/ martes 21 de julio de 2020

La polarización de México en el siglo XXI

Por: Enoch Castellanos

“Todo aquello que el hombre ignora, no existe para él. Por eso el universo de cada uno se resume al tamaño de su saber”.

Albert Einstein.

¡Vaya qué nuestro país es diverso y plural! Diverso en cuanto a los pueblos y rasgos étnicos qué nos definen como nación; plural respecto a nuestras preferencias, desde los credos que profesamos hasta las ideologías políticas a las que somos afines.

Si bien, el 92% de los casi 130 millones de habitantes de México somos en menor o mayor grado una raza mestiza producto de la mezcla entre españoles e indígenas, coexistimos también con diez millones de herederos de raza pura de nuestros pueblos originarios; además hay un crisol de nacionalidades emigradas a nuestro país que se entrelazan por doquier y se han fundido en múltiples rasgos culturales propios, en todas las regiones de la geografía nacional. Afrodescendientes, menonitas, mexicanos con ascendencia de españoles, chinos, italianos, libaneses, alemanes, ingleses, judíos y franceses entre muchos otros pueblos, nos han enriquecido con su influencia en la música, gastronomía, cine, literatura, ciencia y en muchos otros aspectos de la cultura nacional. No hay un solo México, sino muchos.

No podemos dejar de mencionar las diferencias por nivel de ingreso, confundidas comúnmente como clases sociales. Para un servidor, el qué una persona cuente o no con recursos económicos, en un momento dado, no la define como de clase social baja o alta, esto más bien es una condición que puede ser modificada en función de su acervo cultural, ambición, esfuerzo, estudio o incluso de su ética.

Hoy día los discursos políticos al más alto nivel, las redes sociales y la tertulia nos pretenden encasillar en dicotomías, en visiones bicolores. ¡Dos bandos! Se vocifera y exige desde palacio nacional: “Fifís o Chairos”, “Buenos o malos”, “En contra o a favor”, “Conservadores o liberales”, “Neoliberales o progresistas”. ¡Qué pobre visión de México! Maniquea y oportunista sin duda. Se apela al sentimiento más primitivo del género humano desde una óptica evolutiva: El miedo.

El miedo al otro que es físicamente diferente, el miedo al que no habla igual, el temor por el qué piensa o viste distinto. El miedo nace de la ignorancia a lo diferente, a lo desconocido. Es entonces la ignorancia, el motor de la polarización. Decía el genio de la ciencia ficción Isaac Asimov “Existe un culto a la ignorancia. La presión del anti-intelectualismo ha ido abriéndose paso a través de nuestra vida política y cultural, alimentando la falsa noción de qué la democracia significa que mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento”. Quién ame y valore a nuestra patria debe dejar de etiquetar, polarizar y dividir. Debe ser una virtud de todo mexicano de bien y se espera sea una obligación de un gobernante que pretenda mantener unida a nuestra nación.

¿Qué gana quien pretende polarizar? Dividir, debilitar, manipular, desconcertar, destruir y vencer.

“Todos los judíos son avaros, los mexicanos son flojos, los chinos son sucios, siempre los europeos apestan, los colombianos son narcos, los gringos por lo general son racistas”. Éstas son frases injustas comúnmente utilizadas en la historia reciente por personajes abyectos e ignorantes para adjetivar y etiquetar a individuos, grupos y pueblos distintos a ellos.

Deslizar la idea de qué quienes estudiaron en el extranjero son mafiosos, para así generar la empatía del grueso de la población que no tiene la oportunidad de hacerlo, es lo más indignante que he escuchado por parte de un presidente de México. Agrede a todos aquellos no sólo con posibilidades económicas de hacerlo sino a quienes con el doble esfuerzo de estudiar y trabajar consiguen una beca, por un grado académico y para mejorar profesionalmente. Lo usa para encasillar a sus adversarios políticos, medrando con las conductas cuestionables de algunos, tratando de exaltar una supuesta superioridad moral propia para endosar la exclusividad de la maldad a los otros. Desnuda un profundo resentimiento patológico, de quien profirió la idea y también los resabios de quienes lo intentan justificar. De nuevo se generaliza y etiqueta a un grupo al que se le desprecia con fervor religioso.

Mafiosos ¿Cómo Mario Molina y Octavio Paz (Premios Nobel)? ¿Cómo Diego Rivera (Muralista)? ¿Cómo José Hernández (Astronauta)? ¿Cómo Lorena Ochoa (Golfista)? ¿Cómo Graciela Marques (Secretaria de Economía)? Acaso todos quienes estudiaron fuera de México ¡No lo creo!


Presidente nacional de Canacintra.

Por: Enoch Castellanos

“Todo aquello que el hombre ignora, no existe para él. Por eso el universo de cada uno se resume al tamaño de su saber”.

Albert Einstein.

¡Vaya qué nuestro país es diverso y plural! Diverso en cuanto a los pueblos y rasgos étnicos qué nos definen como nación; plural respecto a nuestras preferencias, desde los credos que profesamos hasta las ideologías políticas a las que somos afines.

Si bien, el 92% de los casi 130 millones de habitantes de México somos en menor o mayor grado una raza mestiza producto de la mezcla entre españoles e indígenas, coexistimos también con diez millones de herederos de raza pura de nuestros pueblos originarios; además hay un crisol de nacionalidades emigradas a nuestro país que se entrelazan por doquier y se han fundido en múltiples rasgos culturales propios, en todas las regiones de la geografía nacional. Afrodescendientes, menonitas, mexicanos con ascendencia de españoles, chinos, italianos, libaneses, alemanes, ingleses, judíos y franceses entre muchos otros pueblos, nos han enriquecido con su influencia en la música, gastronomía, cine, literatura, ciencia y en muchos otros aspectos de la cultura nacional. No hay un solo México, sino muchos.

No podemos dejar de mencionar las diferencias por nivel de ingreso, confundidas comúnmente como clases sociales. Para un servidor, el qué una persona cuente o no con recursos económicos, en un momento dado, no la define como de clase social baja o alta, esto más bien es una condición que puede ser modificada en función de su acervo cultural, ambición, esfuerzo, estudio o incluso de su ética.

Hoy día los discursos políticos al más alto nivel, las redes sociales y la tertulia nos pretenden encasillar en dicotomías, en visiones bicolores. ¡Dos bandos! Se vocifera y exige desde palacio nacional: “Fifís o Chairos”, “Buenos o malos”, “En contra o a favor”, “Conservadores o liberales”, “Neoliberales o progresistas”. ¡Qué pobre visión de México! Maniquea y oportunista sin duda. Se apela al sentimiento más primitivo del género humano desde una óptica evolutiva: El miedo.

El miedo al otro que es físicamente diferente, el miedo al que no habla igual, el temor por el qué piensa o viste distinto. El miedo nace de la ignorancia a lo diferente, a lo desconocido. Es entonces la ignorancia, el motor de la polarización. Decía el genio de la ciencia ficción Isaac Asimov “Existe un culto a la ignorancia. La presión del anti-intelectualismo ha ido abriéndose paso a través de nuestra vida política y cultural, alimentando la falsa noción de qué la democracia significa que mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento”. Quién ame y valore a nuestra patria debe dejar de etiquetar, polarizar y dividir. Debe ser una virtud de todo mexicano de bien y se espera sea una obligación de un gobernante que pretenda mantener unida a nuestra nación.

¿Qué gana quien pretende polarizar? Dividir, debilitar, manipular, desconcertar, destruir y vencer.

“Todos los judíos son avaros, los mexicanos son flojos, los chinos son sucios, siempre los europeos apestan, los colombianos son narcos, los gringos por lo general son racistas”. Éstas son frases injustas comúnmente utilizadas en la historia reciente por personajes abyectos e ignorantes para adjetivar y etiquetar a individuos, grupos y pueblos distintos a ellos.

Deslizar la idea de qué quienes estudiaron en el extranjero son mafiosos, para así generar la empatía del grueso de la población que no tiene la oportunidad de hacerlo, es lo más indignante que he escuchado por parte de un presidente de México. Agrede a todos aquellos no sólo con posibilidades económicas de hacerlo sino a quienes con el doble esfuerzo de estudiar y trabajar consiguen una beca, por un grado académico y para mejorar profesionalmente. Lo usa para encasillar a sus adversarios políticos, medrando con las conductas cuestionables de algunos, tratando de exaltar una supuesta superioridad moral propia para endosar la exclusividad de la maldad a los otros. Desnuda un profundo resentimiento patológico, de quien profirió la idea y también los resabios de quienes lo intentan justificar. De nuevo se generaliza y etiqueta a un grupo al que se le desprecia con fervor religioso.

Mafiosos ¿Cómo Mario Molina y Octavio Paz (Premios Nobel)? ¿Cómo Diego Rivera (Muralista)? ¿Cómo José Hernández (Astronauta)? ¿Cómo Lorena Ochoa (Golfista)? ¿Cómo Graciela Marques (Secretaria de Economía)? Acaso todos quienes estudiaron fuera de México ¡No lo creo!


Presidente nacional de Canacintra.