/ martes 29 de diciembre de 2020

La otra educación jurídica

Los abogados jugamos un papel muy importante en las sociedades modernas. Podemos ser jueces, fiscales, servidores públicos, políticos, en fin… hacemos de todo. El problema más grande está en esos tres puntos suspensivos, y en la capacidad de hacer todo y nada al mismo tiempo, pues muchos puestos públicos requieren ser licenciado en derecho, aunque la abogacía sea una de las profesiones más anquilosadas hoy en día. Nuestra sociedad necesita otro tipo de educación jurídica.

La mayoría de las escuelas de derecho tiene un modelo de educación bancaria, es decir: el profesor transmite su conocimiento a los alumnos y, la mayoría de las veces, ese conocimiento viene de un libro de más de 300 hojas que se debe memorizar el alumno. Aunque ese esquema tiene problemas y hay alternativas, allí está el modelo educativo que predomina. Además, tenemos que el libro de 300 hojas es la 35 edición de una obra desarrollada en otro contexto, y que no responde a las necesidades modernas. Aquí, no hay una intención por tirar a los clásicos, sino, de darle una oportunidad a todo lo nuevo, tanto en literatura como en esquemas de aprendizaje (también valdría la pena revisar que libros sí podríamos tirar sin remordimientos).

Las escuelas de derecho tienen una serie de materias predominantes que tampoco dan cuenta con la necesidad de cambio. Hay pocas escuelas que den economía, matemáticas, tecnología o métodos. La mayoría de los abogados solo sabemos utilizar word ( y lo hacemos mal), no sabemos utilizar excel y sus ventajas. Esto repercute en nuestra actividad profesional, y se develo con mayor claridad en las clases que hemos dado en la pandemia. Hemos sido malos profesores en los últimos semestres, por nuestra incapacidad para explotar todas las posibilidades que ofrece la tecnología. Esta lección se debería de ver reflejada en un cambio. Agregar materias significa dar otras de baja, allí está la reflexión que debemos hacer: qué vale la pena conservar y qué materias pueden ser optativas o irse al olvido. Cuando este punto se pone sobre la mesa, es muy difícil llegar a un acuerdo, hay quienes consideran que hay materias sagradas y eternas.

La abogacía peca de formalista en la educación hasta en la vestimenta. Recuerdo profesores que pedían que los y las alumnas tuviéramos cierta vestimenta en clase y más en el examen final. Una cuestión francamente para morirse de risa ahora que lo veo a la distancia. Sin embargo, así fue y así es en ciertas escuelas. Ahora me preguntó: ¿ Qué tiene qué ver la ropa con la educación? El cliché del traje y las palabras en latín le hacen un daño tremendo a nuestra profesión.

Por último, está el problema de entender la educación como un negocio. Sin duda, no hay nada de malo en obtener un lucro grande o pequeño por brindar un servicio, el problema está en la clase de educación que se ofrece. Cada día es más grande la oferta de servicios educativos y es más pobre la calidad de estos servicios. Las escuelas de abogados crecen como hongos y no hay nada que valide la calidad de éstas, se necesita una revisión sobre este tema. No existe control sobre la calidad de profesionistas que hay en el mercado ni las escuelas que les permitieron ejercer. Ojalá que el gremio haga una revisión del tema educativo y repensemos la regulación para poner una escuela de derecho y la abogacía en sí.

Los abogados jugamos un papel muy importante en las sociedades modernas. Podemos ser jueces, fiscales, servidores públicos, políticos, en fin… hacemos de todo. El problema más grande está en esos tres puntos suspensivos, y en la capacidad de hacer todo y nada al mismo tiempo, pues muchos puestos públicos requieren ser licenciado en derecho, aunque la abogacía sea una de las profesiones más anquilosadas hoy en día. Nuestra sociedad necesita otro tipo de educación jurídica.

La mayoría de las escuelas de derecho tiene un modelo de educación bancaria, es decir: el profesor transmite su conocimiento a los alumnos y, la mayoría de las veces, ese conocimiento viene de un libro de más de 300 hojas que se debe memorizar el alumno. Aunque ese esquema tiene problemas y hay alternativas, allí está el modelo educativo que predomina. Además, tenemos que el libro de 300 hojas es la 35 edición de una obra desarrollada en otro contexto, y que no responde a las necesidades modernas. Aquí, no hay una intención por tirar a los clásicos, sino, de darle una oportunidad a todo lo nuevo, tanto en literatura como en esquemas de aprendizaje (también valdría la pena revisar que libros sí podríamos tirar sin remordimientos).

Las escuelas de derecho tienen una serie de materias predominantes que tampoco dan cuenta con la necesidad de cambio. Hay pocas escuelas que den economía, matemáticas, tecnología o métodos. La mayoría de los abogados solo sabemos utilizar word ( y lo hacemos mal), no sabemos utilizar excel y sus ventajas. Esto repercute en nuestra actividad profesional, y se develo con mayor claridad en las clases que hemos dado en la pandemia. Hemos sido malos profesores en los últimos semestres, por nuestra incapacidad para explotar todas las posibilidades que ofrece la tecnología. Esta lección se debería de ver reflejada en un cambio. Agregar materias significa dar otras de baja, allí está la reflexión que debemos hacer: qué vale la pena conservar y qué materias pueden ser optativas o irse al olvido. Cuando este punto se pone sobre la mesa, es muy difícil llegar a un acuerdo, hay quienes consideran que hay materias sagradas y eternas.

La abogacía peca de formalista en la educación hasta en la vestimenta. Recuerdo profesores que pedían que los y las alumnas tuviéramos cierta vestimenta en clase y más en el examen final. Una cuestión francamente para morirse de risa ahora que lo veo a la distancia. Sin embargo, así fue y así es en ciertas escuelas. Ahora me preguntó: ¿ Qué tiene qué ver la ropa con la educación? El cliché del traje y las palabras en latín le hacen un daño tremendo a nuestra profesión.

Por último, está el problema de entender la educación como un negocio. Sin duda, no hay nada de malo en obtener un lucro grande o pequeño por brindar un servicio, el problema está en la clase de educación que se ofrece. Cada día es más grande la oferta de servicios educativos y es más pobre la calidad de estos servicios. Las escuelas de abogados crecen como hongos y no hay nada que valide la calidad de éstas, se necesita una revisión sobre este tema. No existe control sobre la calidad de profesionistas que hay en el mercado ni las escuelas que les permitieron ejercer. Ojalá que el gremio haga una revisión del tema educativo y repensemos la regulación para poner una escuela de derecho y la abogacía en sí.

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