/ jueves 22 de noviembre de 2018

La nueva economía y el remanente de Trump

Hace poco más de un año, Amazon invitó a ciudades y estados a hacer licitaciones para la propuesta de una segunda sede central. Esto desató una lucha descarnada por ver quién se quedaría con el privilegio cuestionable de pagar enormes subsidios a cambio de más embotellamientos y precios de vivienda más elevados (la respuesta: Nueva York y la zona metropolitana de D.C.).

Sin embargo, no todos estaban en la contienda. Desde el comienzo, la empresa de comercio electrónico y servicios estableció que sus nuevas oficinas sólo tendrían cabida en un distrito demócrata del Congreso.

Bueno, eso no fue literalmente lo que Amazon dijo, sólo limitó la competencia a “áreas metropolitanas con más de un millón de habitantes” y “ubicaciones urbanas o suburbanas con el potencial de atraer y retener talento técnico fuerte”. Sin embargo, en el próximo Congreso la gran mayoría de las zonas que cumplen con esos criterios, de hecho, estarán representadas por demócratas.

Los criterios para la construcción de la sede central de Amazon ejemplifican a la perfección las fuerzas detrás de esa divergencia. Las empresas en la nueva economía quieren acceso a reservas enormes de trabajadores con educación superior, mismos que solo pueden encontrarse en áreas metropolitanas ricas y grandes. Además, las decisiones sobre la ubicación de empresas como Amazon atraen a todavía más empleados altamente especializados a esas zonas.

En otras palabras, hay un proceso acumulativo, autoreafirmante en funcionamiento que, en efecto, está dividiendo a Estados Unidos en dos economías. Además, esta división económica se refleja en una división política. ¿Este abismo se puede zanjar? Honestamente, lo dudo.

Podemos y deberíamos hacer mucho para mejorar las vidas de los estadounidenses en las regiones rezagadas. Podemos garantizar el acceso a los servicios médicos y mejorar sus ingresos con subsidios salariales y otras políticas (de hecho, el crédito al impuesto sobre la renta, que ayuda a los trabajadores que perciben bajos salarios, ya beneficia de manera desproporcional a los trabajadores en los estados donde los salarios son bajos).

No obstante, restablecer el dinamismo de estas regiones es mucho más difícil, debido a que significa nadar contra una poderosa corriente económica.

Además, esa sensación de que se les ha dejado en el olvido puede hacer enojar a la gente incluso si sus necesidades materiales están cubiertas. Eso es lo que vemos, por ejemplo, en la antigua Alemania del Este: a pesar de la enorme asistencia financiera del occidente y los generosos programas sociales, los ciudadanos de la ex República Democrática Alemana se sienten agraviados por el que consideran un estatus de segunda clase, y les han dado muchos de sus votos a partidos de extrema derecha.

Así que la amarga división que vemos en Estados Unidos —la fealdad que infecta nuestra política— quizá tiene profundas raíces económicas, y tal vez no hay una forma práctica de hacer que se vaya.

Así que, Estados Unidos es una nación dividida, y es probable que permanezca así por algún tiempo. No obstante, los ángeles que llevamos dentro todavía pueden prevalecer.

Hace poco más de un año, Amazon invitó a ciudades y estados a hacer licitaciones para la propuesta de una segunda sede central. Esto desató una lucha descarnada por ver quién se quedaría con el privilegio cuestionable de pagar enormes subsidios a cambio de más embotellamientos y precios de vivienda más elevados (la respuesta: Nueva York y la zona metropolitana de D.C.).

Sin embargo, no todos estaban en la contienda. Desde el comienzo, la empresa de comercio electrónico y servicios estableció que sus nuevas oficinas sólo tendrían cabida en un distrito demócrata del Congreso.

Bueno, eso no fue literalmente lo que Amazon dijo, sólo limitó la competencia a “áreas metropolitanas con más de un millón de habitantes” y “ubicaciones urbanas o suburbanas con el potencial de atraer y retener talento técnico fuerte”. Sin embargo, en el próximo Congreso la gran mayoría de las zonas que cumplen con esos criterios, de hecho, estarán representadas por demócratas.

Los criterios para la construcción de la sede central de Amazon ejemplifican a la perfección las fuerzas detrás de esa divergencia. Las empresas en la nueva economía quieren acceso a reservas enormes de trabajadores con educación superior, mismos que solo pueden encontrarse en áreas metropolitanas ricas y grandes. Además, las decisiones sobre la ubicación de empresas como Amazon atraen a todavía más empleados altamente especializados a esas zonas.

En otras palabras, hay un proceso acumulativo, autoreafirmante en funcionamiento que, en efecto, está dividiendo a Estados Unidos en dos economías. Además, esta división económica se refleja en una división política. ¿Este abismo se puede zanjar? Honestamente, lo dudo.

Podemos y deberíamos hacer mucho para mejorar las vidas de los estadounidenses en las regiones rezagadas. Podemos garantizar el acceso a los servicios médicos y mejorar sus ingresos con subsidios salariales y otras políticas (de hecho, el crédito al impuesto sobre la renta, que ayuda a los trabajadores que perciben bajos salarios, ya beneficia de manera desproporcional a los trabajadores en los estados donde los salarios son bajos).

No obstante, restablecer el dinamismo de estas regiones es mucho más difícil, debido a que significa nadar contra una poderosa corriente económica.

Además, esa sensación de que se les ha dejado en el olvido puede hacer enojar a la gente incluso si sus necesidades materiales están cubiertas. Eso es lo que vemos, por ejemplo, en la antigua Alemania del Este: a pesar de la enorme asistencia financiera del occidente y los generosos programas sociales, los ciudadanos de la ex República Democrática Alemana se sienten agraviados por el que consideran un estatus de segunda clase, y les han dado muchos de sus votos a partidos de extrema derecha.

Así que la amarga división que vemos en Estados Unidos —la fealdad que infecta nuestra política— quizá tiene profundas raíces económicas, y tal vez no hay una forma práctica de hacer que se vaya.

Así que, Estados Unidos es una nación dividida, y es probable que permanezca así por algún tiempo. No obstante, los ángeles que llevamos dentro todavía pueden prevalecer.