/ martes 23 de enero de 2018

La política de la maquinaria apocalíptica del partido republicano

En los días más profundos de la Guerra Fría, la gente solía hablar de la “maquinaria apocalíptica”, los dispositivos que podían destruir el mundo. ¿Cuál sería la utilidad de un dispositivo como ese si cualquiera que lo usara también se destruiría a sí mismo? Bueno, la idea principal era que podría usarse como medio de disuasión.

No obstante, estaba la idea de que un demente con acceso a tal dispositivo lo usaría para chantajear: “Dame lo que quiero o voy a volarlo todo”.

La buena noticia es que esto nunca ocurrió en el frente nuclear. La mala noticia es que una forma de política de la maquinaria del apocalipsis —en la cual amenazas con hacer explotar las cosas que te importan porque piensas que a tus rivales les importan más— se está desarrollando en Washington en este momento, gracias al Partido Republicano.

La política de la maquinaria del apocalipsis hizo su primera aparición en Estados Unidos en la década de 1990, cuando los republicanos paralizaron al gobierno en un intento de obtener concesiones de Bill Clinton.

No le fue bien al Partido Republicano. No obstante, los republicanos lo volvieron a intentar, con más éxito, en 2011, recurriendo a la amenaza a negarse a elevar el techo de endeudamiento —obligando al gobierno estadounidense al impago, con efectos probablemente catastróficos a la economía mundial— para obtener concesiones políticas de Barack Obama.

A pesar de que ahora controlan la Casa Blanca y el Congreso, los republicanos siguen en el negocio de la maquinaria del apocalipsis, y lo que actualmente amenazan con hacer estallar son los servicios de salud de casi nueve millones de niños.

Estos son algunos antecedentes: desde que Donald Trump asumió el cargo, los republicanos han tratado de gobernar como si los demócratas no existieran. Intentaron revocar la Ley de Cuidado de Salud Asequible, y lograron aprobar enormes recortes fiscales para las corporaciones y los ricos, sin buscar un solo voto de los demócratas; de hecho, ni siquiera llevaron a cabo sesiones en las que los demócratas pudieran comentar las propuestas.

No obstante, ahora los líderes del Partido Republicano están en problemas. Necesitan aprobar una “resolución continuada” con el fin de mantener el financiamiento para el gobierno y evitar su parálisis. No obstante, a pesar de controlar ambas cámaras del congreso, no tienen los votos.

¿Por qué no? En la cámara de representantes, el problema eran los miembros de ultra derecha, quienes no querían dar su apoyo ni siquiera al gasto de rutina. A pesar de ello, los republicanos no necesitaron a los demócratas para lograr la aprobación del proyecto de ley.

Sin embargo, aprobar un proyecto de ley en el senado requerirá 60 votos. Con solo 51 republicanos, necesitan votos de los demócratas.

Pero, en el pasado, un partido que necesitaba algo de ayuda del otro lado del pasillo habría buscado un acuerdo que hiciera algunas concesiones a la agenda del otro partido, sin embargo, hasta hace un par de días, parecía que las reglas políticas habituales seguían siendo aplicables.

En los días más profundos de la Guerra Fría, la gente solía hablar de la “maquinaria apocalíptica”, los dispositivos que podían destruir el mundo. ¿Cuál sería la utilidad de un dispositivo como ese si cualquiera que lo usara también se destruiría a sí mismo? Bueno, la idea principal era que podría usarse como medio de disuasión.

No obstante, estaba la idea de que un demente con acceso a tal dispositivo lo usaría para chantajear: “Dame lo que quiero o voy a volarlo todo”.

La buena noticia es que esto nunca ocurrió en el frente nuclear. La mala noticia es que una forma de política de la maquinaria del apocalipsis —en la cual amenazas con hacer explotar las cosas que te importan porque piensas que a tus rivales les importan más— se está desarrollando en Washington en este momento, gracias al Partido Republicano.

La política de la maquinaria del apocalipsis hizo su primera aparición en Estados Unidos en la década de 1990, cuando los republicanos paralizaron al gobierno en un intento de obtener concesiones de Bill Clinton.

No le fue bien al Partido Republicano. No obstante, los republicanos lo volvieron a intentar, con más éxito, en 2011, recurriendo a la amenaza a negarse a elevar el techo de endeudamiento —obligando al gobierno estadounidense al impago, con efectos probablemente catastróficos a la economía mundial— para obtener concesiones políticas de Barack Obama.

A pesar de que ahora controlan la Casa Blanca y el Congreso, los republicanos siguen en el negocio de la maquinaria del apocalipsis, y lo que actualmente amenazan con hacer estallar son los servicios de salud de casi nueve millones de niños.

Estos son algunos antecedentes: desde que Donald Trump asumió el cargo, los republicanos han tratado de gobernar como si los demócratas no existieran. Intentaron revocar la Ley de Cuidado de Salud Asequible, y lograron aprobar enormes recortes fiscales para las corporaciones y los ricos, sin buscar un solo voto de los demócratas; de hecho, ni siquiera llevaron a cabo sesiones en las que los demócratas pudieran comentar las propuestas.

No obstante, ahora los líderes del Partido Republicano están en problemas. Necesitan aprobar una “resolución continuada” con el fin de mantener el financiamiento para el gobierno y evitar su parálisis. No obstante, a pesar de controlar ambas cámaras del congreso, no tienen los votos.

¿Por qué no? En la cámara de representantes, el problema eran los miembros de ultra derecha, quienes no querían dar su apoyo ni siquiera al gasto de rutina. A pesar de ello, los republicanos no necesitaron a los demócratas para lograr la aprobación del proyecto de ley.

Sin embargo, aprobar un proyecto de ley en el senado requerirá 60 votos. Con solo 51 republicanos, necesitan votos de los demócratas.

Pero, en el pasado, un partido que necesitaba algo de ayuda del otro lado del pasillo habría buscado un acuerdo que hiciera algunas concesiones a la agenda del otro partido, sin embargo, hasta hace un par de días, parecía que las reglas políticas habituales seguían siendo aplicables.