/ viernes 17 de mayo de 2019

La paradoja de la conservación de abejas en México: Apis mellifera vs. la megadiversidad de abejas silvestres

Por Armando Falcón, Ricardo Rodríguez-Estrella* y María Luisa Jiménez (Cibnor)

Recientemente, se han alzado voces de gran preocupación en el mundo debido a que, según expertos del Panel de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia-Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) de la ONU, actualmente existe el riesgo de que desaparezca un millón de especies de plantas y animales. Una parte importante de estas pérdidas se refieren a la fauna de insectos, la cual representa cerca de 75 por ciento del total de las especies descritas en el mundo.

El principal problema de la desaparición de esas especies es el detrimento de servicios ecosistémicos que ahora son gratuitos, y que, al perderlos, además de representar costos económicos del orden de miles de millones de dólares anuales, afectarán sin duda el bienestar de la humanidad.

Desde hace más de tres décadas, se ha observado un declive de los insectos a nivel mundial, y uno de los grupos que más ha recibido atención es el de los polinizadores, especialmente, las abejas. Es tal la preocupación, que en los últimos diez años varios países de la Unión Europea y Estados Unidos han estudiado el problema, haciendo cálculos de las pérdidas e impulsado fuertes acciones para la conservación de estos insectos.

Las abejas son clave en los procesos de polinización y en la estructuración de las comunidades vegetales en el planeta; son el principal grupo de polinizadores de, cuando menos, 70 por ciento de las plantas con flores en todos los ecosistemas; gracias a ello, las plantas pueden producir frutos y semillas. Por si fuera poco, las abejas son muy importantes en la producción agrícola, ya que gracias a su servicio de polinización se desarrollan frutos, prácticamente, sin costos para los agricultores. Más de 90 cultivos en todo el mundo se benefician de las visitas por abejas silvestres.

Es importante puntualizar que existen más de 20 mil especies de abejas silvestres en todo el mundo, y en México tenemos alrededor de 1,860 especies reportadas. Los tamaños, colores y formas son sumamente variables (figura 1).

Un aspecto poco conocido es que 95% de las especies de abejas silvestres son solitarias o gregarias, es decir, no forman colonias. La gran mayoría de especies viven en pequeños túneles bajo el suelo o en cavidades y orificios abandonados en ramas y troncos huecos. Cabe resaltar que estas abejas recolectan polen y néctar para alimentar a su progenie, pero no producen miel; sin embargo, durante estas actividades, realizan la polinización de las flores.

Figura 1. A) Abeja del sudor Augochlora pura visitando flor de Chloracantha spinosa en la zona desértica de Baja California Sur; B) abeja cortadora de hojas Megachile inscita obteniendo polen de Bahiopsis chianopodina en un oasis al sur de Baja California Sur. Fotos: A. Falcón.

Lo que hemos mencionado es de importancia, ya que muchos programas de conservación de abejas en el mundo se han orientado y centrado básicamente en proteger a la abeja mielera, Apis mellifera Linnaeus, 1758. Desde la educación básica, y por distintos medios, se nos ha inculcado que las abejas son esos insectos carismáticos de color amarillo y negro, que viven en colonias (panales) y que producen miel (figura 2).

Así pues, los llamados y alertas a la conservación se han hecho pensando básicamente en la abeja mielera, quizás la especie de abeja más icónica y ubicua en todo el mundo, que fue traída del continente europeo al americano hace unos 500 años por los españoles e ingleses. Al parecer, el concepto de salvar a las abejas está totalmente sesgado hacia mantener las colmenas de A. mellifera, una especie de origen africano que ha sido introducida en la mayoría de los países.

Figura 2. Aspecto de la abeja mielera. Hembra obrera de Apis mellifera

Nuestro conocimiento sobre las abejas está, por tanto, sumamente incompleto y erróneo.

Recientemente, en México el llamado a la conservación de las abejas ha sido escuchado en instancias gubernamentales; algunas entidades federativas han afirmado que se establecerán programas para su conservación, los cuales, en general, están orientados a la problemática para proteger la producción de miel, ya que en México se estima que se obtiene, en promedio, alrededor de 56 mil toneladas de miel que generan ganancias de casi dos mil millones de pesos anuales (ocupamos el sexto lugar a nivel mundial en este rubro).

Por lo anterior, actualmente, diputados de entidades como Coahuila, Guanajuato, Jalisco y Sinaloa (y la lista sigue en aumento) están proponiendo iniciativas para la “protección de las abejas y otros polinizadores”; inclusive, el Senado de la República está evaluando una iniciativa para establecer una Ley General de Conservación, Protección y Fomento Apícola.

Sin embargo, aunque es loable dicha iniciativa, se propone que ésta no sea enfocada únicamente en proteger a la especie responsable de la producción de miel, al incremento de colmenas y a la capacitación para apicultores de esta especie. Es conveniente dejar en claro que proteger la apicultura en su contexto actual no es precisamente proteger la diversidad de abejas silvestres del país.

De esta manera, debemos pensar en nuestra gran diversidad de especies de abejas de México (que representa 10 por ciento de especies conocidas en el mundo) y que gracias a esta diversidad de abejas tenemos valiosos e indispensables servicios ambientales en nuestros ecosistemas.

Tal diversidad de abejas nos hace afortunados, pero a su vez, representa una gran responsabilidad. Debemos planear y aprovechar nuestra diversidad de polinizadores para conservar el bienestar de los pobladores en el país, en conjunto. Es por ello, que salvaguardar esta biodiversidad es, sin duda, prioritario.

Se sabe que las grandes amenazas que tienen las abejas a lo largo de su distribución mundial, y que son causantes de su declive son, principalmente, el uso de plaguicidas neonicotenoides, pero también la pérdida de hábitat que ofrece refugio y alimento, los ataques por parásitos y el calentamiento global.

Sin embargo, ¿en qué grado y cuáles de estas amenazas afectan más a las abejas polinizadoras en México? ¿Cuál es el mapa de amenazas en el país de acuerdo a cada tipo y dónde se concentran más los problemas para este grupo de insectos benéficos?

Aunque en México no existen trabajos suficientes para realizar estos mapeos y no se sabe con precisión cuáles especies se encuentran en declive, sí es posible de manera general trazar una ruta de trabajo al corto plazo para abordar el problema y ubicar las zonas con mayores conflictos, estableciendo estrategias para la conservación del grupo de las abejas.

Creemos que es importante que los tomadores de decisiones implementen una política adecuada de conservación de las abejas en México, diversificando las acciones sobre la cantidad real de especies de estos polinizadores. En grandes ciudades de otros países están implementando medidas para ayudar a preservar a sus polinizadores, brindando refugio y alimento a través de nidos artificiales y jardines urbanos con numerosas flores (conplantas nativas).

Desde el año pasado, por lo menos 27 países de la Unión Europea prohibieron por completo el uso de ciertos plaguicidas que son tóxicos para las abejas. Además, se ha incentivado a los agricultores a mantener la biodiversidad en sus campos de cultivo, evitando el corte de las plantas con flores que crecen en la periferia o mantener parches de vegetación natural cercanos. Existen por lo tanto, buenas estrategias y técnicas para la conservación de los polinizadores que se pueden implementar o adaptar a México.

Ofrecemos esta información para que se aproveche el impulso reciente a las políticas sobre la protección de las abejas, y se incluya a las demás especies que tienen este papel tan relevante en México. Este enfoque integral es el más adecuado en términos de lo que tenemos en el país. De no hacerse y desaparecer especies de estos polinizadores, la sociedad estará perdiendo y pagando, finalmente, las consecuencias, disminuyendo el bienestar que nos ofrecen dichas especies. Está en nuestras manos hacerlo de la manera correcta y no solo centrando el valor en el aspecto económico, la producción de miel.


Fuentes

Michener, C. D. 2007. The Bees of the World. Second Edition. Johns Hopkins, Baltimore. 953p.

Potts, S. G., Biesmeijer, J. C., Kremen, C., Neumann, P., Schweiger, O. & Kunin, W. E. 2010. Global pollinator declines: trends, impacts and drivers. Trends in Ecology and Evolution, 25(4): 345-353.

Han, F., Wallberg, A. & Webster, M. T. 2012. From where did the Western honeybee (Apis mellifera) originate? Ecology and Evolution, 2(8): 1949–1957.

Goulson, D., Nicholls, E., Botías, C. & Rotheray, E. L. 2015. Bee declines driven by combined stress from parasites, pesticides, and lack of flowers. Science, 347(6229): 1255957.



Autores

El maestro en ciencias Armando Falcón Brindis es candidato a doctor por el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), interesado por la taxonomía, la ecología e historia natural de abejas y avispas silvestres, particularmente, por los fenómenos que moldean sus distribuciones e interacciones ecológicas en ambientes perturbados. abrindis@pg.cibnor.mx


El doctor Ricardo Rodríguez Estrella es investigador en ecología animal interesado en entender las respuestas numéricas y funcionales de los sistemas biológicos ante los cambios producidos por la actividad humana para la conservación de la diversidad biológica. estrella@cibnor.mx


La doctora María Luisa Jiménez Jiménez es curadora de la colección aracnológica del Cibnor y especialista en taxonomía y sistemática de arácnidos, interesada en la ecología y biogeografía de arañas. ljimenez04@cibnor.mx


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Por Armando Falcón, Ricardo Rodríguez-Estrella* y María Luisa Jiménez (Cibnor)

Recientemente, se han alzado voces de gran preocupación en el mundo debido a que, según expertos del Panel de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia-Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) de la ONU, actualmente existe el riesgo de que desaparezca un millón de especies de plantas y animales. Una parte importante de estas pérdidas se refieren a la fauna de insectos, la cual representa cerca de 75 por ciento del total de las especies descritas en el mundo.

El principal problema de la desaparición de esas especies es el detrimento de servicios ecosistémicos que ahora son gratuitos, y que, al perderlos, además de representar costos económicos del orden de miles de millones de dólares anuales, afectarán sin duda el bienestar de la humanidad.

Desde hace más de tres décadas, se ha observado un declive de los insectos a nivel mundial, y uno de los grupos que más ha recibido atención es el de los polinizadores, especialmente, las abejas. Es tal la preocupación, que en los últimos diez años varios países de la Unión Europea y Estados Unidos han estudiado el problema, haciendo cálculos de las pérdidas e impulsado fuertes acciones para la conservación de estos insectos.

Las abejas son clave en los procesos de polinización y en la estructuración de las comunidades vegetales en el planeta; son el principal grupo de polinizadores de, cuando menos, 70 por ciento de las plantas con flores en todos los ecosistemas; gracias a ello, las plantas pueden producir frutos y semillas. Por si fuera poco, las abejas son muy importantes en la producción agrícola, ya que gracias a su servicio de polinización se desarrollan frutos, prácticamente, sin costos para los agricultores. Más de 90 cultivos en todo el mundo se benefician de las visitas por abejas silvestres.

Es importante puntualizar que existen más de 20 mil especies de abejas silvestres en todo el mundo, y en México tenemos alrededor de 1,860 especies reportadas. Los tamaños, colores y formas son sumamente variables (figura 1).

Un aspecto poco conocido es que 95% de las especies de abejas silvestres son solitarias o gregarias, es decir, no forman colonias. La gran mayoría de especies viven en pequeños túneles bajo el suelo o en cavidades y orificios abandonados en ramas y troncos huecos. Cabe resaltar que estas abejas recolectan polen y néctar para alimentar a su progenie, pero no producen miel; sin embargo, durante estas actividades, realizan la polinización de las flores.

Figura 1. A) Abeja del sudor Augochlora pura visitando flor de Chloracantha spinosa en la zona desértica de Baja California Sur; B) abeja cortadora de hojas Megachile inscita obteniendo polen de Bahiopsis chianopodina en un oasis al sur de Baja California Sur. Fotos: A. Falcón.

Lo que hemos mencionado es de importancia, ya que muchos programas de conservación de abejas en el mundo se han orientado y centrado básicamente en proteger a la abeja mielera, Apis mellifera Linnaeus, 1758. Desde la educación básica, y por distintos medios, se nos ha inculcado que las abejas son esos insectos carismáticos de color amarillo y negro, que viven en colonias (panales) y que producen miel (figura 2).

Así pues, los llamados y alertas a la conservación se han hecho pensando básicamente en la abeja mielera, quizás la especie de abeja más icónica y ubicua en todo el mundo, que fue traída del continente europeo al americano hace unos 500 años por los españoles e ingleses. Al parecer, el concepto de salvar a las abejas está totalmente sesgado hacia mantener las colmenas de A. mellifera, una especie de origen africano que ha sido introducida en la mayoría de los países.

Figura 2. Aspecto de la abeja mielera. Hembra obrera de Apis mellifera

Nuestro conocimiento sobre las abejas está, por tanto, sumamente incompleto y erróneo.

Recientemente, en México el llamado a la conservación de las abejas ha sido escuchado en instancias gubernamentales; algunas entidades federativas han afirmado que se establecerán programas para su conservación, los cuales, en general, están orientados a la problemática para proteger la producción de miel, ya que en México se estima que se obtiene, en promedio, alrededor de 56 mil toneladas de miel que generan ganancias de casi dos mil millones de pesos anuales (ocupamos el sexto lugar a nivel mundial en este rubro).

Por lo anterior, actualmente, diputados de entidades como Coahuila, Guanajuato, Jalisco y Sinaloa (y la lista sigue en aumento) están proponiendo iniciativas para la “protección de las abejas y otros polinizadores”; inclusive, el Senado de la República está evaluando una iniciativa para establecer una Ley General de Conservación, Protección y Fomento Apícola.

Sin embargo, aunque es loable dicha iniciativa, se propone que ésta no sea enfocada únicamente en proteger a la especie responsable de la producción de miel, al incremento de colmenas y a la capacitación para apicultores de esta especie. Es conveniente dejar en claro que proteger la apicultura en su contexto actual no es precisamente proteger la diversidad de abejas silvestres del país.

De esta manera, debemos pensar en nuestra gran diversidad de especies de abejas de México (que representa 10 por ciento de especies conocidas en el mundo) y que gracias a esta diversidad de abejas tenemos valiosos e indispensables servicios ambientales en nuestros ecosistemas.

Tal diversidad de abejas nos hace afortunados, pero a su vez, representa una gran responsabilidad. Debemos planear y aprovechar nuestra diversidad de polinizadores para conservar el bienestar de los pobladores en el país, en conjunto. Es por ello, que salvaguardar esta biodiversidad es, sin duda, prioritario.

Se sabe que las grandes amenazas que tienen las abejas a lo largo de su distribución mundial, y que son causantes de su declive son, principalmente, el uso de plaguicidas neonicotenoides, pero también la pérdida de hábitat que ofrece refugio y alimento, los ataques por parásitos y el calentamiento global.

Sin embargo, ¿en qué grado y cuáles de estas amenazas afectan más a las abejas polinizadoras en México? ¿Cuál es el mapa de amenazas en el país de acuerdo a cada tipo y dónde se concentran más los problemas para este grupo de insectos benéficos?

Aunque en México no existen trabajos suficientes para realizar estos mapeos y no se sabe con precisión cuáles especies se encuentran en declive, sí es posible de manera general trazar una ruta de trabajo al corto plazo para abordar el problema y ubicar las zonas con mayores conflictos, estableciendo estrategias para la conservación del grupo de las abejas.

Creemos que es importante que los tomadores de decisiones implementen una política adecuada de conservación de las abejas en México, diversificando las acciones sobre la cantidad real de especies de estos polinizadores. En grandes ciudades de otros países están implementando medidas para ayudar a preservar a sus polinizadores, brindando refugio y alimento a través de nidos artificiales y jardines urbanos con numerosas flores (conplantas nativas).

Desde el año pasado, por lo menos 27 países de la Unión Europea prohibieron por completo el uso de ciertos plaguicidas que son tóxicos para las abejas. Además, se ha incentivado a los agricultores a mantener la biodiversidad en sus campos de cultivo, evitando el corte de las plantas con flores que crecen en la periferia o mantener parches de vegetación natural cercanos. Existen por lo tanto, buenas estrategias y técnicas para la conservación de los polinizadores que se pueden implementar o adaptar a México.

Ofrecemos esta información para que se aproveche el impulso reciente a las políticas sobre la protección de las abejas, y se incluya a las demás especies que tienen este papel tan relevante en México. Este enfoque integral es el más adecuado en términos de lo que tenemos en el país. De no hacerse y desaparecer especies de estos polinizadores, la sociedad estará perdiendo y pagando, finalmente, las consecuencias, disminuyendo el bienestar que nos ofrecen dichas especies. Está en nuestras manos hacerlo de la manera correcta y no solo centrando el valor en el aspecto económico, la producción de miel.


Fuentes

Michener, C. D. 2007. The Bees of the World. Second Edition. Johns Hopkins, Baltimore. 953p.

Potts, S. G., Biesmeijer, J. C., Kremen, C., Neumann, P., Schweiger, O. & Kunin, W. E. 2010. Global pollinator declines: trends, impacts and drivers. Trends in Ecology and Evolution, 25(4): 345-353.

Han, F., Wallberg, A. & Webster, M. T. 2012. From where did the Western honeybee (Apis mellifera) originate? Ecology and Evolution, 2(8): 1949–1957.

Goulson, D., Nicholls, E., Botías, C. & Rotheray, E. L. 2015. Bee declines driven by combined stress from parasites, pesticides, and lack of flowers. Science, 347(6229): 1255957.



Autores

El maestro en ciencias Armando Falcón Brindis es candidato a doctor por el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), interesado por la taxonomía, la ecología e historia natural de abejas y avispas silvestres, particularmente, por los fenómenos que moldean sus distribuciones e interacciones ecológicas en ambientes perturbados. abrindis@pg.cibnor.mx


El doctor Ricardo Rodríguez Estrella es investigador en ecología animal interesado en entender las respuestas numéricas y funcionales de los sistemas biológicos ante los cambios producidos por la actividad humana para la conservación de la diversidad biológica. estrella@cibnor.mx


La doctora María Luisa Jiménez Jiménez es curadora de la colección aracnológica del Cibnor y especialista en taxonomía y sistemática de arácnidos, interesada en la ecología y biogeografía de arañas. ljimenez04@cibnor.mx


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