares orgánicos, sobre todo los que están relacionados a la estructura emocional.

Y en este gran lapso de pandemia la música es una ayuda invaluable.

Se ha comprobado que la música clásica, por ejemplo, tiene ciertas propiedades terapéuticas. Las notas musicales estimulan, invaden, o serenan, aquietan el ánimo. Los científicos están experimentando con los efectos que sobre la mente producen las vibraciones de las Ondas Alfa y Beta. Las ondas Alfa se originan sobre todo en el lóbulo occipital (la parte posterior del cerebro) durante periodos de relajación, tranquilidad y bienestar. Las ondas Beta están relacionadas con un estado de alerta y atención consciente. Se registran cuando la persona se encuentra despierta y en plena actividad mental.

Así, cualquier obra musical que produzca alrededor de 60 pulsos por minuto, podrá alterar el estado de las ondas cerebrales, el bienestar de la conciencia y su percepción especial. Tal es, por ejemplo, el impacto de ciertas piezas barrocas o de ambiente selecto.

Algún tipo de música tiende a equilibrar los procesos rítmicos de la respiración y del metabolismo, evitando los pensamientos depresivos y las conductas impulsivas. Es tan evidente la influencia de la música que un filósofo contemporáneo decía que las obras de Wagner le hacían respirar con dificultad, y se sobreponían a su estado emocional haciéndole perder la calma, la serenidad.

Las geniales composiciones de Mozart son las que más y mejor se emplean para fortalecer la memoria y la concentración. Se dice que sintonizar con la música es sintonizar con el corazón, particularmente si sus pulsaciones responden a todas las variaciones musicales como frecuencia, tiempo y volumen. A este respecto, hay que decir que el excesivo ruido del rock altera hasta un 10 por ciento la presión arterial, según un reporte de la Universidad de Carolina del Sur.

También el tono y la flexibilidad del sistema muscular están influidos por el tono, el sonido y la vibración musical. Hay música para todo: para controlar la temperatura corporal, para la producción natural de endorfinas que tienen que ver con la euforia, el placer, la serenidad y la depresión. Hay melodías para dejar de fumar, para desaparecer los dolores crónicos. En fin, como ya lo decía, sintonizar con la música es sintonizar con lo mejor de nosotros mismos: con el lenguaje del espíritu.

Entresaco de la publicación MUY INTERESANTE algunos párrafos al respecto. ¿Realmente la música es tan importante para nuestras vidas?

Los últimos hallazgos en neurología, psicología y biología parecen demostrar que sí: escuchar melodías agradables no sólo modifica nuestro estado de ánimo, sino que puede tener una influencia muy positiva en el desarrollo cognitivo humano, en el estímulo de nuestra inteligencia e incluso en la salud. Hasta hace muy poco, estas cuestiones no habían merecido la atención de la ciencia, pero ahora, el estudio de las relaciones entre música y bienestar se ha convertido en una fértil fuente de investigaciones y, gracias a ellas, empezamos a encontrar respuestas a algunas preguntas seculares.

Es posible que la música remede lejanamente la organización de ritmos internos de nuestro cuerpo, como el latido del corazón, el tiempo de la respiración o la sonoridad vocal de las palabras. De ese modo podría explicarse por qué todas las manifestaciones musicales del mundo cuentan con una base emocional común.

Los psicólogos británicos John Sloboda (n.1950) y Patrik Juslin (n.1979) de la Universidad Keele, han estudiado en profundidad este fenómeno y lo han relacionado con la capacidad de sorpresa del ser humano.

Según Juslin y Sloboda, el origen de esta sensación está en el lenguaje. Todos los seres humanos compartimos un código heredado para interpretar el habla. En cualquier idioma, la ira se manifiesta gritando y el cariño susurrando. Da igual a qué raza pertenezcamos, los mínimos rudimentos emocionales del habla son reconocibles universalmente.

Con la música ocurre lo mismo. Los estudios de estos dos psicólogos con cientos de voluntarios demuestran que, indefectiblemente, las melodías lentas y con cadencia descendente generan en los que las escuchan sensaciones de tristeza mientras que las cadencias ascendentes producen sentimientos estimulantes.

La conjunción de estos efectos provoca una cascada de emociones en el cerebro humano. Pero la cuestión principal es saber si este mecanismo es biológico o cultural.

¿La música actúa así porque lo dictan nuestros genes o es que la cultura humana ha desarrollado un tipo limitado de manifestaciones sonoras?


Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx