/ jueves 11 de agosto de 2022

La sed autoritaria

La ambición es el último refugio de todo fracaso.

Oscar Wilde


Para quienes, a estas alturas, aún sostienen que López Obrador es un demócrata, el último desplante del tabasqueño confirma lo contrario. En efecto, el reciente anuncio que ha hecho en torno a un “acuerdo” que trasladará la totalidad de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, pone otra vez al descubierto los reflejos despóticos que caracterizan al inquilino de Palacio Nacional.

Por supuesto, no es nuevo este comportamiento de quien se guía por caprichos. Ahora su manotazo pretende atropellar el artículo 21 de la Constitución, que a la letra dice: “Las instituciones de seguridad pública, incluyendo la Guardia Nacional, serán de carácter civil”. Es claro, que, no le importa semejante violación, ya que aunque ejerce un dominio en la SCJN, sería temerario que el máximo poder judicial avalara esta tropelía presidencial.

AMLO sabe que no tiene los votos suficientes en el Congreso de la Unión para modificar la constitución y aprobar la absorción de la Guardia Nacional por la SEDENA. Por eso amenaza con este dispositivo administrativo, a todas luces inaceptable, puesto que invade las funciones del poder legislativo. Pero, no es simplemente un problema legal, sino una estrategia política, cuyo propósito es mermar o someter a los otros poderes y construir una narrativa en donde el poder ejecutivo es el único que decide el rumbo del país.

Circula un buen número de videos donde se exhibe al presidente y a algunos de sus seguidores repudiando la presencia militar en tareas de seguridad pública. Claro, fue en el pasado. Hoy son impulsores de lo contrario, incluso superando los intentos de los presidentes anteriores. Los remisos izquierdistas hoy se han vestido de verde olivo. Según investigaciones del CIDE y de otras organizaciones, las fuerzas militares tienen hoy 227 nuevas atribuciones y 163 cargos de alto nivel en la administración federal. Es decir, no sólo estamos hablando de la seguridad pública, es un militarismo del Estado, una modificación de carácter estructural, evidente opacidad, falta de controles y cambios en los circuitos del poder político.

Es posible que se presenten controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad, pero lamentablemente no pasará nada. La SCJN ha dado muestras de que es un poder capturado por el señor de Palacio. Desde 2019 tienen congeladas un paquete diversas impugnaciones acerca de la Guardia Nacional y el acuerdo presidencial para su militarización hasta 2024. Ojalá nos equivoquemos, pero AMLO se saldrá con la suya, por lo que, según esta correlación, las fuerzas castrenses y el narcotráfico definirán en mucho al próximo presidente en 2024.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz

La ambición es el último refugio de todo fracaso.

Oscar Wilde


Para quienes, a estas alturas, aún sostienen que López Obrador es un demócrata, el último desplante del tabasqueño confirma lo contrario. En efecto, el reciente anuncio que ha hecho en torno a un “acuerdo” que trasladará la totalidad de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, pone otra vez al descubierto los reflejos despóticos que caracterizan al inquilino de Palacio Nacional.

Por supuesto, no es nuevo este comportamiento de quien se guía por caprichos. Ahora su manotazo pretende atropellar el artículo 21 de la Constitución, que a la letra dice: “Las instituciones de seguridad pública, incluyendo la Guardia Nacional, serán de carácter civil”. Es claro, que, no le importa semejante violación, ya que aunque ejerce un dominio en la SCJN, sería temerario que el máximo poder judicial avalara esta tropelía presidencial.

AMLO sabe que no tiene los votos suficientes en el Congreso de la Unión para modificar la constitución y aprobar la absorción de la Guardia Nacional por la SEDENA. Por eso amenaza con este dispositivo administrativo, a todas luces inaceptable, puesto que invade las funciones del poder legislativo. Pero, no es simplemente un problema legal, sino una estrategia política, cuyo propósito es mermar o someter a los otros poderes y construir una narrativa en donde el poder ejecutivo es el único que decide el rumbo del país.

Circula un buen número de videos donde se exhibe al presidente y a algunos de sus seguidores repudiando la presencia militar en tareas de seguridad pública. Claro, fue en el pasado. Hoy son impulsores de lo contrario, incluso superando los intentos de los presidentes anteriores. Los remisos izquierdistas hoy se han vestido de verde olivo. Según investigaciones del CIDE y de otras organizaciones, las fuerzas militares tienen hoy 227 nuevas atribuciones y 163 cargos de alto nivel en la administración federal. Es decir, no sólo estamos hablando de la seguridad pública, es un militarismo del Estado, una modificación de carácter estructural, evidente opacidad, falta de controles y cambios en los circuitos del poder político.

Es posible que se presenten controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad, pero lamentablemente no pasará nada. La SCJN ha dado muestras de que es un poder capturado por el señor de Palacio. Desde 2019 tienen congeladas un paquete diversas impugnaciones acerca de la Guardia Nacional y el acuerdo presidencial para su militarización hasta 2024. Ojalá nos equivoquemos, pero AMLO se saldrá con la suya, por lo que, según esta correlación, las fuerzas castrenses y el narcotráfico definirán en mucho al próximo presidente en 2024.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz

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