/ lunes 25 de marzo de 2019

La remembranza a Mussolini

Quisiera escribir desde una perspectiva en que no me preocupe la 4T de López Obrador, pero no hay manera. Normalmente los políticos cuidan lo que discursean; una frase fuera de contexto puede acarrearles reacciones con altos costos políticos obligando a sus equipos a diseñar acciones rápidas para el control del daño por algún comentario impropio.

Pero el actual Presidente ha roto todos los moldes, hace comentarios uno tras otro y no hay tiempo para rebatirlos -como es lo normal en una democracia- cuando nos impone nuevos exabruptos. Viene al caso por la referencia que hace el Presidente en el aniversario de Benito Juárez respecto de que el padre de Mussolini le puso Benito en honor al ilustre oaxaqueño. Es inevitable preguntarnos porqué hace referencia a esa anécdota justo cuando conmemora al liberal, uno de los precursores del laicismo.

Viéndolo bien hay una cierta semejanza del momento histórico que llevó en 1922 a Mussolini al poder en Italia, al que en 2018 llevó a López Obrador a la presidencia: una sociedad golpeada por la depresión resultado de la primera guerra mundial y el fracaso de las propuestas liberales en el caso del primero, y en el del mexicano, una sociedad golpeada por la inseguridad e impunidad, harta del establishment y la corrupción, ya no más PRI ni PAN, convencida de que se requiere un Presidente fuerte y tozudo. El líder es eficiente en comunicar a las masas resentidas lo que quiere escuchar, pronto se ven inscritas en la lucha de clases derivado de un lenguaje radical.

Formo parte de quienes no sólo nos preocupamos por la referencia —sin venir al caso— de uno de los dictadores más atroces y populistas del siglo XX. Mussolini dio origen a uno de los sistemas más peligrosos para la humanidad: el fascismo.

Hay tres cuestiones que nos deben alertar respeto al posible camino hacia un fascismo mexicano: Presencia de elementos religiosos característico del régimen fascista. El historiador Emilio Gentile refiere que el fascismo se caracterizó por la “sacralización de la política” con los festejos públicos, las reuniones multitudinarias, las conmemoraciones y otras manifestaciones espectaculares que desarrollan una liturgia política que en su aspecto dramático se refiere claramente al modelo tradicional cristiano; lo observamos cada mañana en una liturgia que repite en el lenguaje y los modos del ritual cristiano, una fuerte propensión a transfigurar los sucesos de la política, imbuido de un heroísmo nacionalista.

La insistencia de la retórica nacionalista: referir que es mejor remontarnos a un pasado glorioso porque el de hoy es neoliberal y hay que abolirlo de tajo; volver a ese glorioso nacional, que se concreta entre otras características, en la autosuficiencia alimentaria y en hacer caso omiso a la monserga de las calificadoras “neoliberales”; basta con ser bueno para que otros lo sean.

El aparato propagandista que excelsa en sus conferencias mañaneras el culto a la personalidad; los acercamientos con la “gente de a pie” donde afirma y reafirma algunas cuestiones sin sustento y arremete contra críticos desde el aparato del Estado; documentado por quienes son agredidos como por estudios académicos; todo dirigido a fomentar una euforia psicológica de que el pueblo estará mejor en la regeneración de su 4T. El Estado soy yo.

Asusta la remembranza de esperpentos en actos oficiales.

Defensora de los Derechos Humanos

@angelicadelap

Quisiera escribir desde una perspectiva en que no me preocupe la 4T de López Obrador, pero no hay manera. Normalmente los políticos cuidan lo que discursean; una frase fuera de contexto puede acarrearles reacciones con altos costos políticos obligando a sus equipos a diseñar acciones rápidas para el control del daño por algún comentario impropio.

Pero el actual Presidente ha roto todos los moldes, hace comentarios uno tras otro y no hay tiempo para rebatirlos -como es lo normal en una democracia- cuando nos impone nuevos exabruptos. Viene al caso por la referencia que hace el Presidente en el aniversario de Benito Juárez respecto de que el padre de Mussolini le puso Benito en honor al ilustre oaxaqueño. Es inevitable preguntarnos porqué hace referencia a esa anécdota justo cuando conmemora al liberal, uno de los precursores del laicismo.

Viéndolo bien hay una cierta semejanza del momento histórico que llevó en 1922 a Mussolini al poder en Italia, al que en 2018 llevó a López Obrador a la presidencia: una sociedad golpeada por la depresión resultado de la primera guerra mundial y el fracaso de las propuestas liberales en el caso del primero, y en el del mexicano, una sociedad golpeada por la inseguridad e impunidad, harta del establishment y la corrupción, ya no más PRI ni PAN, convencida de que se requiere un Presidente fuerte y tozudo. El líder es eficiente en comunicar a las masas resentidas lo que quiere escuchar, pronto se ven inscritas en la lucha de clases derivado de un lenguaje radical.

Formo parte de quienes no sólo nos preocupamos por la referencia —sin venir al caso— de uno de los dictadores más atroces y populistas del siglo XX. Mussolini dio origen a uno de los sistemas más peligrosos para la humanidad: el fascismo.

Hay tres cuestiones que nos deben alertar respeto al posible camino hacia un fascismo mexicano: Presencia de elementos religiosos característico del régimen fascista. El historiador Emilio Gentile refiere que el fascismo se caracterizó por la “sacralización de la política” con los festejos públicos, las reuniones multitudinarias, las conmemoraciones y otras manifestaciones espectaculares que desarrollan una liturgia política que en su aspecto dramático se refiere claramente al modelo tradicional cristiano; lo observamos cada mañana en una liturgia que repite en el lenguaje y los modos del ritual cristiano, una fuerte propensión a transfigurar los sucesos de la política, imbuido de un heroísmo nacionalista.

La insistencia de la retórica nacionalista: referir que es mejor remontarnos a un pasado glorioso porque el de hoy es neoliberal y hay que abolirlo de tajo; volver a ese glorioso nacional, que se concreta entre otras características, en la autosuficiencia alimentaria y en hacer caso omiso a la monserga de las calificadoras “neoliberales”; basta con ser bueno para que otros lo sean.

El aparato propagandista que excelsa en sus conferencias mañaneras el culto a la personalidad; los acercamientos con la “gente de a pie” donde afirma y reafirma algunas cuestiones sin sustento y arremete contra críticos desde el aparato del Estado; documentado por quienes son agredidos como por estudios académicos; todo dirigido a fomentar una euforia psicológica de que el pueblo estará mejor en la regeneración de su 4T. El Estado soy yo.

Asusta la remembranza de esperpentos en actos oficiales.

Defensora de los Derechos Humanos

@angelicadelap