/ sábado 16 de octubre de 2021

La realidad de la ansiedad climática

Vivimos en el terror. Huracanes cada vez más potentes, tornados destructivos, tormentas de rayos, el Ártico y sus polos se derriten. La naturaleza ataca inmisericorde, sin escape alguno para los habitantes de este planeta.

La destruimos y seguimos haciéndolo, inconscientes de las consecuencias. Su respuesta embravecida deja a millones sin techo, ya sea porque el fuego arrasa miles de hectáreas -en distintos países-, o las inundaciones se llevan a su paso lo que encuentran.

La organización civil, Avaaz, hace un esfuerzo heroico, a favor del rescate de la naturaleza. Lo mismo se ocupa de la extinción de la fauna, que de los fenómenos meteorológicos que nos acosan.

Publicó un interesante estudio, sobre lo que ahora los psicólogos denominan como la “Ansiedad climática”. La definen como la “preocupación, frustración, dolor e incluso ira, asociadas a la realidad de las crisis climáticas y el constante fracaso de los gobiernos a la hora de actuar con la urgencia que se requiere”.

Para confirmar la teoría financiaron un estudio sobre el sentimiento en niños y jóvenes. Abarcó a 10 mil menores, de todo el Orbe y sus resultados son impresionantes.

El 45 por ciento considera que la ansiedad está afectando su vida cotidiana. El 75 por ciento cree que “el futuro es aterrador” y esta cifra crece al 81 por ciento, en Portugal y al 92 por ciento, en Filipinas.

El 58 por ciento considera que los gobiernos los están traicionando, así como a las futuras generaciones. El 39 por ciento dice que ahora tiene dudas de tener hijos.

La ansiedad climática se siente a cualquier edad, pero es triste que, las generaciones del hoy y del mañana, vivan afligidos por un azote que, en última instancia es herencia.

Gravísima la responsabilidad de las autoridades del mundo, apáticas -por decir lo menos-, a la dramática realidad. En Estados Unidos, uno de los enclaves más contaminantes del globo, llega Biden con un compromiso claro, a la defensa de la ecología. Intentará revertir el desastre de su antecesor, Trump, quien incluso renunció al Tratado de París, que definió la urgencia de bajar los niveles de contaminación, para lo que se tomarían las medidas pertinentes.

En ese territorio hay avances en la conciencia de fuertes sectores, que sustituyen los recibos de energía eléctrica, con el uso de paneles solares y el automóvil de gasolina por el eléctrico..

México está en pañales. Los niños y jóvenes tienen ideas más claras sobre el asunto y ya escucha uno sus voces exigentes, en cuanto a procurar la mejora en la calidad del aire, en cuanto a la tala de árboles, en la necesidad de no tirar basura y cuidar la limpieza del mar y los ríos.

El gobierno, sin embargo, plantea leyes regresivas que utilizan el carbón, material fósil en desuso mundial. Lejos de proteger la ecología desarrolla programas inútiles, como el de Sembrando Vida, que resultan en catástrofes.

El tren Maya es otro ejemplo de la incongruencia oficialista. Sin los debidos estudios ni autorización de la Secretaría del Medio Ambiente, amenaza especies animales y también tala, sin ton ni son, con las dramáticas consecuencias.

Qué decir de la obsolescencia de la Comisión Federal de Electricidad, anclada al carbón y tantas otras muestras de que, a este Régimen le importa un bledo el cambio climático. Que no le quepa duda: la historia los pondrá en su lugar y los jóvenes reclamarán el daño que se les infringió.

Catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Vivimos en el terror. Huracanes cada vez más potentes, tornados destructivos, tormentas de rayos, el Ártico y sus polos se derriten. La naturaleza ataca inmisericorde, sin escape alguno para los habitantes de este planeta.

La destruimos y seguimos haciéndolo, inconscientes de las consecuencias. Su respuesta embravecida deja a millones sin techo, ya sea porque el fuego arrasa miles de hectáreas -en distintos países-, o las inundaciones se llevan a su paso lo que encuentran.

La organización civil, Avaaz, hace un esfuerzo heroico, a favor del rescate de la naturaleza. Lo mismo se ocupa de la extinción de la fauna, que de los fenómenos meteorológicos que nos acosan.

Publicó un interesante estudio, sobre lo que ahora los psicólogos denominan como la “Ansiedad climática”. La definen como la “preocupación, frustración, dolor e incluso ira, asociadas a la realidad de las crisis climáticas y el constante fracaso de los gobiernos a la hora de actuar con la urgencia que se requiere”.

Para confirmar la teoría financiaron un estudio sobre el sentimiento en niños y jóvenes. Abarcó a 10 mil menores, de todo el Orbe y sus resultados son impresionantes.

El 45 por ciento considera que la ansiedad está afectando su vida cotidiana. El 75 por ciento cree que “el futuro es aterrador” y esta cifra crece al 81 por ciento, en Portugal y al 92 por ciento, en Filipinas.

El 58 por ciento considera que los gobiernos los están traicionando, así como a las futuras generaciones. El 39 por ciento dice que ahora tiene dudas de tener hijos.

La ansiedad climática se siente a cualquier edad, pero es triste que, las generaciones del hoy y del mañana, vivan afligidos por un azote que, en última instancia es herencia.

Gravísima la responsabilidad de las autoridades del mundo, apáticas -por decir lo menos-, a la dramática realidad. En Estados Unidos, uno de los enclaves más contaminantes del globo, llega Biden con un compromiso claro, a la defensa de la ecología. Intentará revertir el desastre de su antecesor, Trump, quien incluso renunció al Tratado de París, que definió la urgencia de bajar los niveles de contaminación, para lo que se tomarían las medidas pertinentes.

En ese territorio hay avances en la conciencia de fuertes sectores, que sustituyen los recibos de energía eléctrica, con el uso de paneles solares y el automóvil de gasolina por el eléctrico..

México está en pañales. Los niños y jóvenes tienen ideas más claras sobre el asunto y ya escucha uno sus voces exigentes, en cuanto a procurar la mejora en la calidad del aire, en cuanto a la tala de árboles, en la necesidad de no tirar basura y cuidar la limpieza del mar y los ríos.

El gobierno, sin embargo, plantea leyes regresivas que utilizan el carbón, material fósil en desuso mundial. Lejos de proteger la ecología desarrolla programas inútiles, como el de Sembrando Vida, que resultan en catástrofes.

El tren Maya es otro ejemplo de la incongruencia oficialista. Sin los debidos estudios ni autorización de la Secretaría del Medio Ambiente, amenaza especies animales y también tala, sin ton ni son, con las dramáticas consecuencias.

Qué decir de la obsolescencia de la Comisión Federal de Electricidad, anclada al carbón y tantas otras muestras de que, a este Régimen le importa un bledo el cambio climático. Que no le quepa duda: la historia los pondrá en su lugar y los jóvenes reclamarán el daño que se les infringió.

Catalinanq@hotmail.com

@catalinanq