/ miércoles 23 de octubre de 2019

La peste negra y la inseguridad pública

En la edad media la peste negra fue la pandemia que causó el mayor problema social, se calcula que murieron entre el 25% y 50% de la población de Europa, China y Medio Oriente. Arrizabalaga afirmaba que era la enfermedad de la calamidad social por su rápida propagación, alta mortalidad y su poder de devastar ciudades. En aquel entonces, a todos se les culpaba de la enfermedad, hasta se decía que era consecuencia de haber profanado a Dios. Lo que era evidente es que la enfermedad se transmitía por condiciones insalubres, las ratas y las pulgas eran los agentes contaminantes.

Los problemas de delincuencia en México parecen no tocar fondo, ni siquiera el incidente de la semana pasada donde con pena observamos que las fuerzas de seguridad fueron sometidas por el crimen organizado. Los estudios de INEGI (ENVIPE, 2019) señalan que uno de cada tres hogares, lo que equivale a 24.7 millones de personas fueron víctimas de un delito, el 78.9% de mexicanos tienen miedo y el 67.2% considera que la inseguridad es el problema más importante del país. Son cifras desgarradoras, la delincuencia al igual que la peste negra, traen muerte y desolación, más de 27 mil homicidios en el año. Las estrategias utilizadas por las últimas tres administraciones federales no han tenido resultados y ahora, ni siquiera existe la esperanza que se pueda solucionar.

En la edad media la peste negra fue difícil de combatir y en algunos lugares era realmente imposible erradicarla. La ciencia en aquel momento no sabía que hacer, sin embargo, encontraron la solución que no fue de corto plazo. Tomaron medidas drásticas, decretaron cuarentenas, decidieron limpiar las ciudades, enterrar los cadáveres con cal, quemar las camas y objetos infectados, hervir el agua, utilizar hiervas aromáticas para limpiar el aire. No faltaron las medidas de carácter espiritual, misas, procesiones y plegarias. Lo que fue evidente es que las medidas fitosanitarias tuvieron éxito.

A México nos falta definir una agenda para ciudadanos. El Gobierno no puede sólo, tenemos que ayudarlo para solucionar la crisis más aguda de la historia reciente. La delincuencia no puede ser un poder fáctico que institucionalice prácticas perversas en la relación con el Estado y con los ciudadanos. No es el momento de soberbia, ni radicalizar posiciones, el problema existe y debe instrumentarse un camino para solucionarlo. El Estado debe coordinarse con los tres niveles de gobierno, unir la inteligencia con la fuerza, reivindicar el sentido de pertenencia de las fuerzas del orden, coordinarse con las fiscalías para que presenten casos efectivos para que los jueces condenen a los responsables.

La prevención del delito debe ser una política pública de Estado. De lo anterior ya se habló mucho, pero es necesario hacer posible la consecución de metas. En lo que respecta a los ciudadanos, al igual que en la edad media con la peste negra, debemos desarrollar acciones para colaborar, iniciando en la familia, donde se formen hijos con valores y no sicarios. Las escuelas deben enseñar a ser hombres de bien. Adicionalmente se puede diseñar una estrategia en donde cada uno de nosotros diariamente colabore para erradicar la delincuencia. No podemos seguir esperando, quién dijo YO.

En la edad media la peste negra fue la pandemia que causó el mayor problema social, se calcula que murieron entre el 25% y 50% de la población de Europa, China y Medio Oriente. Arrizabalaga afirmaba que era la enfermedad de la calamidad social por su rápida propagación, alta mortalidad y su poder de devastar ciudades. En aquel entonces, a todos se les culpaba de la enfermedad, hasta se decía que era consecuencia de haber profanado a Dios. Lo que era evidente es que la enfermedad se transmitía por condiciones insalubres, las ratas y las pulgas eran los agentes contaminantes.

Los problemas de delincuencia en México parecen no tocar fondo, ni siquiera el incidente de la semana pasada donde con pena observamos que las fuerzas de seguridad fueron sometidas por el crimen organizado. Los estudios de INEGI (ENVIPE, 2019) señalan que uno de cada tres hogares, lo que equivale a 24.7 millones de personas fueron víctimas de un delito, el 78.9% de mexicanos tienen miedo y el 67.2% considera que la inseguridad es el problema más importante del país. Son cifras desgarradoras, la delincuencia al igual que la peste negra, traen muerte y desolación, más de 27 mil homicidios en el año. Las estrategias utilizadas por las últimas tres administraciones federales no han tenido resultados y ahora, ni siquiera existe la esperanza que se pueda solucionar.

En la edad media la peste negra fue difícil de combatir y en algunos lugares era realmente imposible erradicarla. La ciencia en aquel momento no sabía que hacer, sin embargo, encontraron la solución que no fue de corto plazo. Tomaron medidas drásticas, decretaron cuarentenas, decidieron limpiar las ciudades, enterrar los cadáveres con cal, quemar las camas y objetos infectados, hervir el agua, utilizar hiervas aromáticas para limpiar el aire. No faltaron las medidas de carácter espiritual, misas, procesiones y plegarias. Lo que fue evidente es que las medidas fitosanitarias tuvieron éxito.

A México nos falta definir una agenda para ciudadanos. El Gobierno no puede sólo, tenemos que ayudarlo para solucionar la crisis más aguda de la historia reciente. La delincuencia no puede ser un poder fáctico que institucionalice prácticas perversas en la relación con el Estado y con los ciudadanos. No es el momento de soberbia, ni radicalizar posiciones, el problema existe y debe instrumentarse un camino para solucionarlo. El Estado debe coordinarse con los tres niveles de gobierno, unir la inteligencia con la fuerza, reivindicar el sentido de pertenencia de las fuerzas del orden, coordinarse con las fiscalías para que presenten casos efectivos para que los jueces condenen a los responsables.

La prevención del delito debe ser una política pública de Estado. De lo anterior ya se habló mucho, pero es necesario hacer posible la consecución de metas. En lo que respecta a los ciudadanos, al igual que en la edad media con la peste negra, debemos desarrollar acciones para colaborar, iniciando en la familia, donde se formen hijos con valores y no sicarios. Las escuelas deben enseñar a ser hombres de bien. Adicionalmente se puede diseñar una estrategia en donde cada uno de nosotros diariamente colabore para erradicar la delincuencia. No podemos seguir esperando, quién dijo YO.