/ martes 10 de agosto de 2021

La pandemia y el terremoto feminista

Por Laura Castellanos

Hay quien piensa que la pandemia del Covid-19 sofocó al terremoto feminista que vivimos durante 2019 y principios de 2020, que tuvo como su máxima expresión la marcha del 8 de marzo y el paro de labores del 9 de marzo del año pasado, las protestas de mujeres más multitudinarias contra la violencia y la opresión de género en la historia de México.

Este punto climático lo destaco en mi libro La Marcha del #TerremotoFeminista, Historia ilustrada del patriarcado en México, tras recapitular sobre las formas de resistencia con las que las mexicanas han hecho frente a la violencia patriarcal desde la época prehispánica, pasando por La Colonia, La Independencia, La Revolución, el Siglo XX y el Siglo XXI.

Sin duda, vivimos la época más insurreccional femenina registrada en la historia del país. Y si bien el confinamiento sanitario replegó al impetuoso movimiento, lo llevó a vivir otros procesos reflexivos, de discusión y organización ante el aumento de casos de violencia de género, la profundización de las desigualdades sociales, y la indolencia del aparato de Estado.

Uno de sus logros indiscutibles es que pese a replegarse en la escena pública, sus causas han seguido fuertemente posicionadas en las agendas de los medios de comunicación, lo que hace un par de años era inimaginable.

De igual modo, los partidos políticos fueron forzados a posicionarse frente a su exigencia de paridad y sus denuncias ante candidatos violentadores durante los comicios electorales, aunque con resultados variopintos.

Y si bien las 246 diputadas y 5 gobernadoras elegidas no garantizan la elaboración de políticas públicas con perspectiva de género, es un número histórico de representación, y las feministas tendrán el desafío de dar la batalla para concretarlas. \u0009

En la pandemia también se extendieron los colectivos con naturalezas y causas diversas. Han impulsado la impartición de talleres o conferencias en línea, dado acompañamiento a víctimas o a sus familias, o de forma comunitaria, impiden el despojo y destrucción de sus territorios, como lo hacen las mujeres del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que no se asumen feministas pero tienen una posición antipatriarcal.

De forma sorprendente, la ola verde, como se llama a la vertiente feminista que demanda la despenalización del aborto, arribó en pleno confinamiento sanitario por dos vías inusitadas: una fue la toma inédita y pacífica de dos congresos estatales, el de Quintana Roo y el de Puebla.

Dichas tomas obligaron a los congresos a abrir espacios de discusión y dictaminen bajo una perspectiva de derechos humanos y de salud reproductiva y sexual, y si bien en Quintana Roo la demanda fue rechazada, en Puebla sigue en vilo su aprobación.

La otra vía fue la legislativa, impulsada con éxito por diputadas feministas de distintos partidos en los congresos de Oaxaca e Hidalgo. Son logros históricos. Ahora, sumadas a la Ciudad de México, son tres las entidades del país que han despenalizado el aborto.

Este ha sido solo un reducido recuento. Aún es incierto el fin de la pandemia, pero lo que es evidente es que, pese a ésta, el movimiento amplio de mujeres que luchan contra la violencia patriarcal en México sigue vivo, pujante, y dispuesto a seguir nutriendo la que es la revolución social del Siglo XXI.

Por Laura Castellanos

Hay quien piensa que la pandemia del Covid-19 sofocó al terremoto feminista que vivimos durante 2019 y principios de 2020, que tuvo como su máxima expresión la marcha del 8 de marzo y el paro de labores del 9 de marzo del año pasado, las protestas de mujeres más multitudinarias contra la violencia y la opresión de género en la historia de México.

Este punto climático lo destaco en mi libro La Marcha del #TerremotoFeminista, Historia ilustrada del patriarcado en México, tras recapitular sobre las formas de resistencia con las que las mexicanas han hecho frente a la violencia patriarcal desde la época prehispánica, pasando por La Colonia, La Independencia, La Revolución, el Siglo XX y el Siglo XXI.

Sin duda, vivimos la época más insurreccional femenina registrada en la historia del país. Y si bien el confinamiento sanitario replegó al impetuoso movimiento, lo llevó a vivir otros procesos reflexivos, de discusión y organización ante el aumento de casos de violencia de género, la profundización de las desigualdades sociales, y la indolencia del aparato de Estado.

Uno de sus logros indiscutibles es que pese a replegarse en la escena pública, sus causas han seguido fuertemente posicionadas en las agendas de los medios de comunicación, lo que hace un par de años era inimaginable.

De igual modo, los partidos políticos fueron forzados a posicionarse frente a su exigencia de paridad y sus denuncias ante candidatos violentadores durante los comicios electorales, aunque con resultados variopintos.

Y si bien las 246 diputadas y 5 gobernadoras elegidas no garantizan la elaboración de políticas públicas con perspectiva de género, es un número histórico de representación, y las feministas tendrán el desafío de dar la batalla para concretarlas. \u0009

En la pandemia también se extendieron los colectivos con naturalezas y causas diversas. Han impulsado la impartición de talleres o conferencias en línea, dado acompañamiento a víctimas o a sus familias, o de forma comunitaria, impiden el despojo y destrucción de sus territorios, como lo hacen las mujeres del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que no se asumen feministas pero tienen una posición antipatriarcal.

De forma sorprendente, la ola verde, como se llama a la vertiente feminista que demanda la despenalización del aborto, arribó en pleno confinamiento sanitario por dos vías inusitadas: una fue la toma inédita y pacífica de dos congresos estatales, el de Quintana Roo y el de Puebla.

Dichas tomas obligaron a los congresos a abrir espacios de discusión y dictaminen bajo una perspectiva de derechos humanos y de salud reproductiva y sexual, y si bien en Quintana Roo la demanda fue rechazada, en Puebla sigue en vilo su aprobación.

La otra vía fue la legislativa, impulsada con éxito por diputadas feministas de distintos partidos en los congresos de Oaxaca e Hidalgo. Son logros históricos. Ahora, sumadas a la Ciudad de México, son tres las entidades del país que han despenalizado el aborto.

Este ha sido solo un reducido recuento. Aún es incierto el fin de la pandemia, pero lo que es evidente es que, pese a ésta, el movimiento amplio de mujeres que luchan contra la violencia patriarcal en México sigue vivo, pujante, y dispuesto a seguir nutriendo la que es la revolución social del Siglo XXI.