/ sábado 1 de agosto de 2020

La nueva realidad

“Solo existe una guerra que se le puede permitir al ser humano: la guerra contra su extinción.”

Isaac Asimov


La palabra “nuevo” proviene del latín novus y se refiere a algo recién hecho, algo que se percibe o se experimenta por primera vez. Según la Real Academia Española: “Distinto o diferente de lo que antes había”.

Por otro lado, la palabra “normal”, del latín normālis, es lo dicho de una cosa que se halla en su estado natural: describe “lo habitual”.

Es por ello que esa idea de “Nueva Normalidad”, que las autoridades han intentado imponer, no es más que un concepto fallido desde su misma construcción lingüística: Lo que es nuevo no puede ser normal y lo que es normal no puede ser nuevo.

Galimatías aparte, la auténtica urgencia es que, tanto gobierno como sociedad, empecemos a darnos cuenta de que aquello que tenemos que empezar a construir es una nueva realidad que se adapte a las nuevas circunstancias.

¿Cómo construir ese nuevo mundo? En primer lugar, aceptando la incertidumbre.

Al día de hoy, seguimos sin saber con precisión cuál fue el origen de este virus que se esparció por todo el planeta, si surgió de forma natural o si fue creado en un laboratorio, no sabemos cuáles son las secuelas que provocará a largo plazo en las personas que han logrado recuperarse.

Una cosa está clara: esta enfermedad no va a desaparecer en poco tiempo. Tendremos que aprender a convivir con ella.

Sin embargo, eso no quiere decir que debemos resignarnos a la suerte. Al contrario, hay que poner las bases para dar lugar a un sistema más resistente a este tipo de eventos.

Más allá de los apoyos sociales y los discursos, el gobierno tiene que empezar a trabajar en crear las condiciones para que la gente pueda ponerse a salvo del virus sin perder su patrimonio.

En este sentido, un ingreso básico universal es un paso fundamental para que en situaciones de emergencia todas las personas, sin importar su condición social, puedan concentrarse en cuidar su salud.

De igual forma, las autoridades no pueden seguir castigando al sector privado dejándoles llevar toda la carga sin ofrecerles ningún mecanismo para paliar la crisis. En estos momentos las empresas no necesitan créditos, necesitan incentivos fiscales y un verdadero programa de reactivación económica.

Finalmente, es hora de que el gobierno federal deje de intentar normalizar la enfermedad y ponga en marcha una auténtica estrategia para controlar la pandemia. ¿Tenemos que regresar al confinamiento?, que así sea. ¿Cancelar eventos masivos?, que se cancelen por históricos que sean.

Bajo la incertidumbre, hay que actuar conforme a protocolos claros y no tomar riesgos innecesarios.

Es mejor errar del lado de la prudencia que de la catástrofe: Si el gobierno no está seguro si los cubrebocas funcionan, que los usen hasta que se demuestre lo contrario (el hecho de no tener “evidencia científica contundente” no quiere decir que no sirvan).

Muchos especialistas han advertido que esto que estamos viviendo es una especie de “antesala” para la crisis climática que se avecina.

Si esto es cierto, no podemos seguir pretendiendo que vivimos en un mundo maniqueo de ricos y pobres, chairos y fifís, liberales y conservadores. Eso ya no existe, es una ilusión, un espejismo que ha sido exhibido por la pandemia.

Isaac Asimov escribió que “la humanidad no puede darse el lujo de desperdiciar sus recursos financieros y emocionales en interminables peleas sin sentido entre cada grupo”, de lo contrario nuestra propia supervivencia se convierte en una incógnita.

Esa pelea tenemos que darla juntos.


“Solo existe una guerra que se le puede permitir al ser humano: la guerra contra su extinción.”

Isaac Asimov


La palabra “nuevo” proviene del latín novus y se refiere a algo recién hecho, algo que se percibe o se experimenta por primera vez. Según la Real Academia Española: “Distinto o diferente de lo que antes había”.

Por otro lado, la palabra “normal”, del latín normālis, es lo dicho de una cosa que se halla en su estado natural: describe “lo habitual”.

Es por ello que esa idea de “Nueva Normalidad”, que las autoridades han intentado imponer, no es más que un concepto fallido desde su misma construcción lingüística: Lo que es nuevo no puede ser normal y lo que es normal no puede ser nuevo.

Galimatías aparte, la auténtica urgencia es que, tanto gobierno como sociedad, empecemos a darnos cuenta de que aquello que tenemos que empezar a construir es una nueva realidad que se adapte a las nuevas circunstancias.

¿Cómo construir ese nuevo mundo? En primer lugar, aceptando la incertidumbre.

Al día de hoy, seguimos sin saber con precisión cuál fue el origen de este virus que se esparció por todo el planeta, si surgió de forma natural o si fue creado en un laboratorio, no sabemos cuáles son las secuelas que provocará a largo plazo en las personas que han logrado recuperarse.

Una cosa está clara: esta enfermedad no va a desaparecer en poco tiempo. Tendremos que aprender a convivir con ella.

Sin embargo, eso no quiere decir que debemos resignarnos a la suerte. Al contrario, hay que poner las bases para dar lugar a un sistema más resistente a este tipo de eventos.

Más allá de los apoyos sociales y los discursos, el gobierno tiene que empezar a trabajar en crear las condiciones para que la gente pueda ponerse a salvo del virus sin perder su patrimonio.

En este sentido, un ingreso básico universal es un paso fundamental para que en situaciones de emergencia todas las personas, sin importar su condición social, puedan concentrarse en cuidar su salud.

De igual forma, las autoridades no pueden seguir castigando al sector privado dejándoles llevar toda la carga sin ofrecerles ningún mecanismo para paliar la crisis. En estos momentos las empresas no necesitan créditos, necesitan incentivos fiscales y un verdadero programa de reactivación económica.

Finalmente, es hora de que el gobierno federal deje de intentar normalizar la enfermedad y ponga en marcha una auténtica estrategia para controlar la pandemia. ¿Tenemos que regresar al confinamiento?, que así sea. ¿Cancelar eventos masivos?, que se cancelen por históricos que sean.

Bajo la incertidumbre, hay que actuar conforme a protocolos claros y no tomar riesgos innecesarios.

Es mejor errar del lado de la prudencia que de la catástrofe: Si el gobierno no está seguro si los cubrebocas funcionan, que los usen hasta que se demuestre lo contrario (el hecho de no tener “evidencia científica contundente” no quiere decir que no sirvan).

Muchos especialistas han advertido que esto que estamos viviendo es una especie de “antesala” para la crisis climática que se avecina.

Si esto es cierto, no podemos seguir pretendiendo que vivimos en un mundo maniqueo de ricos y pobres, chairos y fifís, liberales y conservadores. Eso ya no existe, es una ilusión, un espejismo que ha sido exhibido por la pandemia.

Isaac Asimov escribió que “la humanidad no puede darse el lujo de desperdiciar sus recursos financieros y emocionales en interminables peleas sin sentido entre cada grupo”, de lo contrario nuestra propia supervivencia se convierte en una incógnita.

Esa pelea tenemos que darla juntos.


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