/ sábado 21 de octubre de 2017

La profesión más delicada

Cuando yo estudiaba Ciencias Políticas y Administración Pública hace varios años, tenía a algunos maestros y compañeros que sostenían que, así como una persona en su sano juicio no se pondría en manos de un carpintero para someterse a una operación quirúrgica, sino que buscaría al mejor cirujano que pudiese encontrar (porque de ello depende su vida), así también en la política no convendría poner el gobierno en manos de novatos sin experiencia que acabarían por destruirlo. Y más allá: afirmaban que, si un médico operaba a su paciente de manera equivocada, o un arquitecto construía una casa de forma errónea, las víctimas serían ese paciente o esa familia, respectivamente. Y sin menospreciar esas tragedias potenciales, afirmaban que cuando un gobernante hacía mal su trabajo, todo el país sufría las consecuencias.

El gran problema está en que dichos efectos no pueden sino apreciarse en el largo plazo. Cuando un gobernante toma una mala decisión, los efectos de su error sobrevendrían con el pasar de los años o de los meses. Si bien no es una cirugía que dure un par de horas, los efectos de las malas políticas pueden perdurar años en una sociedad o en un país.

En ese sentido me viene a la mente esto porque leía dos notas sobre decisiones erróneas en México y en Estados Unidos. En el norte, el mandatario cuyo nombre es conocido por todos, amenaza con sacar a su país del Tratado de Libre Comercio. Las cámaras empresariales, el Congreso, las empresas y otras organizaciones han afirmado que sería un error monumental en el terreno económico y de proporciones mayúsculas que solamente dañaría a quienes votaron por él y lo llevaron a la presidencia de su país. ¿Qué tiene que pasar para que entienda? Es un capricho con tal de salirse con la suya, de cumplir una promesa sin sentido y no quedar humillado. Es una lucha de egos personales cuyas consecuencias serían devastadoras.

Pero en México -aunque critiquemos al norte- tenemos nuestras propias ridiculeces. Allí está el eterno candidato de Morena, López Obrador que está amenazando con cancelar la construcción de un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México y habilitar una vieja base militar con tales efectos. ¿Qué acaso es el único que no se da cuenta de la enorme necesidad que tiene la capital del país de tener un aeropuerto moderno, funcional y al nivel de nación que queremos? No, porque su decisión es también una lucha de egos, de conveniencias políticas y de beneficio personal… igualito que con su vecino del norte del Río Bravo.

La profesión más delicada es la del gobernante y la del político. La fragilidad del ego personal, el narcisismo exacerbado y la necesidad de atención y prestigio podrían terminar por hundirnos a todos debido a sus malas decisiones. Lo peor del caso es que, de acuerdo con nuestra Constitución Política sería discriminatorio y antidemocrático promover exámenes de perfil de aptitud sicológica para gobernar y evitarnos estos terribles problemas que aquejan a los tomadores de decisiones. No en balde Aristóteles, hace más de dos mil años habló de este problema y advirtió que, cuando la democracia se corrompe con hombres que no están a la altura, en lugar del gobierno de los mejores, tendríamos el gobierno de los peores. Y después de dos mil años, seguimos sin aprender.

 

@fedeling

Cuando yo estudiaba Ciencias Políticas y Administración Pública hace varios años, tenía a algunos maestros y compañeros que sostenían que, así como una persona en su sano juicio no se pondría en manos de un carpintero para someterse a una operación quirúrgica, sino que buscaría al mejor cirujano que pudiese encontrar (porque de ello depende su vida), así también en la política no convendría poner el gobierno en manos de novatos sin experiencia que acabarían por destruirlo. Y más allá: afirmaban que, si un médico operaba a su paciente de manera equivocada, o un arquitecto construía una casa de forma errónea, las víctimas serían ese paciente o esa familia, respectivamente. Y sin menospreciar esas tragedias potenciales, afirmaban que cuando un gobernante hacía mal su trabajo, todo el país sufría las consecuencias.

El gran problema está en que dichos efectos no pueden sino apreciarse en el largo plazo. Cuando un gobernante toma una mala decisión, los efectos de su error sobrevendrían con el pasar de los años o de los meses. Si bien no es una cirugía que dure un par de horas, los efectos de las malas políticas pueden perdurar años en una sociedad o en un país.

En ese sentido me viene a la mente esto porque leía dos notas sobre decisiones erróneas en México y en Estados Unidos. En el norte, el mandatario cuyo nombre es conocido por todos, amenaza con sacar a su país del Tratado de Libre Comercio. Las cámaras empresariales, el Congreso, las empresas y otras organizaciones han afirmado que sería un error monumental en el terreno económico y de proporciones mayúsculas que solamente dañaría a quienes votaron por él y lo llevaron a la presidencia de su país. ¿Qué tiene que pasar para que entienda? Es un capricho con tal de salirse con la suya, de cumplir una promesa sin sentido y no quedar humillado. Es una lucha de egos personales cuyas consecuencias serían devastadoras.

Pero en México -aunque critiquemos al norte- tenemos nuestras propias ridiculeces. Allí está el eterno candidato de Morena, López Obrador que está amenazando con cancelar la construcción de un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México y habilitar una vieja base militar con tales efectos. ¿Qué acaso es el único que no se da cuenta de la enorme necesidad que tiene la capital del país de tener un aeropuerto moderno, funcional y al nivel de nación que queremos? No, porque su decisión es también una lucha de egos, de conveniencias políticas y de beneficio personal… igualito que con su vecino del norte del Río Bravo.

La profesión más delicada es la del gobernante y la del político. La fragilidad del ego personal, el narcisismo exacerbado y la necesidad de atención y prestigio podrían terminar por hundirnos a todos debido a sus malas decisiones. Lo peor del caso es que, de acuerdo con nuestra Constitución Política sería discriminatorio y antidemocrático promover exámenes de perfil de aptitud sicológica para gobernar y evitarnos estos terribles problemas que aquejan a los tomadores de decisiones. No en balde Aristóteles, hace más de dos mil años habló de este problema y advirtió que, cuando la democracia se corrompe con hombres que no están a la altura, en lugar del gobierno de los mejores, tendríamos el gobierno de los peores. Y después de dos mil años, seguimos sin aprender.

 

@fedeling