/ jueves 31 de marzo de 2022

La ola expansiva de la guerra   

Los energéticos y los granos han sido de los productos que más afectaciones han reportado a nivel mundial desde que estalló el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, hace ya un mes.

Los efectos se hicieron sentir desde la primera semana cuando los precios de los insumos petroleros se dispararon y hoy, la onda expansiva ha alcanzado a todo al mundo pues los incrementos en los precios de trigo y maíz van desde el 10% hasta el 28%. Otras semillas de las que derivan aceites (oleaginosas), como el girasol o la soya, también están aumentando sus precios vertiginosamente.

Estos precios son considerando que, en el corto plazo, donde no se vislumbra un fin del conflicto, las cosechas de trigo y maíz de Ucrania no estarán disponibles para ser exportadas al mundo, debido a que los esfuerzos de ese país están puestos en la defensa de su territorio. Asimismo, las sanciones impuestas a Rusia podrían avanzar al grado de dificultar su comercio de granos con el mundo. Además de las complicaciones logísticas que supone el paso de mercancías por el Mar Negro, punto de conexión necesario entre Europa y Asia.

Hablando específicamente de América Latina, si bien es cierto que las balanzas comerciales con Rusia y Ucrania son modestas (apenas el 3% en el mejor de los casos), el efecto llega de rebote ya que países productores de soya como Brasil y Argentina, enfrentan un alza en los precios de los fertilizantes necesarios para asegurar su producción, cuyo principal exportador es Rusia, con más de 35 millones de toneladas anuales.

Por otra parte, el aumento en el precio del petróleo y sus derivados, golpea a todos los países de la región incluyendo a los productores de petróleo como México, pues aunque el barril de la mezcla nacional supere los 100 dólares y eso sea positivos para nuestras ventas al exterior, estamos muy lejos de la autosuficiencia energética y seguimos siendo importadores de gasolinas. En la suma final, el volumen de nuestras exportaciones de crudo es menor al de nuestras importaciones de gasolina.

Si a esto sumamos la inflación que ya se venía arrastrando durante la pandemia debido a la escasez de algunos productos y la falta de demanda de otros, tenemos que el aumento generalizado de los precios es una realidad en el mundo, lo cual ha llevado a la Organización Mundial del Comercio y a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a lanzar alertas sobre los riesgos de mantener precios tan altos en alimentos.

En estos días veremos a lideres mundiales y tomadores de decisiones de todo el mundo discutiendo sobre los alcances y consecuencias de asilar el comercio exterior ruso y sobre todo veremos, qué acciones de política pública se tomarán en todo el mundo. Al menos en la región latinoamericana, las propuestas oscilan entre establecer topes de precios y mantener subsidios a productos como la gasolina o el gas.


Los energéticos y los granos han sido de los productos que más afectaciones han reportado a nivel mundial desde que estalló el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, hace ya un mes.

Los efectos se hicieron sentir desde la primera semana cuando los precios de los insumos petroleros se dispararon y hoy, la onda expansiva ha alcanzado a todo al mundo pues los incrementos en los precios de trigo y maíz van desde el 10% hasta el 28%. Otras semillas de las que derivan aceites (oleaginosas), como el girasol o la soya, también están aumentando sus precios vertiginosamente.

Estos precios son considerando que, en el corto plazo, donde no se vislumbra un fin del conflicto, las cosechas de trigo y maíz de Ucrania no estarán disponibles para ser exportadas al mundo, debido a que los esfuerzos de ese país están puestos en la defensa de su territorio. Asimismo, las sanciones impuestas a Rusia podrían avanzar al grado de dificultar su comercio de granos con el mundo. Además de las complicaciones logísticas que supone el paso de mercancías por el Mar Negro, punto de conexión necesario entre Europa y Asia.

Hablando específicamente de América Latina, si bien es cierto que las balanzas comerciales con Rusia y Ucrania son modestas (apenas el 3% en el mejor de los casos), el efecto llega de rebote ya que países productores de soya como Brasil y Argentina, enfrentan un alza en los precios de los fertilizantes necesarios para asegurar su producción, cuyo principal exportador es Rusia, con más de 35 millones de toneladas anuales.

Por otra parte, el aumento en el precio del petróleo y sus derivados, golpea a todos los países de la región incluyendo a los productores de petróleo como México, pues aunque el barril de la mezcla nacional supere los 100 dólares y eso sea positivos para nuestras ventas al exterior, estamos muy lejos de la autosuficiencia energética y seguimos siendo importadores de gasolinas. En la suma final, el volumen de nuestras exportaciones de crudo es menor al de nuestras importaciones de gasolina.

Si a esto sumamos la inflación que ya se venía arrastrando durante la pandemia debido a la escasez de algunos productos y la falta de demanda de otros, tenemos que el aumento generalizado de los precios es una realidad en el mundo, lo cual ha llevado a la Organización Mundial del Comercio y a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a lanzar alertas sobre los riesgos de mantener precios tan altos en alimentos.

En estos días veremos a lideres mundiales y tomadores de decisiones de todo el mundo discutiendo sobre los alcances y consecuencias de asilar el comercio exterior ruso y sobre todo veremos, qué acciones de política pública se tomarán en todo el mundo. Al menos en la región latinoamericana, las propuestas oscilan entre establecer topes de precios y mantener subsidios a productos como la gasolina o el gas.