/ jueves 26 de diciembre de 2019

La seguridad sin rumbo

Entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo consiente, hay cierta solidaridad vergonzosa.

Victor Hugo


1. Arenas movedizas. El ciudadano presidente Andrés Manuel López Obrador sabe, en su fuero interno, que su gobierno no atina a resolver el grave problema de la llamada inseguridad pública y las violencias. Puede, como lo hace diariamente, lanzar mensajes de autocomplacencia y de catarsis colectiva, para eso sirven sus misas de 7 y las giras, sin embargo, los datos duros dicen que las cosas no van bien. Tímidamente, el tabasqueño admite que no ha logrado revertir la tendencia delictiva, aunque insiste en que su estrategia es la correcta. Su discurso de “atacar las causas” es conceptualmente cierto, pero carece de una Política Criminológica integral y multifocal. Lejos de ello, AMLO llena el país de militares (superando en números a Calderón y a Peña). Su fracaso radica en que pese a la creciente presencia de fuerzas represivas la violencia se expande y consolida. Sus divisiones regionales son ineficientes frente al tamaño de los retos. Por eso, el presidente únicamente lanza disparos en la oscuridad.


2. La riña con los gobernadores. Al inquilino del Palacio Nacional ahora se le ocurrió buscar chivos expiatorios ante la orfandad de sus políticas públicas de seguridad. Ahora encontró que un indicador para medir la eficacia es la asistencia de los gobernadores a las reuniones matutinas en las coordinaciones estatales. Para ello, le ordenó al secretario Alfonso Durazo que exhibiera públicamente a quienes asisten y a los que faltan a esas reuniones madrugadoras.


Lo absurdo de semejante medida es que no existe prueba o correlación entre puntualidad y disminución de la criminalidad en las entidades. Dos ejemplos de ello son los casos de la CDMX y de Veracruz cuyos jefes del ejecutivo estatal son asiduos asistentes a las reuniones, pero sus indicadores delictivos en sus entidades son altos.


Epílogo. La situación por la que atraviesa el país es grave y preocupante. No se observa ningun cambio en las acciones del gobierno actual. Su catecismo elemental y limitado no nos puede llevar muy lejos. Ahora bien, es contradictorio que un grupo político que reivindica las banderas de la izquierda esté atrapado en los viejos paradigmas del militarismo y el populismo punitivo. Por eso, la peor combinación para el país es la de un presidente sin rumbo y un puñado de gobernadores incapaces y hasta cómplices del narco. Este escenario profundiza la crisis estructural y sistémica que ya veníamos arrastrando. ¿Qué tiene que pasar para que AMLO desista en este camino al precipicio?


pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

Entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo consiente, hay cierta solidaridad vergonzosa.

Victor Hugo


1. Arenas movedizas. El ciudadano presidente Andrés Manuel López Obrador sabe, en su fuero interno, que su gobierno no atina a resolver el grave problema de la llamada inseguridad pública y las violencias. Puede, como lo hace diariamente, lanzar mensajes de autocomplacencia y de catarsis colectiva, para eso sirven sus misas de 7 y las giras, sin embargo, los datos duros dicen que las cosas no van bien. Tímidamente, el tabasqueño admite que no ha logrado revertir la tendencia delictiva, aunque insiste en que su estrategia es la correcta. Su discurso de “atacar las causas” es conceptualmente cierto, pero carece de una Política Criminológica integral y multifocal. Lejos de ello, AMLO llena el país de militares (superando en números a Calderón y a Peña). Su fracaso radica en que pese a la creciente presencia de fuerzas represivas la violencia se expande y consolida. Sus divisiones regionales son ineficientes frente al tamaño de los retos. Por eso, el presidente únicamente lanza disparos en la oscuridad.


2. La riña con los gobernadores. Al inquilino del Palacio Nacional ahora se le ocurrió buscar chivos expiatorios ante la orfandad de sus políticas públicas de seguridad. Ahora encontró que un indicador para medir la eficacia es la asistencia de los gobernadores a las reuniones matutinas en las coordinaciones estatales. Para ello, le ordenó al secretario Alfonso Durazo que exhibiera públicamente a quienes asisten y a los que faltan a esas reuniones madrugadoras.


Lo absurdo de semejante medida es que no existe prueba o correlación entre puntualidad y disminución de la criminalidad en las entidades. Dos ejemplos de ello son los casos de la CDMX y de Veracruz cuyos jefes del ejecutivo estatal son asiduos asistentes a las reuniones, pero sus indicadores delictivos en sus entidades son altos.


Epílogo. La situación por la que atraviesa el país es grave y preocupante. No se observa ningun cambio en las acciones del gobierno actual. Su catecismo elemental y limitado no nos puede llevar muy lejos. Ahora bien, es contradictorio que un grupo político que reivindica las banderas de la izquierda esté atrapado en los viejos paradigmas del militarismo y el populismo punitivo. Por eso, la peor combinación para el país es la de un presidente sin rumbo y un puñado de gobernadores incapaces y hasta cómplices del narco. Este escenario profundiza la crisis estructural y sistémica que ya veníamos arrastrando. ¿Qué tiene que pasar para que AMLO desista en este camino al precipicio?


pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

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