/ jueves 29 de noviembre de 2018

La negación del cambio climático

En muchos sentidos, el negacionismo climático se asemeja al negacionismo del cáncer. Las empresas con un interés financiero en confundir al público —en este caso, las empresas de los combustibles fósiles— son las principales impulsoras. Hasta donde sé, cada uno de los científicos que han manifestado su escepticismo climático ha recibido enormes sumas de dinero de estas empresas o de conductos de dinero oscuro como el DonorsTrust; el mismo conducto, en realidad, que apoyó a Matthew Whitaker, el nuevo fiscal general en funciones, antes de que se uniera al gobierno de Trump.

No obstante, la negación del cambio climático tiene raíces políticas más profundas de las que alguna vez tuvo la negación del cáncer. En la práctica, no puedes ser un republicano moderno respetable salvo que niegues la realidad del calentamiento global, afirmes que tiene causas naturales o insistas en que no se puede hacer nada al respecto sin destruir la economía. Tienes ya sea que aceptar o consentir mediante afirmaciones agrestes que las pruebas abrumadoras del cambio climático son un engaño, fabricado por una vasta conspiración de científicos.

¿Por qué alguien haría una cosa así? Principalmente, por dinero: casi todos los negacionistas importantes tienen algo que ver con los combustibles fósiles. Sin embargo, la ideología es otro factor: si para ti los temas ambientales son cosa seria, te planteas la necesidad de que haya normas gubernamentales de algún tipo, de tal modo que las ideologías rígidas de libre mercado no quieren creer que las preocupaciones ambientalistas son reales (aunque en apariencia obligar a los consumidores a subsidiar el carbón está bien).

Por último, tengo la impresión de que también tiene algo que ver con la postura del tipo duro: los hombres de verdad no usan energías renovables ni nada por el estilo.

Esos motivos importan. Si los actores importantes se opusieran a la acción climática por un desacuerdo de buena fe con la ciencia, sería una lástima, pero no un pecado, que requeriría mayores esfuerzos en términos de convencimiento. No obstante, en las circunstancias actuales, la negación climática se basa en la avaricia, el oportunismo y el ego, y oponerse a la acción por esas razones es un pecado.

De hecho, es inmoral, a una escala que hace que la negación del cáncer parezca trivial. Fumar mata a la gente, y las compañías tabacaleras que trataban de confundir a la gente sobre la realidad estaban siendo malvadas. No obstante, el cambio climático no solo tiene que ver con matar gente; puede incluso matar a la civilización. Tratar de confundir al pueblo sobre eso es maldad a un nivel totalmente distinto. ¿Qué acaso algunas de estas personas no tienen hijos?

Digámoslo con claridad: aunque Donald Trump sea un excelente ejemplo de la inmoralidad de la negación climática, este es un tema en el que todo su partido se fue al lado oscuro hace años. Los republicanos no solo tienen ideas malas; a estas alturas, son, necesariamente, malas personas.

En muchos sentidos, el negacionismo climático se asemeja al negacionismo del cáncer. Las empresas con un interés financiero en confundir al público —en este caso, las empresas de los combustibles fósiles— son las principales impulsoras. Hasta donde sé, cada uno de los científicos que han manifestado su escepticismo climático ha recibido enormes sumas de dinero de estas empresas o de conductos de dinero oscuro como el DonorsTrust; el mismo conducto, en realidad, que apoyó a Matthew Whitaker, el nuevo fiscal general en funciones, antes de que se uniera al gobierno de Trump.

No obstante, la negación del cambio climático tiene raíces políticas más profundas de las que alguna vez tuvo la negación del cáncer. En la práctica, no puedes ser un republicano moderno respetable salvo que niegues la realidad del calentamiento global, afirmes que tiene causas naturales o insistas en que no se puede hacer nada al respecto sin destruir la economía. Tienes ya sea que aceptar o consentir mediante afirmaciones agrestes que las pruebas abrumadoras del cambio climático son un engaño, fabricado por una vasta conspiración de científicos.

¿Por qué alguien haría una cosa así? Principalmente, por dinero: casi todos los negacionistas importantes tienen algo que ver con los combustibles fósiles. Sin embargo, la ideología es otro factor: si para ti los temas ambientales son cosa seria, te planteas la necesidad de que haya normas gubernamentales de algún tipo, de tal modo que las ideologías rígidas de libre mercado no quieren creer que las preocupaciones ambientalistas son reales (aunque en apariencia obligar a los consumidores a subsidiar el carbón está bien).

Por último, tengo la impresión de que también tiene algo que ver con la postura del tipo duro: los hombres de verdad no usan energías renovables ni nada por el estilo.

Esos motivos importan. Si los actores importantes se opusieran a la acción climática por un desacuerdo de buena fe con la ciencia, sería una lástima, pero no un pecado, que requeriría mayores esfuerzos en términos de convencimiento. No obstante, en las circunstancias actuales, la negación climática se basa en la avaricia, el oportunismo y el ego, y oponerse a la acción por esas razones es un pecado.

De hecho, es inmoral, a una escala que hace que la negación del cáncer parezca trivial. Fumar mata a la gente, y las compañías tabacaleras que trataban de confundir a la gente sobre la realidad estaban siendo malvadas. No obstante, el cambio climático no solo tiene que ver con matar gente; puede incluso matar a la civilización. Tratar de confundir al pueblo sobre eso es maldad a un nivel totalmente distinto. ¿Qué acaso algunas de estas personas no tienen hijos?

Digámoslo con claridad: aunque Donald Trump sea un excelente ejemplo de la inmoralidad de la negación climática, este es un tema en el que todo su partido se fue al lado oscuro hace años. Los republicanos no solo tienen ideas malas; a estas alturas, son, necesariamente, malas personas.