/ martes 7 de julio de 2020

La polarización no alcanza para gobernar

El primer viaje que el Presidente López Obrador hace al extranjero es a EU y no podría ser en una coyuntura más compleja: no viaja para negociar ni firmar algún acuerdo o para asistir a alguna cumbre mundial de mandatarios; viaja para visitar al Presidente Donald Trump, quien está en campaña por su reelección.

Si bien es cierto que nuestro presidente ha dicho que asiste a EEUU para celebrar la entrada en vigor del TMEC, lo cierto es que no es necesaria una visita en estos momentos, incluso el caucus hispano (integrado por legisladores demócratas de origen latino) ha pedido la cancelación de dicho encuentro porque politiza la relación bilateral en líneas partidistas y no de Estado.

De hecho, aunque la empresa canadiense BRP ha sido la primera en hacer un anuncio de inversión en la era TMEC en México, Justin Trudeau no ha confirmado su asistencia porque claramente entiende y respeta los tiempos electorales de EEUU. Sin la presencia del primer ministro del tercer país que firmó el TMEC, podemos empezar a dudar que “atender intereses trilaterales comerciales” sea un motivo viable para hacer visitas oficiales a EEUU en este momento.

Ahora bien, si la visita no tiene mucho sentido para conmemorar el TMEC, ¿entonces para qué es? Según las declaraciones del propio AMLO, es nuestro primer socio comercial y no podemos perder la oportunidad de visitarlos; también dijo que pueden hablar de todo: desde la operación Rápido y Furioso hasta el beisbol. Entonces, ¿no hay agenda o no fue consensuada con México? Parece más lo segundo porque, incluso, los mexicanos nos enteramos de la visita por un anuncio del gobierno estadounidense, no del mexicano.

Ha trascendido que, de último momento, se han convocado a organizaciones empresariales para unirse a la gira. Al respecto sólo podemos concluir lo evidente: se trata de legitimar esa visita a como dé lugar, invitando hoy al sector privado, que ha sido despreciado en el pasado y a quienes se ha negado cualquier tipo de apoyo en esta pandemia. Si las organizaciones son congruentes, sabrán que no es buena idea prestarse a esta jugada y poner en riesgo su credibilidad para ir de accesorios a una visita que no tiene pies ni cabeza. El proceso de negociación del TMEC nos mostró que entre cámaras y organismos de los tres países, hay más posibilidades de trabajar en común.

En el fondo, la discusión aquí tiene que ver con la fortaleza del gobierno actual: la narrativa que escuchamos desde Palacio Nacional alimenta la polarización interna, culpa a enemigos ambiguos y ataca a las instituciones que surgieron de la democracia, pero no toma acciones por evitar el colapso económico y la perdida de bienestar de la población que esto conllevaría.

En otras palabras, es más redituable políticamente hablando, declararle la guerra al neoliberalismo, que ir a EU y reunirse con los migrantes mexicanos, cuyas remesas aportaron 36 millones de dólares en 2019 al país. Es más fácil culpar de todo a enemigos sin rostro, que pedir con firmeza al gobierno de EU que atienda el tráfico de armas en conjunto con México o que deje de invocar a la seguridad nacional para imponer barreras no arancelarias al comercio bilateral.

Por otra parte, cabe aclarar que no es que los presidentes mexicanos sean líderes capaces de definir el voto de algún colegio electoral en EU. Es más sencillo que eso, a México no le conviene mostrar apoyos a ningún candidato en campaña, pensémoslo así: si gana Joe Biden, corremos el riesgo de empezar con el pie izquierdo, lo cual puede generarnos dificultades y para muestra basta recordar cuando el presidente Salinas decidió visitar a George H. W. Bush en los noventa, mientras se libraba la campaña electoral, y al ganar Clinton, pospuso la firma del TLCAN y nos regresó a las mesas de negociación para revisar el tema ambiental y laboral. Si Trump ganará, la verdad es que no mejoraría el trato que tiene hacia México; recordemos que después de la desafortunada visita de 2016, nos quedó como lección no hacerle el caldo gordo a este tipo de candidatos. La historia no es igual pero sí rima.

Hoy, cuatro años después parecemos no entender que EU es nuestro principal socio comercial pero no es nuestro amigo, porque nuestro vecino del norte no tiene amigos, tiene intereses y ahí está la historia para comprobarlo. Además, no perdamos de vista el contundente America first de Trump, donde no entra ningún otro país que no sea EEUU y solo un sector muy específico de su población donde no caben las personas afroamericanas, migrantes, las mujeres y muchos otros grupos; incluso le declaró una guerra comercial a China, se retiró de la OMS en medio de una pandemia y ha enfrentado a líderes de la talla de Angela Merkel con prepotencia y desparpajo. En fin, la visita de nuestro presidente no le hará ganar una campaña a Trump pero sí abona a su discurso perverso donde él siempre las gana todas.

En ese entendimiento, que la primera salida al extranjero de nuestro presidente, sea a EEUU con una agenda que no parece diseñada en consenso y que suena más a que nos están cobrando la factura de la OPEP, es un error de visión y de estrategia que ni siquiera abona a la recurrente frase del presidente que reza que “la mejor política exterior es una buena política interior”; pero, ¿qué pasa cuando esa política interior no es tan buena?, ¿cuándo se recorta a raja tabla el 75% del presupuesto que permite la operación gubernamental? Estoy seguro que esa no es, ni de broma, una “buena política interior”. Más bien, es una política obtusa, que destruye instituciones con una falsa bandera de austeridad y que, evidentemente, no puede diseñar política exterior a la altura de los retos que impone una relación con EU.



Te recomendamos el podcast ⬇️

Spotify

Apple Podcasts

Google Podcasts

Acast

El primer viaje que el Presidente López Obrador hace al extranjero es a EU y no podría ser en una coyuntura más compleja: no viaja para negociar ni firmar algún acuerdo o para asistir a alguna cumbre mundial de mandatarios; viaja para visitar al Presidente Donald Trump, quien está en campaña por su reelección.

Si bien es cierto que nuestro presidente ha dicho que asiste a EEUU para celebrar la entrada en vigor del TMEC, lo cierto es que no es necesaria una visita en estos momentos, incluso el caucus hispano (integrado por legisladores demócratas de origen latino) ha pedido la cancelación de dicho encuentro porque politiza la relación bilateral en líneas partidistas y no de Estado.

De hecho, aunque la empresa canadiense BRP ha sido la primera en hacer un anuncio de inversión en la era TMEC en México, Justin Trudeau no ha confirmado su asistencia porque claramente entiende y respeta los tiempos electorales de EEUU. Sin la presencia del primer ministro del tercer país que firmó el TMEC, podemos empezar a dudar que “atender intereses trilaterales comerciales” sea un motivo viable para hacer visitas oficiales a EEUU en este momento.

Ahora bien, si la visita no tiene mucho sentido para conmemorar el TMEC, ¿entonces para qué es? Según las declaraciones del propio AMLO, es nuestro primer socio comercial y no podemos perder la oportunidad de visitarlos; también dijo que pueden hablar de todo: desde la operación Rápido y Furioso hasta el beisbol. Entonces, ¿no hay agenda o no fue consensuada con México? Parece más lo segundo porque, incluso, los mexicanos nos enteramos de la visita por un anuncio del gobierno estadounidense, no del mexicano.

Ha trascendido que, de último momento, se han convocado a organizaciones empresariales para unirse a la gira. Al respecto sólo podemos concluir lo evidente: se trata de legitimar esa visita a como dé lugar, invitando hoy al sector privado, que ha sido despreciado en el pasado y a quienes se ha negado cualquier tipo de apoyo en esta pandemia. Si las organizaciones son congruentes, sabrán que no es buena idea prestarse a esta jugada y poner en riesgo su credibilidad para ir de accesorios a una visita que no tiene pies ni cabeza. El proceso de negociación del TMEC nos mostró que entre cámaras y organismos de los tres países, hay más posibilidades de trabajar en común.

En el fondo, la discusión aquí tiene que ver con la fortaleza del gobierno actual: la narrativa que escuchamos desde Palacio Nacional alimenta la polarización interna, culpa a enemigos ambiguos y ataca a las instituciones que surgieron de la democracia, pero no toma acciones por evitar el colapso económico y la perdida de bienestar de la población que esto conllevaría.

En otras palabras, es más redituable políticamente hablando, declararle la guerra al neoliberalismo, que ir a EU y reunirse con los migrantes mexicanos, cuyas remesas aportaron 36 millones de dólares en 2019 al país. Es más fácil culpar de todo a enemigos sin rostro, que pedir con firmeza al gobierno de EU que atienda el tráfico de armas en conjunto con México o que deje de invocar a la seguridad nacional para imponer barreras no arancelarias al comercio bilateral.

Por otra parte, cabe aclarar que no es que los presidentes mexicanos sean líderes capaces de definir el voto de algún colegio electoral en EU. Es más sencillo que eso, a México no le conviene mostrar apoyos a ningún candidato en campaña, pensémoslo así: si gana Joe Biden, corremos el riesgo de empezar con el pie izquierdo, lo cual puede generarnos dificultades y para muestra basta recordar cuando el presidente Salinas decidió visitar a George H. W. Bush en los noventa, mientras se libraba la campaña electoral, y al ganar Clinton, pospuso la firma del TLCAN y nos regresó a las mesas de negociación para revisar el tema ambiental y laboral. Si Trump ganará, la verdad es que no mejoraría el trato que tiene hacia México; recordemos que después de la desafortunada visita de 2016, nos quedó como lección no hacerle el caldo gordo a este tipo de candidatos. La historia no es igual pero sí rima.

Hoy, cuatro años después parecemos no entender que EU es nuestro principal socio comercial pero no es nuestro amigo, porque nuestro vecino del norte no tiene amigos, tiene intereses y ahí está la historia para comprobarlo. Además, no perdamos de vista el contundente America first de Trump, donde no entra ningún otro país que no sea EEUU y solo un sector muy específico de su población donde no caben las personas afroamericanas, migrantes, las mujeres y muchos otros grupos; incluso le declaró una guerra comercial a China, se retiró de la OMS en medio de una pandemia y ha enfrentado a líderes de la talla de Angela Merkel con prepotencia y desparpajo. En fin, la visita de nuestro presidente no le hará ganar una campaña a Trump pero sí abona a su discurso perverso donde él siempre las gana todas.

En ese entendimiento, que la primera salida al extranjero de nuestro presidente, sea a EEUU con una agenda que no parece diseñada en consenso y que suena más a que nos están cobrando la factura de la OPEP, es un error de visión y de estrategia que ni siquiera abona a la recurrente frase del presidente que reza que “la mejor política exterior es una buena política interior”; pero, ¿qué pasa cuando esa política interior no es tan buena?, ¿cuándo se recorta a raja tabla el 75% del presupuesto que permite la operación gubernamental? Estoy seguro que esa no es, ni de broma, una “buena política interior”. Más bien, es una política obtusa, que destruye instituciones con una falsa bandera de austeridad y que, evidentemente, no puede diseñar política exterior a la altura de los retos que impone una relación con EU.



Te recomendamos el podcast ⬇️

Spotify

Apple Podcasts

Google Podcasts

Acast