/ domingo 3 de mayo de 2020

La Seguridad luego de la epidemia

Los más diversos aspectos de la vida cotidiana del país, se han visto muy afectados por un fenómeno que sí bien estaba en las agendas de Seguridad, nunca había cobrado dimensiones como las que padecemos. La política, la sociedad, por supuesto que la economía, han debido ajustarse ante la epidemia. Por eso, analizar los impactos y las indudables consecuencias, nos permitirá procesar de mejor manera los días inmediatos al regreso a la normalidad ¿podremos?

El Secretariado Técnico del Consejo Nacional de Seguridad Pública, de la propia Secretaría de Seguridad, ha difundido los datos que nos indican que la actividad criminal, sigue creciendo. Desde luego que es de reconocerle a las autoridades, que nos aporten los datos sin el mayor ajuste o presentación a modo, ya que de ser así, no se podrían tomar decisiones o bien, proponer desde la academia, medidas específicas y apegadas a la “real-realidad”. Los delitos de alto impacto, no han disminuido y en cambio, otros menos frecuentes como el pillaje o el saqueo, son ya y con razón, una preocupación.

Las dimensiones de la Seguridad, que van de la Pública a la Nacional, pasando por la Interior y la Regional (geopolítica) observan ajustes y adaptaciones institucionales, jurídicas, operativas y de cooperación entre gobiernos. Por ejemplo, decisiones como las del Presidente de El Salvador, de hacer de las prisiones un núcleo de neutralización de la violencia pandilleril, así como los puestos de confinamiento migratorio en nuestro país, indican con toda claridad, que los fenómenos sociales a raíz de la epidemia, modifican del todo, la forma e n que debe prevenirse la violencia en general.

Veamos nuestro caso. La creación y puesta en marcha de la Guardia Nacional, es una repuesta estructural que el Estado mexicano da a los desafíos de una problemática que desde hace décadas agobia al país. Aún y no cumple un año de formal creación (30 de junio de 2019) y ha sido requerida para funciones extraordinarias. Contención de migrantes, impedir el saqueo de los ductos de Petróleos Mexicanos, vigilancia en aeropuertos y carreteras y ahora, en plena expansión de la epidemia, garantizar (lo que es una vergüenza para nosotros como ciudadanos) la integridad del personal de salud, de la infraestructura hospitalaria y del almacenamiento de insumos sanitarios.

Por lo anterior, debemos anticiparnos a la conducción de la “post epidemia” para que la expresiones delictivas, organizadas y comunes, sean al menos, acotadas. Alguna de esas medidas, se encuentran en el fortalecimiento de las relaciones vecinales. La Seguridad Pública, descansa en efecto, en la confianza que entre las comunidades más inmediatas, barrio, calle, colonia, en el entendido de las concentraciones urbanas, así como en las zonas rurales a partir de el establecimiento de una comunicación más fluida, contribuye a inhibir, alertar y disuadir las acciones criminales. Hacia allá debemos caminar.


javierolivaposada@gmail.com


Los más diversos aspectos de la vida cotidiana del país, se han visto muy afectados por un fenómeno que sí bien estaba en las agendas de Seguridad, nunca había cobrado dimensiones como las que padecemos. La política, la sociedad, por supuesto que la economía, han debido ajustarse ante la epidemia. Por eso, analizar los impactos y las indudables consecuencias, nos permitirá procesar de mejor manera los días inmediatos al regreso a la normalidad ¿podremos?

El Secretariado Técnico del Consejo Nacional de Seguridad Pública, de la propia Secretaría de Seguridad, ha difundido los datos que nos indican que la actividad criminal, sigue creciendo. Desde luego que es de reconocerle a las autoridades, que nos aporten los datos sin el mayor ajuste o presentación a modo, ya que de ser así, no se podrían tomar decisiones o bien, proponer desde la academia, medidas específicas y apegadas a la “real-realidad”. Los delitos de alto impacto, no han disminuido y en cambio, otros menos frecuentes como el pillaje o el saqueo, son ya y con razón, una preocupación.

Las dimensiones de la Seguridad, que van de la Pública a la Nacional, pasando por la Interior y la Regional (geopolítica) observan ajustes y adaptaciones institucionales, jurídicas, operativas y de cooperación entre gobiernos. Por ejemplo, decisiones como las del Presidente de El Salvador, de hacer de las prisiones un núcleo de neutralización de la violencia pandilleril, así como los puestos de confinamiento migratorio en nuestro país, indican con toda claridad, que los fenómenos sociales a raíz de la epidemia, modifican del todo, la forma e n que debe prevenirse la violencia en general.

Veamos nuestro caso. La creación y puesta en marcha de la Guardia Nacional, es una repuesta estructural que el Estado mexicano da a los desafíos de una problemática que desde hace décadas agobia al país. Aún y no cumple un año de formal creación (30 de junio de 2019) y ha sido requerida para funciones extraordinarias. Contención de migrantes, impedir el saqueo de los ductos de Petróleos Mexicanos, vigilancia en aeropuertos y carreteras y ahora, en plena expansión de la epidemia, garantizar (lo que es una vergüenza para nosotros como ciudadanos) la integridad del personal de salud, de la infraestructura hospitalaria y del almacenamiento de insumos sanitarios.

Por lo anterior, debemos anticiparnos a la conducción de la “post epidemia” para que la expresiones delictivas, organizadas y comunes, sean al menos, acotadas. Alguna de esas medidas, se encuentran en el fortalecimiento de las relaciones vecinales. La Seguridad Pública, descansa en efecto, en la confianza que entre las comunidades más inmediatas, barrio, calle, colonia, en el entendido de las concentraciones urbanas, así como en las zonas rurales a partir de el establecimiento de una comunicación más fluida, contribuye a inhibir, alertar y disuadir las acciones criminales. Hacia allá debemos caminar.


javierolivaposada@gmail.com